En el desierto del este de Siria, no muy lejos de un poblado llamado Deir ez-Zor, hay una pila de rocas que rodean un tablero de madera, con una cruz ortodoxa y una inscripción grabada a fuego en la madera: “2017. A la eterna memoria de los guerreros asesinados y perdidos en la RAS [República Árabe Siria]”. El altar está decorado con una carrillera, una bala de alto calibre y un casco del ejército ruso. Los muertos están identificados solo por sus sobrenombres de guerra: Guerrero, Ejecutor, Escorpión Nightingale. Todos ellos eran, supuestamente, mercenarios rusos que perecieron en la guerra en Siria. Sin embargo, sus nombres reales no aparecen en ningún recuento de víctimas. Rusia nunca reconocerá su participación evidente en el conflicto. Para los soldados secretos de Moscú, esa pila de rocas podría ser lo más cerca que pueden estar del reconocimiento oficial.
Según la ley rusa, el uso de mercenarios está prohibido. Sin embargo, al menos desde la década de 1990, Moscú los ha utilizado como representantes negables en sus intervenciones militares en el exterior. En Bosnia y en la provincia disidente moldova de Transnistria equipos de “voluntarios”, apoyados secretamente por el ejército ruso, entraron en batalla, mientras que los miembros del verdadero ejército de Moscú actuaban oficialmente como pacificadores neutrales. Sin embargo, en los últimos cuatro años, el presidente Vladimir Putin ha incrementado el uso de contratistas militares privados como una parte muy importante de su política exterior, los cuales ha utilizado para extender el poder de Rusia en el este de Ucrania y Siria.
El cambio se produjo en el amanecer del 18 de marzo de 2014, cuando varias unidades de soldados rasos rusos, a quienes se les habían retirado las insignias de sus uniformes, salieron de una base de Sebastopol para ocupar objetivos militares clave en toda la provincia ucraniana de Crimea. En apoyo de aquellos soldados iba un grupo variopinto de combatientes no identificados que tomó por asalto estaciones de radio y edificios del gobierno local. Algunos eran policías ucranianos a favor de Moscú, mientras que otros eran gánsteres locales, pero muchos, de acuerdo con analistas occidentales y del Servicio de Seguridad de Ucrania, eran mercenarios pagados.
Más tarde, en ese verano, mientras estallaba la guerra en el este de Ucrania, el GRU —el organismo de inteligencia militar de Rusia— comenzó a enviar unidades más grandes y mejor organizadas de exsoldados rusos, reclutados en su mayoría en el Cáucaso Norte, para combatir en la Cuenca de Donets. Desde entonces, los mercenarios se han convertido en “un elemento central de las aventuras geopolíticas del Kremlin, ya sea en Ucrania o, más claramente, en Siria”, señala Mark Galeotti, investigador de alto nivel del Instituto de Relaciones Internacionales, un grupo de analistas con sede en Praga.
El hecho de subcontratar mercenarios para la lucha ha permitido que el Kremlin intervenga en conflictos como la guerra de Ucrania, donde no participa oficialmente. También ha permitido que Rusia aumente su presencia en guerras declaradas, como la de Siria, sin tener que anunciar pérdidas humanas, lo cual hace más fácil obtener apoyo del público. Los mercenarios son “una manera ilegal de proporcionar carne de cañón a las aventuras del Kremlin en el extranjero”, afirma Kirill Mikhailov, activista del Equipo de Inteligencia de Conflictos, un grupo que recopila inteligencia de fuente abierta sobre las actividades militares encubiertas de Rusia. “Pensamos que el público ruso tiene el derecho de saber acerca de los rusos que mueren mientras realizan el trabajo sucio de Putin en el extranjero”.
La naturaleza exacta de las relaciones entre el ejército ruso y las reservadas empresas militares privadas que trabajan en Siria y Ucrania son poco claras. Sin embargo, el Kremlin ha honrado públicamente a funcionarios de empresas de mercenarios por sus servicios a la patria. En diciembre de 2016, el teniente coronel Dmitry Utkin fue fotografiado en un banquete del Kremlin con Putin. Utkin es fundador del Grupo Wagner, al que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos calificó como un importante reclutador de ciudadanos rusos para luchar en Siria cuando el departamento le impuso sanciones personales el año pasado (no pudimos ponernos en contacto con Wagner para obtener algún comentario).
El presidente ruso también ha sido fotografiado con Yevgeny Prigozhin, un empresario de San Petersburgo. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos le ha impuesto sanciones bancarias y de viaje por su participación en Evro Polis, una empresa petrolera y de comercio en general con sede en Moscú. Alexei Navalny, un activista ruso anticorrupción, ha revelado la existencia de profundos lazos comerciales entre Evro Polis y el Ministerio de Defensa de Rusia, y el sitio independiente de noticias fontanka.ru ha dicho que Prigozhin es una fachada de las actividades del Grupo Wagner en Siria (en su sitio web, la empresa menciona intereses en minería, petróleo y producción de gas, y en 2016, abrió una oficina en Damasco, la capital de Siria). Ni Evro Polis ni Concorde Management de Prigozhin respondieron las solicitudes de Newsweek para hacer comentarios.
En los últimos años, Utkin ha surgido quizá como la figura más conocida del oscuro mundo de los contratistas militares privados de Rusia. Al igual que el ex-SEAL de la Infantería de Marina Erik Prince, fundador de Blackwater, el contratista militar de Estados Unidos que proporcionó guardias privados de seguridad durante la segunda guerra de Irak, Utkin se ha convertido en una pieza clave en los despliegues militares de su país. Sin embargo, a diferencia de Blackwater, los soldados de Utkin no tienen ningún contrato oficial ni ninguna relación con el Ministerio de Defensa de Rusia, y a diferencia de los contratistas privados estadounidenses, los hombres de Wagner luchan en la primera línea de combate. “Los contratistas estadounidenses realizan trabajo auxiliar, como la vigilancia de los campos petroleros”, señala Pavel Felgenhauer, analista militar de Novaya Gazeta, un diario independiente con sede en Moscú. Las empresas como Wagner son más parecidas a los ejércitos africanos de alquiler, señala Felgenhauer, como el infame Executive Outcomes (Resultados Ejecutivos), que fue contratado por los gobiernos de Angola y Sierra Leona en la década de 1990 para reprimir brutalmente a los insurgentes.
Nacido en Ucrania en 1970, Utkin comandó una brigada de spetsnaz, la unidad de fuerzas especiales de la Dirección de Inteligencia Militar de Rusia. Se retiró en 2013 para trabajar para una empresa militar privada llamada Grupo de Seguridad Moran, especializada, según su sitio web, en operaciones antipiratería, junto con misiones de seguridad y de entrenamiento en todo el mundo. De acuerdo con una investigación realizada en 2016 por Radio Free Europe, los directores de alto nivel del Grupo de Seguridad Moran establecieron en 2013 una organización con sede en San Petersburgo, conocida como el Cuerpo Eslavo, que reclutaba a exsoldados rusos para proteger campos petroleros y oleoductos en Siria. Utkin era uno de sus comandantes. Según informes, la misión fue un desastre, y de acuerdo con una fuente estadounidense de seguridad privada radicada en Londres, que no está autorizada para hablar de manera oficial, el Cuerpo Eslavo estaba mal equipado y mal dirigido, por lo que sufrió muchas bajas. “Muchas veces es difícil decir, en el caso de los contratistas militares, dónde terminan los intereses privados y dónde comienzan los del gobierno”, señala la fuente de seguridad privada no autorizada para hablar oficialmente. “Esa es la cuestión”.
A pesar del fracaso, Utkin fundó el Grupo Wagner en 2014. Lo llamó así en honor a su nombre de guerra, al parecer inspirado por su fascinación con la Alemania nazi. Rápidamente se convirtió en un empleado clave, aunque no oficial, del Kremlin, de acuerdo con Felgenhauer. Utkin apareció en la región rebelde de Luhansk, en el este de Ucrania, dirigiendo un grupo de exsoldados que combatieron contra habitantes de la localidad. Los hombres de Wagner son “representantes directos de Rusia”, afirma Felgenhauer. “Pero son semiindependientes y proporcionan una negación plausible: los rusos pueden decir: ‘No sabemos nada de esto’”.
Se informa que los hombres de Utkin fueron efectivos e implacables. De acuerdo con el Servicio de Seguridad de Ucrania, los soldados de Wagner participaron en el derribamiento de un avión ucraniano en el Aeropuerto Internacional de Luhansk, en junio de 2014, y mataron a 40 paracaidistas ucranianos. La inteligencia ucraniana también afirma que dichos soldados también desempeñaron una función al dirigir una fulminante descarga de artillería que provocó la derrota de Kiev en la ciudad de Debaltseve, a principios de 2015.
Supuestamente, la función más valiosa de Wagner en el terreno consistió en ayudar al Kremlin mediante asesinatos. En noviembre pasado, el Servicio de Seguridad de Ucrania publicó las que, según afirma, eran grabaciones de audio interceptadas en las que se establecía una relación directa entre Utkin e Igor Kornet, el ministro del Interior de la República Popular de Luhansk, que le ordenaba a Wagner eliminar a los comandantes disidentes. En marzo de 2016, en un sitio web nacionalista ruso llamado Sputnik & Pogrom se anunció con bombo y platillo que los hombres de Wagner habían liquidado a más de diez combatientes de las milicias de Luhansk, junto con su indisciplinado comandante.
Wagner es una de las muchas empresas militares privadas de Rusia que combaten en Ucrania y que han sido identificadas por InformNapalm, una organización de voluntarios con sede en Ucrania que recopila pruebas de las redes sociales sobre la participación de Rusia en la Cuenca deDonets. Y según informes, los esfuerzos de Wagner tuvieron éxito: los rebeldes y sus homólogos mercenarios repelieron una ofensiva del ejército ucraniano y las repúblicas disidentes y apoyadas por el Kremlin se labraron una especie de independencia que mantienen hasta hoy.
Sin embargo, la gran oportunidad para Wagner llegó con la entrada oficial de Rusia en la guerra de Siria en septiembre de 2015. El GRU designó los cuarteles de la 10ª Brigada de Misión Especial en el poblado de Molkino, cerca de la ciudad de Krasnodar, en el sur de Rusia, como campo de entrenamiento militar para los reclutas de Wagner, según los familiares de Tamerlan Kachmazov, un soldado de Wagner. Ellos visitaron posteriormente el campamento para exigir respuestas tras la desaparición de Kachmazov en Siria y, posteriormente, hablaron con la estación de televisión independiente Dozhd.
Los mercenarios se muestran reacios a hablar con reporteros occidentales sobre sus experiencias. Sin embargo, un hombre, que afirma ser un soldado secreto, declaró a Newsweek que fue reclutado para pelear en Siria en 2015 por una importante empresa militar privada (rehusó decir de qué empresa se trataba), mientras peleaba como voluntario en la milicia de Donetsk. Solo dijo llamarse Sergei y afirmó que era un conductor de Donetsk. No fue posible corroborar su historia, pero los detalles coinciden con los de otras entrevistas concedidas a la prensa rusa por veteranos de operaciones militares privadas en Siria. “Mi principal motivación era el dinero”, afirma Sergei en entrevista telefónica. “La mayoría de las personas van para ganar dinero. Nos ofrecen 150,000 rublos [2,600 dólares] al mes; en nuestro lugar de origen [Donetsk] tienes suerte si logras ganar 15,000. Los reclutadores nos dijeron que tendríamos trabajos seguros, vigilando comunicaciones, bases, y así”.
Sergei y otros nuevos reclutas volaron a Latakia, Siria, en un avión alquilado, haciéndose pasar por ingenieros civiles, afirma. Pero cuando llegaron, dice, pronto se encontraron inmersos en una cruenta batalla. El entrenamiento fue “bastante básico” y la disciplina, muy estricta. Afirma que “a nosotros los reclutas no se nos permitía bañarnos mientras estábamos en el campamento cerca de Latakia, y se castigaba a toda la unidad si algún elemento era sorprendido bebiendo”. La empresa pagaba una recompensa de 5,000 rublos (88 dólares) por la cabeza de cualquier miembro del grupo Estado Islámico (EI) que ellos hubieran matado, de acuerdo con Sergei. La compensación acordada por una herida grave era de 900,000 rublos (16,000 dólares), mientras que se prometió que los familiares de cualquier soldado muerto recibirían 3 millones de rublos (53,000 dólares).
Wagner desplegó alrededor de 3,000 empleados en Siria entre 2015 y 2017, de acuerdo con el Equipo de Inteligencia de Conflictos, una cifra casi idéntica a la cantidad oficial del personal del Ejército Ruso (4,000 soldados rasos y miembros de la fuerza aérea) que luchaban ahí. Y las fuerzas de Wagner encabezaban batallas estratégicas, como el combate para recuperar la ciudad de Palmira de manos del Estado Islámico en 2016, una victoria celebrada por el Kremlin con un concierto en el antiguo anfiteatro de esa ciudad siria, encabezado por Valery Gergiev, el director de orquesta más importante de Rusia.
En una entrevista, Robert Young Pelton, autor de Licensed to Kill: Hired Guns in the War on Terror (Con licencia para matar: combatientes alquilados en la guerra contra el terrorismo), declaró a Newsweek que las fuerzas de Wagner en Siria funcionan principalmente como “asesores de avance… que entrenan y luego dirigen el fuego y los movimientos en la línea de combate”. Pelton añade que una de sus fuentes que trabaja en Deir ez-Zor le dijo que la calidad de los combatientes rusos “no era muy impresionante… pocos profesionales en el equipo y demasiada sangre”. Principalmente, los equipos de Wagner “han resultado eficaces para entrenar y dirigir a las fuerzas sirias para avanzar, disparar y comunicarse”, añade Pelton. También coordinan los ataques aéreos que ayudaron a la abrumadora supremacía rusa en el aire a inclinar la balanza en favor del presidente Bashar al Assad.
Según Felgenhauer, el analista militar, Wagner y otras empresas como ella han realizado una aportación crucial al esfuerzo bélico de Assad. “Ellos pelean en serio… Son notables especialistas en infantería que manejan armas antiaéreas, artillería, sistemas de cohetes, etcétera”.
En comparación con los contratistas militares oficiales de Estados Unidos, los empleados de Wagner deben rendir muchas menos cuentas, y varios analistas afirman que el evidente éxito de la empresa ha tenido un alto costo. De acuerdo con fontanka.ru, al menos 73 mercenarios han muerto en Siria, o según cálculos del Equipo de Inteligencia de Conflictos, esa cantidad asciende a 101.
A pesar de los intentos de las autoridades rusas de encubrir esas muertes, algunos medios independientes han publicado entrevistas con familiares enfurecidos. En octubre pasado, el Estado Islámico publicó un video de dos empleados de Wagner capturados por el grupo. Los hombres se identificaron como los ciudadanos rusos Grigory Tsurkanu y Roman Zabolotny, pero una vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores expresó sus dudas de que los hombres fueran rusos.
Tras la captura de su hijo, los padres de Tsurkanu dijeron en una entrevista con el canal de televisión Dozhd que agentes de Wagner entraron a su casa para evitar que hablaran con la prensa. Después fueron informados, nuevamente por parte de Wagner, de que su hijo había muerto. “Fui ingenua”, declaró a Dozhd la madre de Tsurkanu. “Putin dijo una vez: ‘Nosotros no abandonamos a los rusos’. Yo le creí. Ahora entiendo que era una mentira”.
A pesar de la negación oficial de la existencia de una relación directa, el Kremlin parece haber condecorado a los comandantes de Wagner por sus servicios. Según informes, Utkin y su segundo al mando, Alexander Kuznetsov, que ha estado preso por secuestro y robo, han obtenido cuatro veces la Orden del Valor. Ambos fueron fotografiados en una audiencia privada con Putin en diciembre de 2016, junto con Andrey Bogatov, director de la cuarta compañía de reconocimiento y asalto de Wagner, y con Andrey Troshev, director ejecutivo de Wagner. Bogatov y Troshev también han recibido la medalla Héroe de Rusia por su servicio excepcional al país, de acuerdo con informes de prensa rusos. Dmitry Peskov, vocero del Kremlin, confirmó la autenticidad de las fotos, pero no las condecoraciones. “Es posible que fuera el resultado de algún cabildeo por parte del gobierno sirio”, declaró a Newsweek el senador ruso Franz Klintsevich, vicedirector del Comité de Defensa y Seguridad de la Cámara Alta del parlamento ruso. “Pero no existe ninguna relación oficial entre esos hombres y el gobierno ruso”.
Durante años, Klintsevich ha estado cabildeando para lograr que los mercenarios sean legales en Rusia. “Tenemos que aprovechar la experiencia de Estados Unidos e integrar a empresas militares privadas en nuestra planificación militar —dice—. Pero no hemos podido aprobar las leyes necesarias debido a un conflicto entre el Ministerio de Defensa y el Servicio Federal de Seguridad sobre quién controlaría a esos grupos militares. Ellos tienen armamento pesado, no solo AK-47, por lo que existe un problema de seguridad en su regulación”.
Sin embargo, el debate sobre la legalización de las empresas militares privadas pierde de vista el punto clave, de acuerdo con varios analistas. Y no solo porque los contratistas estadounidenses, que también son polémicos, realizan funciones distintas. La relación entre el ejército ruso con los mercenarios permite que el Kremlin los despliegue como soldados secretos en lugares a los que el ejército ruso no puede ir oficialmente. Los ejércitos privados son una herramienta perfecta para el nuevo estilo de guerra híbrida del Kremlin, en el que se movilizan fuerzas encubiertas y empresas privadas para lograr los objetivos del Estado. Wagner “parece un organismo del sector privado, y en ocasiones actuará como tal, pero siempre que el Estado lo necesita, es presionada para actuar”, dice Galeotti, del Instituto de Relaciones Internacionales. “Una empresa como Wagner no es más que un ejemplo del modelo de negocio híbrido predominante, en el que las empresas privadas no se utilizan solamente para impulsar los objetivos del Kremlin en el país, sino ahora también para pelear sus guerras en el extranjero”.
La intervención de Rusia en Siria ha revivido las ambiciones del Kremlin de convertirse en un factor de influencia en Oriente Medio, y los mercenarios constituyen un vehículo perfecto para proyectar poder sin la participación oficial del Kremlin. En marzo pasado, antiguos soldados del Grupo RSB, una empresa militar privada, aparecieron para retirar minas en áreas de Libia capturadas por el caudillo Khalifa Haftar, apoyado por Moscú, cerca de Benghazi, supuestamente por invitación de una empresa cementera local, declaró a Reuters Oleg Krinitsyn, propietario de RSB. Más recientemente, fuerzas regulares rusas se han trasladado a la base aérea egipcia del poblado de Sidi Barrani, a unos 96 kilómetros de la frontera entre Egipto y Libia, además de desplegar una unidad de fuerzas especiales rusas, compuesta por 22 miembros, a una base cercana en el puerto de Mersa Matruh.
Ahora, mientras Rusia reduce su participación militar en Siria, muchas personas especulan sobre a dónde enviará Putin a sus ejércitos privados, y dónde se levantará el próximo monumento a los soldados secretos caídos de Rusia.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek