Mientras el tráiler de The Running Man (2025), dirigida por Edgar Wright, es tendencia en internet antes de su estreno en noviembre, el interés por esta nueva versión como el recuerdo de la película original refleja una fascinación constante por los espectáculos distópicos donde la supervivencia se transforma en un producto de consumo, pero ¿por qué la mayoría de espectadores están obsesionados con estos escenarios de muerte?
Títulos como El juego del calamar (2021-2025), que rompió récords en Netflix, y la franquicia de Los juegos del hambre (2012), que dejó una huella duradera, muestran cómo los llamados “juegos de la muerte” mantienen su poder de atracción, especialmente entre el público millennial y la generación Z.
La nueva adaptación de The Running Man, basada en la novela de Stephen King de 1982, sigue una larga tradición de historias centradas en vidas humanas que se juegan por la fama, la fortuna o el espectáculo. Los expertos afirman que estas historias, a veces enmarcadas como críticas al capitalismo y al autoritarismo, se han incorporado al entretenimiento general en una época de creciente vigilancia digital, desigualdad económica y desconexión.
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“Si bien existe cierta atracción intrínseca hacia la violencia, quizá el factor más importante que atrae al público al género de los ‘programas de concursos de muerte’ es la creciente sensación de alienación que sienten tantas personas”, declara Jordan Conrad, psicoterapeuta y fundador de Madison Park Psychotherapy, a Newsweek.
“NUESTRAS VIDAS SE SIENTEN MERCANTILIZADAS; LO MÁS IMPORTANTE SON NUESTROS DATOS”
Conrad, también filósofo y colaborador en diversos manuales de Oxford, argumentó que la persistencia del género revela el grado de despersonalización que experimentan muchas personas dentro de un sistema que aparenta valorar más los datos que el sentido humano.
“Nuestras interacciones sociales están cada vez más mediadas por programas que sabemos que nos vigilan; nuestras vidas románticas han sido invadidas por aplicaciones, y las características estables de la ‘buena vida’ parecen cada vez más inalcanzables para la persona promedio. En resumen, nuestras vidas se sienten mercantilizadas; lo más importante son nuestros datos”, agrega.
Adaptada originalmente al cine en 1987 con Arnold Schwarzenegger en el papel principal, The Running Man retrató una distopía en el que un grupo de participantes, conocidos como “runners”, son perseguidos por cazadores profesionales durante 30 días a fin de sobrevivir y ganar una buena suma de dinero.
Décadas después de ese filme original, la película Los juegos del hambre modernizó el concepto para un público juvenil, destacando las divisiones de clase y el espectáculo autoritario. Luego llegó El juego del calamar, que se popularizó mundialmente al replantear juegos infantiles como competencias letales para deudores desesperados.
LA DEGRADACIÓN HUMANA: ENTRE LA FICCIÓN Y LA REALIDAD
Estas historias pueden considerarse más que simples thrillers violentos creados para el entretenimiento o estrategias de marketing ideadas por productores que perciben el creciente interés del público por los crímenes reales. Según académicos, para el público más joven reflejan la creciente ansiedad por la supervivencia en un mundo cada vez más transaccional y lo que la gente está dispuesta a sacrificar por seguridad o relevancia.
Conrad traza un paralelo entre estos mundos ficticios y el auge de los actos virales en internet que degradan o explotan a otros para conseguir la atención del público.
“Muchas ‘celebridades’ prominentes de internet se han hecho famosas por hacer cosas horribles: rociar verduras en supermercados con químicos venenosos, lamer helado en la tienda y devolverlo, y darles galletas rellenas de pasta de dientes a personas sin hogar”, dice Conrad.
Y estos son también los comportamientos que vemos en el género de los “juegos de la muerte”: personas que mejoran o mantienen su posición al obligar a otros, a menudo personas vulnerables, a realizar tareas degradantes y peligrosas ante la cámara.
LA MERCANTILIZACIÓN DE LA HUMANIDAD PLASMADA EN CINTAS COMO “THE RUNNING MAN” Y “PARÁSITOS”
Las plataformas de streaming y las redes sociales han erosionado aún más la distinción entre quien observa y quien actúa, al situar a los usuarios en dinámicas performativas donde la atención funciona como moneda y el valor individual se define a través de algoritmos.
Las reflexiones de Conrad van más allá de una crítica generacional. Retoma ideas de pensadores de los siglos XIX y XX como Friedrich Nietzsche, Jean-Paul Sartre y Frantz Fanon, quienes también exploraron el sentido de la existencia dentro de estructuras sociales que provocan alienación.
Aunque no encajan con precisión en el molde de “juegos de la muerte”, otras cintas ofrecen críticas similares. Parásitos (2019), de Bong Joon Ho, y El triángulo de la tristeza (2022) , de Ruben Östlund, examinan los costos morales y sociales de la obsesión por el estatus. El especial de comedia claustrofóbica Bo Burnham: Inside (2021) analiza la tensión mental de vivir en una sociedad hiperdigital.
“Dado que las características esenciales del ‘concurso de la muerte’ son la mercantilización de la humanidad y la sensación de la falta de sentido de la vida, muchas otras películas se unen al género. Cuando el prestigio es sinónimo de valor, la vida puede parecer inútil cuando estás tan lejos de tenerlo”, concluye el filósofo. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)