Baja California, con su vasta extensión y diversidad geográfica, enfrenta múltiples desafíos, algunos de ellos a plena vista y otros, a menudo invisibilizados por la complejidad de las problemáticas socioeconómicas. Uno de los desafíos más acuciantes, pero menos discutidos, es la convergencia de dos crisis: salud mental y situación de calle.
La intersección entre ambos problemas no es coincidencia. Las calles de Tijuana, Mexicali, Ensenada y otras ciudades de la región albergan a individuos que han enfrentado adversidades que van desde la desigualdad económica que en muchos casos provoca falta de oportunidades de acceso a educación, a la salud, al empleo hasta traumas profundos. Pero lo que muchas veces es ignorado es el rol que la salud mental juega en este contexto.
No es raro caminar por las avenidas principales y toparse con individuos en situación de calle, algunos claramente enfrentando crisis mentales. Estas escenas, que a menudo generan respuestas de indiferencia o miedo, son manifestaciones de una crisis de salud pública que los gobiernos de Baja California no han logrado abordar de manera integral.
La estigmatización de la salud mental es un problema global, pero en regiones como Baja California, se magnifica debido a factores culturales, religiosos y socioeconómicos. La falta de comprensión y sensibilización hacia los trastornos mentales ha perpetuado la idea de que quienes los padecen simplemente “no están haciendo lo suficiente” para mejorar.
Por ejemplo, la migración. En este sentido La especialista Blanca Maldonado González opina que la migración es un factor vinculado a individuos en situación vulnerable que afecta su estado de salud mental., pues esta problemática surge al enfrentar la interrupción de sus metas y el desaliento de no poder laborar en Estados Unidos.
Aunque Baja California ha implementado albergues y programas asistenciales en respuesta a la situación de personas en situación de calle, el aspecto de salud mental sigue siendo insuficientemente atendido. Las instituciones públicas de salud en el estado se ven sobrepasadas en demanda, y los recursos destinados a la salud mental resultan insuficientes. A nivel nacional, del presupuesto federal para salud, solo el 2 por ciento se destina a la salud mental. Esta situación se refleja en los datos del Atlas de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud de 2014, que indica que en países de ingresos bajos y medios hay un trabajador de la salud mental por cada 100 000 habitantes. Asimismo, casi el 50 por ciento de la población mundial reside en países con un psiquiatra por cada 200 000 habitantes. Según datos de la Organización Panamericana de la Salud de 2015, globalmente, solo el 10 por ciento de las personas que requieren atención para problemas de salud mental la reciben. Además, es importante destacar que los trastornos de salud mental representan la principal causa de discapacidad a nivel mundial.
La solución no radica únicamente en proporcionar refugio y alimento. Es crucial que se incluyan tratamientos psicológicos y psiquiátricos adecuados, además de programas de reinserción social. Aun cuando la capacitación para los profesionales de atención médica primaria se ha visto que es muy necesaria para la canalización de efectiva de las personas que necesitan atención para su salud mental, esto ayuda parcialmente ya que la problemática adquiere otra dimensión por las condiciones en las que viven las personas en situación de calle en las que es necesario un enfoque psicosocial más allá de lo asistencial
Para abordar esta crisis entrelazada, es fundamental que en Baja California se adopte un enfoque holístico. Es esencial invertir en capacitación, sensibilización y recursos para salud mental, así como en infraestructura y programas que aborden las causas subyacentes de la situación de calle.
La salud mental y la situación de calle en Baja California no son problemas aislados; son reflejos de desafíos más profundos y estructurales. Es hora de que la región reconozca y actúe ante esta urgente crisis de salud pública. N