La virtud es una muestra pública, frente a los Otros, de los valores en comportamientos. Ahí poseen su calidad moral. Mediante las virtudes se engendra el comportamiento humano virtuoso. La democracia es una virtud, pues se muestra frente al otro. El actual presidente de México nuca fue un demócrata, solo reconoce sus dichos. En la esquina de enfrente escuchó la voz de una candidata perdedora, a la que vilipendió, criticó, basureó, condenó…, esa voz a nombre de un 30% del electorado le dijo a la nación que “las tendencias no le son favorables”, por ende, ni en los cómputos podrá revertirse. Una gran lección democrática. La democracia requiere cultura y ética.
Con gallardía afrontó el revés del cuerpo electoral. Dejó atrás las críticas “ad hominen” de la que fue objeto de la denostación presidencial y de engreídos de redes sociales. Como demócrata asumió su derrota, demostró su resiliencia al aceptar el resultado electoral. Deja la lección al irracionalismo político de la auto llamada izquierda y, desde luego a las nuevas generaciones que le llame el ejercicio de la política. En su discurso de aceptación de los resultados mostró Xóchitl Gálvez, honestidad, esencia de la buena política. En medio de su derrota y de la de muchas y muchos mexicanos su narrativa nos infiere amparar integridad y honestidad. Llamó a seguir trabajando por México.
Es tiempo de empatía, sacar a flote la comprensión y el compartimiento de sentimientos colectivos. Una demócrata supo escuchar la voz de las urnas. Ello demanda mucha calidad de persona, de mexicana, demócrata ética que luchó con denuedo por lograr convencer al electorado. Sabe que ese cuerpo electoral demandó mayorías únicas. Votó por la cancelación del equilibrio del poder público. El electorado que le acompañó ahora espera con paciencia que persista y acompañe con su expertis las nuevas luchas sociales que partirán de cero.
Desde la derrota muestra generosidad. Entonces, a reconstruir las oposiciones desde una nueva concepción de la Patria y de la vida compartida, su actuar es generoso, desde su autocrítica, su desempeño y ilustrarse de sus errores; estos conceptos son eje de su evolución personal y política.
Perdedores y ganadores de las elecciones del pasado domingo tenemos una deuda con la ética política y el honor a la Constitución General de la República: los equilibrios de poder público. Una asignatura fundamental en todo sistema democrático. Los desequilibrios producen despotismo, anarquías, fundamentalismos, y otras atrocidades que dañan a la sociedad, se trata de cualificar la gobernabilidad.
La separación de poderes es alma y espíritu de la democracia, estos poderes deberán funcionar independientes y de manera imparcial. No es sano que un poder asalte o secuestre a otro poder. No olvidemos que controles y contrapesos son componentes que evitan la concentración excesiva de poder en manos de una persona. El poder se desproporciona y es mal visto por la sociedad que la padece ya que es negativo en la toma de decisiones. ¡Ojo! Sin equilibrios se abre el portón de la corrupción, los beneficios personales y de grupo se apoderan del servicio público, deteriora las instituciones y los gobernantes pierden legitimidad, que tratan a toda hora de recuperar mediante la propaganda y la publicidad de su narcisismo.
El electorado definió y se confirmará en los cómputos y, seguramente aminorará el trabajo de tribunales electorales. No es sano que un solo grupo avasalle todos los niveles gubernamentales. Las minorías tienen derecho a voz, principio democrático, las opiniones deberán garantizarse en la toma de decisiones, claro, informadas.
Seguramente será difícil que las oposiciones germinen, pues enfrentarán dificultades de fiscalización y transparencia. No somos una isla en medio del océano, somo vecinos de Estados Unidos de América, ello nos llama a la prudencia política, la buena vecindad se muestra con calidad diplomática y acuerdos que beneficien a México. Sin equilibrios se afecta la estabilidad.
Se eligió una mayoría amplia, deberán comprender que la pluralidad es esencial en una sociedad democrática. Pensamientos que dialoguen y logren acuerdos y consensos que reconozcan y respeten la diversidad como motor de la vida compartida. El derecho a ser diferentes.
El poder mayoritario, no debe, pero si puede, ojalá no ocurra, exterminar los derechos de colectivos minoritarios. La libertad de expresión, igualdad, tránsito, pensamiento, expresión, diversidad, conviene protegerlos sin importar la composición de la mayoría. La mayoría con poder deberá abrir la puerta a las minorías para participar de manera activa en la cosa pública. Para ello está la participación ciudadana y la defensa de sus derechos.
La sociedad electoral mexicana decidió y en ello no hay controversia, para eso es la democracia. El cuerpo electoral premió a Morena y aliados, les dio un cheque en blanco. Respaldó con su voto la forma de administrar la nación en medio de las calamidades nacionales e internacionales, ¡podrán todo! Ojalá que no deshonren ese voto.