ESTE VERANO, mientras Donald Trump hacía campaña por todo el país y se acercaba a pocos puntos porcentuales de residir en la Casa Blanca, un hombre lo observaba asombrado desde una oficina en las alturas del centro de la ciudad de Nueva York. El escritorio y los gabinetes del archivo de este afable caballero están repletos de documentos que Trump no quiere que vean los estadounidenses. Eric Schneiderman, procurador general del Estado de Nueva York, es el único representante del Poder Judicial de Estados Unidos que ha investigado y demandado a Trump por fraude. En esta versión de “Gotham”, Schneiderman hace de Batman contra Trump como el Guasón. Desde hace varios años, este par se ha enfrentado en salas de conferencias, juzgados y hasta en la web. Por lo pronto, la pelea está empatada. Pero no ha terminado, y Schneiderman tiene un superpoder: el poder del citatorio.
En entrevista con Newsweek, en su oficina de Manhattan, a una cuadra de la Bolsa de Valores de Nueva York, Schneiderman habló de las décadas de prácticas empresariales turbias de Trump, y del reto que presenta a los sistemas legales y reguladores. “No puedes evitar que la gente cometa fraudes”, dice. “Bernie Madoff cometió fraude masivo durante mucho tiempo y se salió con la suya. Pero [Trump] ha dirigido mucha atención hacia sí, lo cual, a la larga, terminará lamentando. Estar bajo los reflectores cuando compites por la presidencia es muy distinto a ser un empresario que tiene mala reputación en la ciudad, como es su caso”.
En 2011, un año después que Schneiderman fuera electo procurador general, el Departamento de Educación del Estado de Nueva York lo contactó para quejarse de que Trump había dado su nombre a una entidad llamada Universidad Trump. Dicho departamento tiene reglas muy estrictas para el uso de esa palabra —universidad— y la operación de Trump no estaba a la altura de otras instituciones de Nueva York que tenían licencia para hacerse llamar universidades (como Cornell y Columbia, por ejemplo).
Durante cinco años, el Departamento de Educación insistió en que Trump abandonara el nombre de “universidad” o dejara de organizar seminarios en el estado de Nueva York. Pero Trump no hizo caso, así que Schneiderman intervino.
La Procuraduría General había recibido algunas quejas de consumidores presentadas por personas que se sintieron esquilmadas por aquella “universidad”. En consecuencia, durante los dos años siguientes, la oficina de Schneiderman llevó a cabo una investigación a fondo. Solicitó y revisó toneladas de materiales de la Universidad Trump, entrevistó a exalumnos, y recogió decenas de declaraciones de individuos que detallaron la manera como les convencieron de que pagaran 35 000 dólares para recibir asesoramiento de expertos “seleccionados cuidadosamente” por Trump, expertos que se desvanecieron una vez firmados los contratos. El procurador general llegó a la conclusión de que la Universidad Trump no era una universidad, y que “cada parte de ella era un fraude”.
En el curso de la investigación, Schneiderman y su equipo de abogados encontraron que los estudiantes eran tratados como “compradores” por el grupo de estafadores, quienes seguían un Libro de estrategias de venta de la Universidad Trump, el cual dedicaba varias páginas a “El arte del escenario”. El escenario era un plan de acción para engatusar objetivos ingenuos dispuestos a compartir información de crédito y, luego, hacerlos incurrir en deudas para pagar cursos que ofrecían información básica y limitada, impartida por instructores que tenían poca o ninguna experiencia inmobiliaria y que los compradores creían les llevaría a obtener riqueza en bienes raíces.
Trump nunca participó, personalmente, en el presunto esquema, pero Schneiderman asegura que fue crucial para el engaño: “Su función primaria fue atraerlos”, dice. Aparecía en anuncios de video prometiendo ayudar a los alumnos de la Universidad Trump a ser tan ricos como él. Su nombre figuraba en letras grandes y prominentes en anuncios impresos, incitando a los lectores con leyendas como “¿Eres el siguiente Donald Trump? ¡Ven y demuéstramelo!”. Según los testimonios, él aprobó toda la publicidad, personalmente.
Estadounidenses desesperados por la recesión se dejaron seducir por la promesa de aprender los “secretos” del magnate de bienes raíces, pero, de hecho, fueron persuadidos de entregar su dinero por nada, casi siempre después de que sus “mentores” habían establecido su disponibilidad de crédito. A la larga, Trump reconoció que jamás conoció a sus “expertos seleccionados cuidadosamente”, quienes en su mayoría no tenían experiencia inmobiliaria y devengaban un sueldo basado en comisiones, las cuales dependían de que vendieran a los “estudiantes” otro seminario más costoso.
