CIUDAD JUÁREZ, Chihuahua.- José Luis
Castillo ha tomado un bote con pintura color rosa y una brocha gorda para
pintar un cuadro sobre el que Juana Villalobos sobrepone una cruz negra y
escribe bajo ella: “Justicia. Ni una más”. El símbolo de la desgracia que
sacude a esta ciudad desde hace un cuarto de siglo ahora tiene un destinatario específico,
el Papa Francisco, quien cerrará aquí su primera visita pastoral a México el próximo
miércoles 17.
“Notamos que las autoridades quieren
ocultarle la realidad al Papa, ellos están impuestos a eso. Pero el papa se
tiene que llevar la imagen real de Ciudad Juárez”, explica.
La hija de Castillo, Esmeralda, fue secuestrada
el mayo de 2009 mientras se hallaba en el centro de la ciudad, a unos cuantos
pasos de Catedral. Es un sitio en el que decenas de jóvenes han corrido la
misma suerte desde 1993, el año en el que comienza a contabilizarse el terrible
final de más de dos mil víctimas. El fenómeno, por el cual la Corte
Interamericana de Derechos Humanos sentenció en 2009 al Estado mexicano, es el
opuesto al discurso de justicia y prosperidad que el gobierno ofrecerá a Jorge
Mario Bergoglio.
El punto en el que las familias de
víctimas reiniciaron la pinta de cruces es justo frente al recinto en el que el
Papa sostendrá un encuentro con la elite política y empresarios provenientes de
todo el país. Al encuentro, al que también fueron invitados un grupo
“representativo” de la clase obrera, nadie que disienta del discurso oficial
fue convocado.
La avenida que lo atraviesa, llamada
Tecnológico, será el tramo mayor en el recorrido del pontífice.
Foto: Facebook
“Lo que buscamos es que el Papa vea que
los casos siguen sucediendo y que las autoridades no han tenido interés de
parar esto, ni de investigar”, dice Juana Villalobos, cuya hija de 10 años fue
secuestrada en 1997. A la niña la asesinaron de 16 puñaladas después de
violarla, y su cuerpo fue arrojado a las faldas de un cerro del poniente de la
ciudad. La policía detuvo a dos presuntos culpables, pero tres quedaron
impunes.
“Nunca supe quiénes fueron porque las
autoridades nunca me permitieron ver el expediente del caso. Lo que sé es lo
que las mismas autoridades me dijeron en aquel tiempo”.
Villalobos junto con Castillo y otras
madres de jóvenes desaparecidas y asesinadas se integraron a otras familias de
víctimas en un colectivo al que decidieron llamar Al Encuentro con Francisco. Todos
ellos, desde distintas organizaciones civiles, buscaron una audiencia con
Bergoglio a través de la Diócesis local. Las solicitudes jamás prosperaron bajo
la justificación de que el Papa tenía una agenda extenuante.
El colectivo redactó una carta abierta
en el que interpelan a Francisco.
“Queremos decirte que pese a lo que te
digan políticos y empresarios, esta es una ciudad lacerada por la violencia, la
muerte y el dolor de víctimas y familiares”, le dicen. “Debes saber también que
la ausencia de justicia va profundizando las heridas de una ciudadanía que es
sistemáticamente ignorada por sus gobernantes y que mediante discursos buscan
maquillar la realidad tal y como lo han hecho con las calles y fachadas por
donde pasarás en tu recorrido. La verdad es que Juárez sigue abandonada, a
merced de la avaricia e indolencia de sus autoridades”.
Le piden que haga un llamado “enérgico”
a esa elite, y que se solidarice con quienes la denuncian a pesar de la
amenaza, la tortura y la muerte.
“Buscamos que el Papa
nos vea”
El punto del encuentro del Papa y la
clase empresarial y política tendrá lugar en un gimnasio que pertenece al
sistema de Bachilleres. Desde el fin de semana ese recinto está custodiado por
un centenar de militares y agentes federales armados con fusiles de asalto. La
avenida Tecnológico, así como el resto de la rutas por las que cruzará
Bergoglio están patrulladas por ambas instancias, además de elementos estatales
y municipales.
La imagen de sus caravanas es una
remembranza perturbadora del pasado reciente, en el que la ciudad estuvo bajo
ocupación de las fuerzas armadas [2008-2011] y se registraron unos 10 mil
asesinatos así como 900 feminicidios.
“Puede ser intimidante, pero ya hemos
pasado por todo”, aseguró José Luis Castillo antes de iniciar la pinta de
postes. Castillo fue encarcelado en 2012 junto con su hijo, entonces de 24
años, después de encarar al gobernador César Duarte, cuando inauguró la sede de
la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del Delito por Razones
de Género, en el que se invirtieron 20 millones de pesos. Se les acusó
falsamente de 27 asaltos con arma.
Foto: Facebook
El colectivo inició la pinta de cruces
como única alternativa para hacerse notar, aunque acosados por elementos de la
policía municipal.
“Mi hija está muerta desde el 2002 y
hasta hoy no hay culpables detenidos. Por eso me uno a esta protesta, por eso
no me importa este acoso de la policía”, dice Norma Leticia Rivera. “Lo que
buscamos es que el Papa nos vea, se entere de nosotros, de nuestros casos y que
nos ayude a exigir justicia. Él se va a entrevistas con todos los del gobierno,
y no con nosotros. Así que no nos queda de otra más que pintar las cruces”.
José Luis Castillo sabe de la
trayectoria de Francisco, y su proclividad a romper protocolos. Pinta también
con la esperanza de que haga lo propio y se detenga a escucharlos en algún
momento de su travesía.
“Las cosas son peor ahora que cuando
comencé mi activismo en busca de justicia”, dice Castillo. “La fiscalía de
violencia contra la mujer, por ejemplo, ya no cierra a las 10 de la noche ni
abre a las 9 de la mañana como cuando comenzó. Seguimos llevándoles pistas, elementos
y cosas así. Y ellos no resuelven nada”.