En el complejo tablero de la guerra arancelaria que enfrenta a Estados Unidos y China, México se encuentra en una posición estratégica, pero también vulnerable. La imposición de aranceles recíprocos entre las dos mayores economías del mundo ha generado un impacto significativo en las cadenas de suministro globales, y México, como vecino y socio comercial clave del vecino país del norte, no ha escapado a las repercusiones.
Como es de todas y todos sabido, en este aún joven 2025 los aranceles promedio impuestos por Estados Unidos a productos chinos alcanzaron un alarmante 145%, mientras que el gigante asiático respondió con tarifas del 125% sobre bienes estadounidenses. Este conflicto ha llevado a un rediseño de las rutas comerciales, con empresas chinas buscando alternativas para evitar las barreras arancelarias. Una de estas estrategias ha sido el uso de México como plataforma para exportar productos hacia Estados Unidos, aprovechando las ventajas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
El (inminente) riesgo de triangulación comercial
Una posible (evidente) triangulación comercial, donde productos chinos ingresan a Estados Unidos a través de México, después de su respectiva re-etiquetación, representa un desafío significativo. Aunque esta práctica no es nueva, la intensificación de la guerra arancelaria ha puesto la mesa para incrementar su frecuencia. Esto no solo pone en riesgo la relación comercial entre México y Estados Unidos, sino que también amenaza con desestabilizar el T-MEC, un acuerdo que ha sido fundamental para el crecimiento económico de México.
Desde mi punto de vista, la postura de la Presidenta Claudia Sheinbaum ha sido firme y correcta frente a este fenómeno. En declaraciones recientes, Sheinbaum subrayó la importancia de proteger la integridad del comercio mexicano y evitar que el país sea percibido como un intermediario en la disputa entre Estados Unidos y China. A raíz de lo anterior, considero que su administración ha implementado medidas ad hoc, aunque insuficientes, para fortalecer los controles aduaneros y garantizar que los productos exportados cumplan con las reglas de origen establecidas en el T-MEC.
México: ¿mediador o víctima?
Desde mi perspectiva, es crucial que el gobierno de Sheinbaum continúe fortaleciendo los mecanismos de supervisión aduanera para evitar sanciones por parte de Estados Unidos, si, pero también evitar caer en trampas y triquiñuelas que pudieran (y pueden) maquiavelar el mercado asiático. Esto incluye la implementación de tecnologías avanzadas para rastrear el origen de los productos y la colaboración estrecha con las autoridades estadounidenses.
Por otro lado, considero que México tiene la oportunidad de posicionarse como un mediador en este conflicto. La relación comercial entre Estados Unidos y China es una de las más importantes del mundo, con un comercio total de bienes que alcanzó los 583 mil millones de dólares en 2024. México debe jugar bien sus cartas; puede aprovechar su posición geográfica y su red de acuerdos comerciales para facilitar el diálogo entre ambas naciones, promoviendo soluciones que beneficien a todas las partes involucradas. Mediador.
El papel de Estados Unidos y China
Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha mantenido una política arancelaria agresiva, justificándola como una medida para corregir el déficit comercial con China, que en 2024 ascendió a 295.4 mil millones de dólares. Sin embargo, esta estrategia ha generado inflación y ha afectado a los consumidores estadounidenses, quienes enfrentan precios más altos en productos electrónicos y tecnológicos.
China, por su parte, ha diversificado sus mercados con los ojos bien puestos en Asia, África y América Latina, mientras fortalece su consumo interno y su innovación local; aunque su dependencia de las exportaciones hacia Estados Unidos sigue siendo un punto débil. En este contexto, ambas naciones deben reconocer que la guerra arancelaria no tiene ganadores y que la cooperación es esencial para garantizar la estabilidad económica global.
Pues bien, esta encrucijada no es más que un recordatorio de los riesgos del proteccionismo en el mundo interconectado irremediablemente. México, como actor clave en este conflicto, debe actuar con cautela y estrategia. La administración de Claudia Sheinbaum tiene la responsabilidad de proteger los intereses nacionales, pero también de promover un comercio justo y transparente.
En última instancia, la solución a este conflicto requiere un esfuerzo conjunto de todas las partes involucradas. Solo a través del diálogo y la cooperación será posible construir un sistema comercial más equitativo y sostenible. México, con su posición estratégica y su experiencia en negociaciones internacionales, puede y debe desempeñar un papel protagónico en este proceso.