A partir de 2012, los abogados de Trump y la oficina del procurador general hablaron de solventar el caso, pero las negociaciones fracasaron y en agosto de ese año, Schneiderman demandó a Trump y su universidad, alegando fraude y exigiendo multas contra el magnate y pago de daños para los exalumnos. Días más tarde, Trump lanzó un tuit presentándose como una víctima: “Peso ligero procurador general Estado de Nueva York Eric Schneiderman trata de extorsionarme con demanda civil” (ese tuit es una reliquia de una época muy diferente en la vida de Trump: solo cosechó 90 retuits y 40 me gusta). En tuits posteriores, llamó a Schneiderman “caballo de alquiler” y se burló de su cara.
Durante dos años, los abogados de Trump presentaron mociones para desestimar y demorar el caso. Pero a principios de 2016, un juez de apelaciones dictaminó que el juicio podía continuar. Entonces, Trump apeló a la corte más alta del estado; la decisión se espera para fines de año. Schneiderman cree que el caso irá a juicio, o bien, que Trump llegará a un arreglo. “Depredó a personas que pasaban por una época económica difícil, desesperadas por encontrar la manera de salir adelante. El libro de estrategias contiene sus instrucciones para abordar a las personas desesperadas. Esas siempre son las víctimas idóneas de todos los defraudadores”.
BIENVENIDOS A SCORCHED EARTH
Schneiderman conoció a Trump en 2010, cuando era candidato a la Procuraduría General. Demócrata que sirvió en la Asamblea Estatal, Schneiderman comenzó su carrera en la política como activista que condujo mujeres a las clínicas abortivas. No tenía mucho en común con el —para entonces— magnate conservador, mas Trump accedió a recibirlo en su despacho de la Quinta Avenida, donde le dio un cheque por 12 500 dólares como donativo para su campaña. “Me dijo: ‘Me simpatizas. Seremos grandes amigos’”, recuerda Schneiderman.
Pero al venirse abajo las negociaciones para un arreglo sobre la investigación de la Universidad Trump, resultó evidente que nunca serían “grandes amigos”. Cuando la oficina de Schneiderman presentó la demanda por fraude, Trump se lanzó al ataque. Además de sus tuits mordaces, el empresario presentó una denuncia estatal de ética, acusando a Schneiderman de solicitar donativos a su familia y sus empleados. La denuncia de ética fue desestimada (Schneiderman reconoce que devolvió 500 dólares a Ivanka Trump y otros 1000 a uno de los abogados del magnate).
Trump también presentó una demanda de 100 millones de dólares por persecución maliciosa, la cual fue rechazada. The New York Observer, un periódico semanal propiedad de Jared Kushner, yerno de Trump, intentó contratar a un vendedor de helados para escribir una historia “investigativa” sobre Schneiderman y, finalmente, publicó un largo artículo tendencioso y negativo, acusando al procurador general de que la persecución de Trump tenía motivaciones políticas.
“Cuando lo demandé, nadie pensaba que competiría por la presidencia”, comenta Schneiderman. “En retrospectiva, tuve un adelanto de lo que el mundo está viendo ahora, de las tácticas que utiliza para combatir a sus oponentes”.
Schneiderman confiesa que lo sorprendieron su veneno y sus tácticas. “Nunca habíamos visto algo así de otro acusado, esa combinación de tácticas Scorched Earth y la actitud de que nada es mala publicidad. Parece que no le importa verse expuesto como un estafador. Creo que lo que hizo con la Universidad Trump le hace quedar muy mal, pero parece que no le molesta en absoluto”.
Schneiderman considera que Trump lo atacó de manera personal porque la demanda amenazaba su marca. “A todas luces, para él es muy importante que el mundo crea que es un hombre de negocios exitoso. Así fue como atrajo gente a la Universidad Trump, diciendo: ‘Soy un hombre de negocios brillante, y les enseñaré mis secretos’. Una vez expuesto, una vez que pierde la marca de empresario exitoso, queda revelado como un hombre de negocios fracasado, y por eso hace trampa y rompe las reglas. Es todo lo que le queda”.
Trump ha afirmado, públicamente, que no ganó dinero con la Universidad Trump y que su participación fue puramente altruista. Sin embargo, en una demanda colectiva interpuesta por exestudiantes de California, un contralor de la Universidad Trump reconoció que el magnate, personalmente, se embolsó 5 millones de los 40 millones de dólares que había generado la institución.
Schneiderman dice que, en esos días, Trump “necesitaba” el dinero y que miente sobre su fortuna. “Nuestro caso deja claro que este tipo se siente cómodo diciendo cosas que, a todas luces, son falsas”.
MUY IMPROBABLE: Cuando Schneiderman y Trump se conocieron, el multimillonario le dio un donativo para su fondo de campaña y predijo que serían “grandes amigos”. Foto:MIKE GROLL/AP
UNA FUNDACIÓN EN RUINAS
En junio de este año, después de leer informes de prensa acerca de que Trump dio a Pam Bondi, procuradora general de Florida, un donativo de campaña de 25 000, el cual salió de la Fundación Trump —un pago que la Hacienda Pública declaró inadecuado—, Schneiderman lanzó una investigación discreta de la fundación.
Más o menos por la época en que Trump le dio aquel cheque, se pidió a Bondi que investigara la Universidad Trump, pero ella declinó. No era la primera vez que Trump usaba su fundación con fines políticos. En 2014 donó 100 000 dólares —el donativo más grande de aquel año— a un grupo conservador, Citizens United, ya que estaba presentando una demanda federal contra Schneiderman. Citizens United objetó el requerimiento de Schneiderman de que las organizaciones de caridad debían revelar la identidad de sus donantes a la Oficina de Beneficencias del Estado de Nueva York. Un juez federal desechó aquel caso.
Las revelaciones sobre la Fundación Trump (que ha sido fuertemente investigada por The Washington Post) incluyen su uso como alcancía para pagar las deudas de Trump —“ilegal”, según Schneiderman—, y pedir que el dinero que se debe a Trump sea depositado en la fundación, lo cual constituye una evasión fiscal.
Asimismo, según The Washington Post, Trump nunca registró la fundación ante el Estado de Nueva York. Bajo la ley estatal, si Trump solicitó dinero para la fundación, Schneiderman puede pedir que lo devuelva y puede clausurarla. Schneiderman declinó hacer comentarios.
Schneiderman dice que su oficina aún está “en etapas relativamente tempranas” de su investigación de la Fundación Trump. “Hay muchos alegatos que dan la impresión de que hubo alguna conducta impropia”, explica. “No adelantaré juicios hasta que tengamos todas las pruebas, pero es obvio que no pueden hacer contribuciones de campaña. Ellos ya reconocieron que fue un error y pagaron una multa”.
También está investigando cómo entra el dinero en la fundación. “Se llama Fundación Familia Trump, pero al parecer, él no ha puesto dinero propio en algún tiempo, así que estamos preguntando por qué esas otras personas dieron dinero [a la fundación]”.
Dados los muchos alegatos sobre las prácticas empresariales de Trump, documentadas en libros y artículos en los últimos años —y ahora, llenando páginas de periódicos y revistas, como Newsweek, casi cada hora—, surge una pregunta fascinante: ¿por qué Schneiderman es el único representante conocido del Poder Judicial que lo está investigando?
“No sé por qué otros fiscales han decidido no indagar”, responde. “Pero Trump ha reconocido, abiertamente, que hace donaciones para conseguir que la gente haga lo que él quiere, y esa estrategia bien puede funcionar con algunas personas”. Añade que los ataques personales que Trump lanzó en su contra podrían asustar a otros representantes de la ley. “La idea de tomar medidas contra un tipo que te atacará con saña y deshonestamente, como lo hizo conmigo, podría ser un factor que intimide a algunas personas”.
Especialistas en derecho han dicho que el caso de fraude de la Universidad Trump podría ser motivo de impeachment si Trump resulta electo. “La evidencia apunta a que la Universidad Trump utilizó un patrón sistémico de representaciones fraudulentas con objeto de engañar a miles de familias para que invirtieran en un programa que puede argumentarse como una farsa”, escribió hace poco Christopher Peterson, profesor de derecho en la Universidad de Utah. “El fraude y la extorsión son delitos graves que escalan, legalmente, al nivel de actos de impeachment”.
Schneiderman se negó a hablar de esa posibilidad. “No he podido meterme en la cabeza una presidencia de Trump”, dice. “Me he equivocado en muchas cosas este año, pero a fin de cuentas, no podría hacer lo que hago si no creyera en la sabiduría del pueblo estadounidense. Y creo que elegirán al candidato que no ha pasado toda su vida con un hábito de fraude, abuso y falso testimonio”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek