El “urbano cavernario” todo lo altera, hace interpretaciones sesgadas, por ejemplo, al prudente lo considera tonto. Lo que falta en la convivencia, en el comportamiento, en la vida diaria es precisamente prudencia. ¿Qué es ser prudente?, ser cauto, cuidadoso; “prudentem” que prevé. Un aclarado, en Sócrates la decisión radica en el filósofo, en Aristóteles permanece “en el hombre equitativo”. [“Sobre la “decisión” en la prudencia de Aristóteles] La “vida justa” se realiza por el prudente; que no se da en la vida contemplativa, sino en la vida práctica de la experiencia, “empereia”. La prudencia aristotélica condensa experiencia y acción. El prudente, no es casualidad que en el libro VI de la Ética a Nicómaco esté dedicada exclusivamente a la prudencia. Aristóteles distingue acción “praxis” y producción “poiesis); para él, el mundo es contingencia: “las cosas pueden ser de otra manera”, cosa que es compartida por la acción y la producción puesto que ambas inciden en el mundo. Las palabras “praxis” y “empereia” significan, etimológicamente, lo mismo. La prudencia está en la acción como comportamiento ético, está a la vera de la experiencia, es decir, recurre al “lógos”, para consumar una diferencia, la técnica como producción racional, y la prudencia como racionalidad de la acción. La prudencia “phrónesis” es acción con discurso: praxis con lógos.
El problema de la prudencia se presenta en situaciones de excepción, por ejemplo, cuando la ley no dice en su texto qué hacer. Es cuando la ética lo dice a través de la prudencia, en tal situación la ley no regula y se pone en riesgo la “polis”, se requiere que el prudente corrija la omisión del legislador. En efecto, el legislador al hacer la ley no puede prever todas las situaciones que pueden presentarse, es entonces cuando la ética se magnifica con el diálogo, por ello la prudencia parte de un juicio deliberativo, pone en consideración de sí mismo y/o del “Otro” lo que se debe de elegir. Si o no, son célula básica de los equilibrios. En la democracia, se debe de elegir una opción de las que compiten, se delibera para hacer gobierno, para decidir lo adecuado, al legislar la Representación Popular delibera o, debería hacerlo, para que las decisiones que nos afectan a todos sean aceptadas. La fórmula prudente es que los ciudadanos deliberan quiénes son sus representantes y la representación delibera para realizar la convergencia popular.
La virtud pende de una elección, y toda elección es un deseo deliberado, aquí está el cruce: la elección es decisión inteligente orientada a un fin, la prueba es que, sin entendimiento, sin reflexión, sin deliberación no hay elección; ahora bien, la prudencia trasciende la justicia, que es insuficiente sin la prudencia de lo justo. La prudencia es la clave del acertijo de todas las virtudes, las cuales siempre, si son virtudes, benefician a los seres humanos. La prudencia debe fundarse en deseo y “lógos”. La prudencia es la convergencia entre el juez que aplica la ley, el gobernante que resguarda la justicia haciendo respetar la ley, el legislador que establece la ley, actúan para proteger a la “polis”. En política la prudencia demanda Estado de Derecho y práctica de valores.
La epifanía de la prudencia es un rostro discreto. El griterío, la entropía, el ruido, la soberbia, el despotismo, la burla, la ironía, el basureo…, son producto de la anemia prudencial. La prudencia es decidida, activa, emprendedora y comprensiva. No se identifica con los aparadores que venden modas y estilos, sino en el comportamiento ordinario, sin embargo, no significa tener la certeza de no equivocarse, el prudente vive en la deliberación de sus decisiones, el ensayo y el error, procesa la duda razonada. De manera normal la prudencia debe de considerar la vivencia, por ello la historia apoya el porvenir; mirar la comprensión de la responsabilidad; ejercitar la alteridad; deliberar con el “Otro”; aceptar los límites; confrontar las circunstancias. Sin duda, las mejores decisiones nacerán de la experiencia, aprendizaje que provee saber y práctica. Por ello la Prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la Justicia, la Templanza, la Fortaleza, que a su vez son fundamento de las virtudes. Aprender o no es nuestra opción. En esa oportunidad se nos presentan moderación, sensatez, buen juicio, paciencia, perseverancia. Ejercitarlos es nuestra responsabilidad. Actuar como persona de Estado exige decidir mediante comportamientos virtuosos. El prudente medita sus pasos, requiere información, analiza y llega a conclusiones que le permiten superar las dudas que le pudieran surgir respecto del mal que se debe evitar y el bien que se debe hacer.
La circunstancia de “Otis” huracán destructor categoría 5 demanda prudencia de Estado. La catástrofe se revela con escasos valores y menos virtudes. ¡Así no es la solidaridad! Las virtudes se muestran con ética aplicada.