Sentada detrás de un largo escritorio de madera en suhiyab blanco, con un cigarrillo en una mano y una taza de café en la otra, Lara Shaheen se ve completamente como la empresaria árabe moderna. El único problema es que su negocio es ilegal.
Shaheen, de 34 años, es una refugiada de Siria; huyó hace cuatro años después de que el régimen del presidente Bashar al-Assad arrestó a sus hermanos. Ellos fueron liberados después de tres meses, pero la experiencia fue suficiente para motivar a Shaheen y su familia a huir de Damasco. Ella llegó a Amán, Jordania, con su madre, su padre y una hermana menor, mientras que sus hermanos escaparon a Alemania. Después de esa dura experiencia, sus padres desarrollaron problemas de salud. Como su hermana sólo tenía 17 años y sus hermanos estaban lejos, a Shaheen le tocó mantener a la familia. “Soy la muchacha solitaria que debe trabajar para ganar dinero para la familia”, dice ella.
Cuando llegó a Jordania, se presentó como voluntaria de Hemma, una organización local que provee apoyo a refugiados sirios que viven fuera de los campos. Pero después de nueve meses, Shaheen se percató de que quería hacer más, y explica: “Vamos a quedarnos aquí por mucho tiempo, así que no puedes seguir dándole limosnas a la gente”.
Con el conflicto sirio ahora en su sexto año, el exilio se vuelve cada vez más permanente para los refugiados como Shaheen. Sin embargo, la gran mayoría es incapaz de trabajar legalmente en Jordania. Aun cuando pueden solicitar permisos laborales, obtenerlos es un proceso complejo y a menudo prohibitivamente costoso.
Como resultado, el Ministerio del Trabajo de Jordania calcula que menos de 1 por ciento de los refugiados allí tiene acceso a permisos laborales legales, mientras que alrededor de 160 000 a 200 000 sirios trabajan ilegalmente, sin alguna de las protecciones legales que las leyes laborales jordanas ofrecen. Esto podría cambiar pronto. En marzo, las autoridades jordanas anunciaron que, como parte de un nuevo acuerdo con la UE, permitirían que hasta 200 000 refugiados sirios trabajen legalmente.
En abril, el gobierno implementó medidas para facilitarles a los sirios el trabajar, incluida una dispensa temporal de las cuotas de solicitud y un periodo de gracia de 90 días para que los empleadores en el sector informal obtengan permisos para refugiados sirios. Según la agencia de refugiados de la ONU, la Oficina del Alto Comisionado para los refugiados (ACNUR), “esto podría hacer que hasta 78 000 sirios sean capaces de trabajar legalmente en Jordania a corto plazo, y miles más en los próximos años”.
Queda por ver si estas medidas incluirán a las mujeres; hasta ahora, las mujeres sirias tenían un acceso muy limitado al trabajo en Jordania. Incluso si se toma en cuenta la economía informal, sólo siete por ciento de las sirias en Jordania trabaja, según la Organización Internacional del Trabajo.
Shaheen quiere cambiar eso. Cuando trabajó con Hemma, la organización sin fines de lucro local, ella se percató de que muchas mujeres sirias cosían, tejían o hacían labores manuales. Ella empezó a tomar fotos de los artículos y venderlos en Facebook, dividiendo las ganancias con las mujeres. A pesar de no tener un permiso laboral, Shaheen convirtió el proyecto en una pequeña empresa bajo el nombre Jazmín Sirio. Con la ayuda de una amiga jordana, fue capaz de rentar una pequeña oficina en el centro de Amán.
Ella ahora emplea a cinco mujeres a tiempo completo en su oficina y les compra mercancía a otras 40 mujeres. Jazmín vende jabón hecho a mano, ropa de bebés, juguetes, cremas, joyas y demás, todos hechos por refugiadas sirias. Para muchas de las mujeres con quienes trabaja Shaheen, este es su primer trabajo. “En Siria, muchos hombres no permiten que sus mujeres trabajen”, dice ella. “Pero aquí es diferente porque saben que necesitan ganar dinero”.
SALIR ADELANTE: Refugiados sirios asisten a una jornada de puertas abiertas en la Universidad de Zarqa en Jordania para aprender cómo solicitar becas y subvenciones en la UE. Con la escasez de empleos, algunos refugiados optan por la educación para mejorar sus oportunidades de trabajar. Foto: SAM MCNEIL/AFP.
La historia de Shaheen y sus empleadas está lejos de ser la norma en Jordania, donde además de las barreras burocráticas para trabajar, las refugiadas enfrentan grandes riesgos de asalto, violación y otros abusos. Un informe de 2014 de la ACNUR en Jordania, Líbano y Egipto halló que la mitad de las mujeres entrevistadas salía de sus casas con menos frecuencia en su nuevo país anfitrión que cuando vivían en Siria. Muchas reportaron sentirse aisladas e inseguras, con una de cada tres demasiado asustada para salir en absoluto de la casa.
Las agencias de ayuda como el Comité Internacional de Rescate tratan de contrarrestar estas amenazas. En una clínica de salud del CIR en Mafraq, cerca de la frontera siria, Daniela Greco dirige el programa de Protección y Empoderamiento de las Mujeres, donde mujeres sirias y jordanas acuden en busca de asesoría, terapia de grupo, talleres para desarrollar habilidades, clases de alfabetización y discusiones para evitar la violencia doméstica.
El programa ha tenido un gran efecto en Mervat Yusef, de 33 años, quien vino a Jordania desde Homs hace tres años. Con su marido perdido en Siria, ella fue obligada a valerse por sí misma. Vistiendo un chador negro, Yusef estaba jovial y sonriente mientras explicaba que antes de asistir al programa, ella ni siquiera sabía leer. “Ahora, por primera vez, puedo leer lo que dice en la parada del autobús y adónde va el autobús”, dice ella. Pagar la tarifa de un dinar jordano para el autobús que la lleva al programa es un mayor reto. “A veces, pienso que este 1 dinar es mejor para comprar pan para mis hijos”, dice ella. “Pero luego pienso que podría aprender algo para que pudiera ganar mucho más que 1 dinar”.
Yusef trabajó en una granja de olivos pero ahora toma clases de belleza y planea trabajar en uno de los muchos salones en Mafraq. “Soy la cabeza de la familia ahora”, dice ella con orgullo. “Puedo ser el hombre y la mujer”.
El CIR también ofrece clases en competencia financiera, enseñando a las mujeres habilidades como contabilidad y finanzas que, si son capaces de obtener permisos laborales, podrían ayudarles a iniciar sus propios negocios. Al final del programa, las mujeres son invitadas a entregar propuestas de negocios, y 66 mujeres se han graduado hasta ahora. El CIR espera que con el tiempo se asocie con organizaciones como Microfund for Women para dar préstamos que pudieran convertir en realidad esas propuestas.
En el extenso y polvoriento campo de refugiados conocido como Zaatari al norte de Jordania, las mujeres sirias también hallan nuevas oportunidades. En tres centros Oasis dentro del campo, Mujeres de la ONU ofrece un programa de asistencia monetaria donde a las mujeres se les paga por actividades como preparar comidas, cuidar niños, hacer juegos de maternidad y coser uniformes escolares. Como no tienen permisos laborales, las mujeres técnicamente son voluntarias que reciben un estipendio.
En uno de los centros Oasis, Haifa al-Tamkeh, una mujer de 37 años de Daraa en Siria, está en su tercer año en el exilio. Aun cuando nunca antes había tenido un empleo, Tamkeh no tuvo más opción que hallar trabajo para mantener a sus hijos después de que su marido tuvo un infarto. Ella participó en el programa de efectivo-por-trabajo en el Oasis por un año y dice que sintió una “gran satisfacción de estar trabajando. Estaba muy feliz porque ahora, por primera vez, todos esperan que llegue a casa”.
Debido al financiamiento limitado y la alta demanda, Mujeres de la ONU debe rotar a las refugiadas a través del programa en una base anual, y Tamkeh ahora está desempleada de nuevo, dependiendo de la asistencia de organizaciones de ayuda como la ACNUR.
A Tamkeh también le preocupa la seguridad de sus hijas. Por ello es que sacó a su hija más joven de la escuela a los 16 años y la casó con su primo. “Normalmente, pienso que sería bueno que ella terminara la escuela”, dice ella. “Pero aquí no es seguro; hay rufianes peligrosos”.
Con tan pocas oportunidades de trabajo y el riesgo de violencia tan alto, muchas familias sirias ven el matrimonio tanto como una manera de mantener seguras a sus hijas como de apoyarse económicamente mediante un intercambio de dote. Un informe de 2014 de Salven a los Niños halló que, entre los refugiados sirios en Jordania, uno de cada cuatro matrimonios es de una muchacha menor a 18 años, a menudo con hombres mucho mayores.
Aun así, Tamkeh dice que el programa de Mujeres de la ONU le ha dado una independencia que nunca habría imaginado. “Cuando llegué a Jordania, me sentía tan desesperada. Ahora he aprendido no sólo a coser y diseñar ropa; he aprendido cómo ser fuerte”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek