“Era el mejor de los tiempos, era el
peor de los tiempos, la época de la
sabiduría, y también de la insensatez”.
(Dickens, 1859)
Cualquier persona que lea la siempre célebre y atemporal introducción de Dickens en
“Historia de dos ciudades” se sentiría plenamente identificada con el contexto y el aura
que se vive en México. En este texto haré énfasis sobre la discusión que ha surgido con
motivo la iniciativa de reforma al poder judicial (Iniciativa), misma que ha sido
analizada en infinidad de foros, mesas y “tuitazos”, por supuesto.
Retomando las ideas del afamado escritor inglés, considero que en la actualidad y,
desde hace bastante tiempo (derivado de la polarización que reina en nuestro país),
vivimos en el mejor o en el peor de los tiempos y en la época de la sabiduría o de la
insensatez, sin embargo, todo depende de a quién se le pregunte o, diciéndolo de otra
manera: “no hay hechos, hay interpretaciones”.
En todos los medios y redes (anti)sociales abundan posturas e ideas respecto de la
Iniciativa. Por un lado, he visto comentarios en el sentido de que con la posiblidad de
elegir mediante el voto popular a todos los jueces del poder judicial se empodera al
ciudadano por permitirle (al menos aparentemente) decidir respecto de quiénes serán
los funcionarios encargados de la impartición de justicia en nuestro país.
Por otro lado, estamos quienes consideramos que eliminar “de un plumazo” la carrera
judicial sería un retroceso inédito en la historia de nuestra ya de por sí joven
democracia constitucional, que pudiera tener como consecuencia, entre otras, que
las personas encargadas de poner fin a las controversias no cuenten con las garantías
de imparcialidad e independencia. Lo anterior abriría la puerta para que determinados
intereses económicos o políticos puedan imponerse, en todo momento, sobre la
división de poderes y los derechos humanos: presupuestos esenciales de toda
sociedad que aspira a tener una Constitución.
Recientemente, tuve la oportunidad de asistir a una plática impartida por el Magistrado
Juan Pablo Gómez Fierro, un auténtico defensor de la democracia constitucional. En la
misma, además de explicarnos lo compleja y formativa que resulta la carrera judicial a
la cuál ingresó como oficial hace más de 20 años, nos compartió la siguiente analogía
que, a mi consideración, ilustra perfectamente los defectos y efectos de la Iniciativa:
“Si una persona va al médico porque le duele el brazo, cortarle la pierna no debería ser
jamás la solución”.
Historias como las del Magistrado Gómez Fierro existen muchas en el poder judicial, y
pudieramos hacer un recuento de cada una de ellas. Sin embargo, resulta
impostergable que como ciudadanía nos tomemos la Iniciativa en serio ya que impacta
directamente en nuestros derechos y libertades. Es importante señalar que, no ignoro
que el poder judicial, así como otras instituciones del Estado mexicano son
perfectibles y, en consecuencia, pueden o, incluso, deben reformarse pero pretender
que cortándole la pierna al paciente le vamos a curar el brazo es un sinsentido.
Por los motivos anteriores, considero que la Iniciativa debe ser analizada de manera
conjunta y consciente por parte de todos los actores políticos y, en particular, por la
sociedad civil, generando un debate real en el que se pueda llegar a consensos que
fortalezcan nuestra democracia constitucional, los derechos humanos y la división de poderes.