Para
crear una vagina en el laboratorio se necesita una muestra de tejido y una estructura biodegradable que les
permite crecer hasta adquirir el tamaño y la forma correcta para cada paciente.
Este
método es una esperanza para las mujeres que padecen el síndrome de Mayer-Rokitansky-Kuster-Hauser;
una de cada 5 mil mujeres del mundo están afectadas con este mal, por lo que
nacen sin vagina, sin útero y sin cérvix.
Una
vagina cultivada también podría ser una solución para las mujeres que sufren de
agnesia vaginal, un trastorno por el que este órgano no se formó completamente
mientras estaban en el útero de su madre.
Con
el tiempo, las mujeres implantadas presentaron niveles normales de deseo,
excitación, lubricación, orgasmo, satisfacción y coito sin dolor, de acuerdo
con los especialistas del Centro Médico Wake Forest, en Carolina del Norte.
Para
diseñar un tubo en 3D que sirvió de soporte del órgano que querían cultivar,
los doctores tomaron varias imágenes de la región pélvica de cada paciente con
un escáner. Luego tomaron un pequeño trozo de tejido de la vulva mal
desarrollada y lo cultivaron para obtener una buena cantidad de células en el
laboratorio.
En
la parte exterior del soporte colocaron células musculares y en el interior células
de revestimiento vaginal. Las vaginas crecieron cuidadosamente en un
biorreactor (dispositivo utilizado para hacer crecer tejidos) hasta que
estuvieron listas para ser colocadas en las mujeres mediante una intervención
quirúrgica en la que se crea una cavidad con injertos de piel y partes del
intestino.