Este año el mundo se estremece. La democracia tiene escena estelar en más de 70 países que han celebrado y celebrarán elecciones. Entre ellas México, elecciones que nos dan muchas lecciones. La “piedra filosofal” del procedimiento electoral, es: la autoridad administra el procedimiento y la ciudadanía organiza la Jornada, escrutinio y cómputo. De manera reciente las elecciones en Venezuela nos producen un escalofrío que en México no se sentía desde 1968. La democracia no es ni de izquierda ni de derecha, es forma de una vida compartida plural, ética, cultural, educativa… La “geometría política” no puede tener su vértice en ideologías sino en el honor a la legalidad.
Para lograr ciudadanía responsable es preciso acudir a instancias de educación, instrucción, cultura…, que posibiliten el crecimiento, impulso y potencia del pensamiento, hecho muy lejano. No basta información, ni comunicación, sino de qué manera se administra en las circunstancia del “mundo de la vida”. Al llegar al poder piensan ¿cómo no perderlo?, entre otros caminos, el olvido y tendenciosos programas educativos, impulso de acciones culturales que ideologizan al “pueblo bueno”, expresión que suena ¡bien bonito!
El siglo XXI ha sido laboratorio de la comunicación y la transmisión indiscriminada de imágenes, de avances sorprendentes en audio y vídeo, del cambio de paradigmas de los significaciones de tiempo y espacio, de la información a 360 grados. Al mismo tiempo han desarrollado pensamientos que van acordes con éstas partichelas filosóficas. Los resultados de las elecciones del 2 de junio pasado impulsaron una madurez ciudadana de manera emergente. Así como fue sorpresa los resultados de las elecciones, también fue sorpresivo el avance de la ciudadanía activa en la vida social. La identidad pasó de “sudar la camiseta” a tatuarse en el corazón cívico de la nacionalidad, de la misma manera la detonación del sentido de pertenencia por vía de exigencia de verdades e impulso del diálogo auténtico: escuchar, razonar, refutar, en su caso.
En ese despertar el apoyo ético no vendrá de las instituciones, tendrá que impulsarse desde la sociedad civil, la educación ciudadana se deberá impulsar desde la misma ciudadanía en los medios de comunicación con los que cuenta. La ética ciudadana será autodidacta, desde ese nicho se podrán impulsar los comportamientos, las actitudes, los compromisos, como expresiones de valores colectivos patente por las virtudes. Un proceso ciudadano que mostrará a las comunidades cómo será el cambio a niveles de vida deseables, virtuosos.
Lo que se avizora en el tiempo inmediato es una descomposición del reconocimiento
constitucional y legal en la concepción de la ciudadanía en que la pluralidad será patrimonio de extraños. En que la diversidad será atendida por la violencia del aliado “crimen organizado”, constancia anti: institucional, legal, moral… La violencia, cualquiera que sea su rostro, hoy no reconoce a esta incipiente ciudadanía nacional. Sabemos que depende del las circunstancias y contextos en que se desarrolla. La ciudadanía no acepta el despotismo ni el debate primitivo imperante.
La ciudadanía deberá crear la Universidad de las virtudes. Una manera de ser acorde a profesar ante los “Otros” comportamientos virtuosos. Que no le baste saber el significado de valores, sino mostrar virtudes frente al Otro y a sí mismo con acatamiento de la ley y normas morales. Desde el diálogo, diseñar una suerte de Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE) del profesionalismo comunicativo, cultural; desde las virtudes sociales, actitudes que deberán nacer el día de las elecciones, mediante el sello de un pacto de ciudadanía desde la “razón cordial” que es la ética de las sociedad, como nos lo enseña Adela Cortina.
La auténtica transformación libertaria enriquece las instituciones como único patrimonio del pueblo; son los entramados de leyes los que fortalecen las instituciones que son estructura de la organización de la sociedad en todas sus especialidades, económica, cultural, educativa, de salud… precisamente lo que ES la arquitectura de la libertad y la justicia. Es el encuentro dialógico de la ciudadanía, pedernal de la diversidad y la pluralidad, el equilibrio que aconsejó Aristóteles, la “frónesis”. Solo así se dará vida a la aspiración comunicativa de Jürgen Habermas, “los interlocutores válidos”, legitimados por principios y pensamiento que una los pueblos y sus culturas, las tecnologías y su información.
El autoritarismo acecha como serpiente amenazante. No es el escenario al que aspiró el voto. Los sufragios no otorgaron “un trono de malaquita ni un gran manto de tisú”. En política la prudencia es clave de sobrevivencia. La ciudadanía deberá seguir educando a gobernantes. La mayoría enfermos de narcisismo. Secuestrados por el YO. Amantes de las haciendas públicas y los acaparamientos.
La lucha es clara, ciudadanía Vs mercadotecnia electoral, ciudadanía Vs despotismo, ciudadanía Vs gobiernos parciales y tramposos, ciudadanía Vs el sistema educativo y cultural en turno. ¡La ciudadanía sí enfrenta “las causas” verdaderas desde la ética!