Las deliberaciones del parlamento alemán en diciembre respecto a enviar tropas a una guerra extranjera fueron notables quizá por un aspecto sobre todos los demás: la facilidad con que el gobierno de la canciller Ángela Merkel obtuvo la aprobación para desplegar 1200 soldados alemanes para ayudar en la lucha contra el grupo miliciano que se hace llamar a sí mismo Estado Islámico (EI). El gobierno ganó avasalladoramente una votación en la cámara baja del parlamento, o Bundestag, que debe aprobar todas las operaciones militares. La misión constituirá el despliegue extranjero actual más grande de Alemania. Alemania proveerá apoyo logístico y realizará reconocimientos como parte de la coalición contra el EI encabezada por Estados Unidos, pero los soldados alemanes no participarán en combate.
Incluso los opositores de la iniciativa parecían resignados a una medida que hace pocos años habría sido inaceptable para la mayoría de los alemanes. Stefan Liebich, responsable de la política exterior del Partido La Izquierda, admitió en la víspera de la votación que una protesta que su partido pacifista ayudó a organizar para esa noche tenía pocas posibilidades de afectar el resultado. “Me temo que Alemania está cada vez menos dispuesta a decir no” a los compromisos militares en el extranjero, dijo Liebich a Newsweek.
Por décadas, la mayoría de los alemanes ha sido profundamente escéptica con respecto a construir y usar las fuerzas militares del país. Alemania inició y perdió dos guerras mundiales en el siglo XX, y muchos alemanes sienten que los militares nunca más deberían involucrarse en aventuras allende sus fronteras. Los debates en el Bundestag con respecto a enviar tropas al extranjero a menudo han sido largos y enconosos. Durante la primera Guerra del Golfo, los líderes alemanes decidieron en contra de unirse a los aliados internacionales en la lucha contra el líder iraquí Saddam Hussein.
Pero conforme Alemania se ha convertido en la economía grande y fuerte de Europa, sus líderes están cada vez más abiertos a los llamados de sus aliados a enviar tropas para unirse en compromisos militares en el extranjero. La votación sobre Siria sugiere que la hostilidad pública a tales misiones está disminuyendo. La protesta del Partido La Izquierda cerca de la icónica Puerta de Brandeburgo en Berlín atrajo alrededor de dos mil personas pero, como predijo Liebich, logró poca influencia en el Bundestag, del cual casi 75 por ciento votó el 4 de diciembre para apoyar una campaña contra el EI en Siria.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores tomaron medidas para asegurarse de que las fuerzas militares de Alemania nunca amenazaran de nuevo a Europa y el mundo. Un proceso de reeducación enseñó a los alemanes a ser suspicaces con sus militares, o Bundeswehr. La Constitución limita las actividades militares a la defensa. “Nosotros, los alemanes, hemos sido educados correctamente para ser una sociedad pacifista”, dice Karl-Heinz Kamp, director académico de la Academia Federal de Política de Seguridad en Berlín.
En 1992, Alemania envió un pequeño grupo de médicos militares a Camboya; fue la primera vez que mandó tropas al extranjero en la época moderna, pero mayormente el país practicó la “diplomacia de chequera”, es decir, contribuir financieramente a las acciones bélicas de sus aliados. Pero en 1995, después de que fuerzas bosnio-serbias mataron a más de ocho mil hombres y muchachos musulmanes bosnios cerca de la ciudad de Srebrenica, los alemanes lucharon con la decisión de involucrarse en una guerra europea por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El debate en Alemania se presentó como una decisión entre “no otra guerra” y “no otro Auschwitz”. Alemania contribuyó con la misión de la OTAN con tropas que proveyeron ayuda logística y médica, y promocionó la misión como una operación humanitaria.
Pocos años después, en 1999, Alemania tuvo que decidir si se unía a sus socios de la OTAN en la provincia yugoslava de Kosovo, esta vez sin autorización explícita del Consejo de Seguridad de la ONU. Alemania de nuevo justificó la misión en términos humanitarios, pero los críticos sintieron que la decisión de enviar tropas terrestres y aeronaves para mantener la paz en el sur de Kosovo excedía el mandato escrito del Bundeswehr. Esta era una región donde la Wehrmacht nazi estuvo activa. “Rompió un tabú importante”, dice Liebich.
Desde entonces, a Alemania se le ha dificultado decir no a los llamados de aliados de la OTAN a unirse a misiones extranjeras. Todavía tiene que convencer al público caso por caso, pero eso se ha vuelto más fácil.
En 2001, los políticos al principio justificaron el envío de 1200 soldados como parte de la fuerza de la OTAN en Afganistán como un despliegue con la intención de estabilizar al país en vez de entablar batallas. Aun cuando la misión suscitó protestas, los alemanes creyeron que sus tropas construirían escuelas y entrenarían a los lugareños, dice Klaus Naumann, historiador del Instituto Hamburgo de Investigación Social. Pero cuando los soldados alemanes empezaron a regresar a casa en bolsas para cadáveres (56 murieron en Afganistán), los alemanes ya no pudieron negar que estaban en una guerra.
Desde 1992, Alemania se ha involucrado en más de sesenta operaciones extranjeras, contribuyendo con equipo y tropas en misiones de la ONU y la OTAN en África, Europa y Asia. Alrededor de 40 por ciento de los alemanes encuestados en octubre por la organización sin fines de lucro Fundación Körber dice que el país debería asumir más responsabilidad en conflictos internacionales, arriba del 34 por ciento de enero pasado.
Roderich Kiesewtter, miembro del parlamento por la Unión Cristianodemócrata y exoficial del Estado mayor, cree que Alemania debería involucrarse más en el extranjero, en especial después de los ataques del EI en París en noviembre, pero acepta que ello requerirá de un aumento en la inversión militar. Cincuenta y uno por ciento de los alemanes encuestados en meses recientes apoyan más gasto militar, arriba del 32 por ciento de 2014, según el Instituto Bundeswehr de Ciencias Sociales.
El legado del ultranacionalismo nazi y sus resultantes crímenes de guerra desde hace mucho ha hecho a muchos alemanes vacilar respecto a mostrar públicamente el orgullo por su país. Enviar tropas al extranjero, para la mayoría de los alemanes tiene que tratarse de ayudar a otras personas, no de conquistarlas. “El patriotismo nunca inspirará al pueblo alemán”, dijo Rainer Arnold, experto en defensa del Partido Socialdemócrata, a Newsweek minutos después de que votó por la operación contra el Estado Islámico. “Creo que eso es algo más que bueno”.
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek