La ansiedad puede ser creada por el cuerpo, según un estudio reciente con ratones que puede tener implicaciones significativas para los humanos. La investigación, publicada en la revista científica Nature, demostró que aumentar artificialmente el ritmo cardiaco de un ratón le provoca un comportamiento ansioso.
Los científicos saben desde hace mucho tiempo que los estados emocionales influyen fisiológicamente en nuestro cuerpo. Pero aún no está claro si un aumento en la frecuencia cardiaca por sí mismo puede inducir ansiedad o miedo.
“Este estudio aborda una pregunta persistente que nos ha inspirado en el laboratorio, que se remonta al menos a [el filósofo y psicólogo estadounidense] William James”, dice a Newsweek Karl Deisseroth, autor del estudio de Nature en la Universidad de Stanford. “En 1884, James postuló que los cambios corporales representan emociones, y que la percepción y experiencia del cerebro de estos cambios es la emoción de una manera fundamental.
“Como médico psiquiatra en formación hace 20 años, me intrigaba la epidemiología que relacionaba los trastornos cardiacos primarios con los ataques de pánico”, añade Deisseroth. “Pero no había forma de probar un vínculo causal que surja de anomalías cardiacas, ya que no había modo de controlar específica y directamente la función cardiaca en tiempo real en el comportamiento de los animales”.
Anteriormente, no se podía demostrar que las intervenciones farmacológicas y eléctricas disponibles tuvieran una acción directa específica sobre las propias células del músculo cardiaco.
UN MARCAPASOS OPTOGENÉTICO
“Le tomó a mi laboratorio más de 20 años de desarrollo de optogenética, una forma de controlar células específicas con luz, y en particular una forma rápida y no invasiva de optogenética que desarrollamos durante los últimos tres años para permitir estos experimentos”, indica Deisseroth, quien está afiliado al Departamento de Bioingeniería de Stanford, así como al Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la universidad.
Los investigadores desarrollaron un marcapasos optogenético no invasivo que les permitió controlar con precisión los ritmos cardiacos de los ratones de laboratorio y hacer que sus corazones latieran más rápido, hasta 900 latidos por minuto. Como referencia, una frecuencia cardiaca en reposo normal para un ratón suele rondar los 600 latidos por minuto.
“Encontramos que estimular directamente el corazón a frecuencias más altas provocó aumentos en los síntomas relacionados con la ansiedad, especialmente en entornos potencialmente riesgosos”, explica Deisseroth. “Este efecto fue mediado por la comunicación de la actividad de las células del músculo cardiaco a la corteza insular del cerebro”.
El estudio de Nature demuestra que las células fuera del cerebro juegan un papel importante en el establecimiento de estados emocionales, según explica el especialista.
“Este podría ser un principio general, ya que muchas emociones se sienten en el cuerpo, no solo ansiedad, miedo e ira, sino también emociones positivas relacionadas con la recompensa y el vínculo social”, apunta Deisseroth.
CEREBRO Y CUERPO MUTUAMENTE INVOLUCRADOS
Los resultados del estudio muestran que la corteza insular es la principal área del cerebro involucrada en los procesos descritos, “concluyendo que tanto el cerebro como el cuerpo están mutuamente involucrados en el origen de los estados emocionales”, dice a Newsweek el Dr. Antonio Giordano, presidente de la organización Sbarro Health Research Organisation, con sede en Filadelfia, y quien no participó en el artículo de Nature.
El tema de la relación entre los procesos, en gran medida inconscientes, regulados por el sistema nervioso autónomo (por ejemplo, el latido del corazón, el tracto gastrointestinal, etcétera) y las emociones ha sido un área de debate que se remonta a la teoría de James.
A veces denominada teoría de James-Lange, esta idea postulaba que las sensaciones emocionales son la suma de las sensaciones autonómicas que despierta una actividad, señala Clifford Saper, profesor de neurología y neurociencia en la Facultad de Medicina de Harvard, y quien tampoco participó en el artículo en Nature.
“Según esta teoría, cuando ves un oso, tienes miedo”, añade Saper. “Pero la sensación de miedo la produce la corteza cerebral al ver algo amenazante, provocando cambios en el ritmo cardiaco, la presión arterial, la respiración, etcétera, en respuesta a ver un oso, y esa ‘sensación’ que tienes es la suma de las sensaciones producidas por la respuesta autonómica.
“Este artículo estudia la forma en la que el cerebro reacciona a un estímulo estresante y muestra que la sensación cerebral de los cambios en la frecuencia cardiaca aumenta la respuesta emocional, aunque puede que no sea la única causa. Es un estudio bien realizado por un muy fuerte grupo de científicos”.
HALLAZGOS APLICABLES A HUMANOS
Deisseroth agrega que es “muy probable” que los hallazgos del estudio también puedan aplicarse a los humanos, a pesar de que los ratones no son un modelo perfecto.
“El mismo circuito básico está presente en ambas especies, y la epidemiología humana, la fuente de mi inspiración psiquiátrica inicial, correlaciona fuertemente los trastornos cardiacos primarios y los síntomas de ansiedad, incluidos los ataques de pánico”, dice Deisseroth.
Vasanth Vedantham, profesor de medicina en la Universidad de California, en San Francisco, que no participó en el estudio de Nature, indica a Newsweek que los autores del artículo usaron métodos “innovadores” y que el hallazgo principal en general está “bien respaldado” por los datos.
“El resultado en sí mismo no es necesariamente sorprendente y encaja con el pensamiento actual sobre la relevancia de los estados corporales para determinar el estado de excitación. Lo importante es que los métodos utilizados pueden generalizarse y permitirán una exploración más profunda de los mecanismos, en el corazón y el sistema nervioso, que están involucrados en este procesamiento”, explica.
“Por lo tanto, este trabajo sortea creativamente los obstáculos experimentales en este campo y abrirá un nuevo camino para desarrollar una comprensión detallada de cómo los estados corporales influyen en la mente y sus estados emocionales”.
El estudio proporciona cierto apoyo experimental a la noción de que la relación entre los estados emocionales y el cuerpo implica un flujo de información bidireccional, según Vedantham.
EL CORAZÓN HABLA CON EL CEREBRO
“Estamos familiarizados con la noción de que la información captada a través de los órganos sensoriales (visión, oído, tacto, etcétera) se procesa e interpreta en el cerebro para influir en nuestros estados emocionales. Este trabajo refuerza la noción de que los órganos controlados autónomamente, como el corazón, también transmiten información sobre su estado al cerebro, el cual integra esta información con la de otras fuentes para influir en la emoción. De modo que el cerebro combina la ‘percepción externa’ con la ‘percepción interna'”, expone.
“Es importante destacar que el cerebro también influye en la función de estos órganos, por lo que existe el potencial de retroalimentación. Por lo tanto, cuando tratamos de comprender los factores que influyen en los estados emocionales como la ansiedad, debemos tener en cuenta el potencial de retroalimentación, y podría ser que alterar el estado de un órgano corporal pueda tener efectos importantes de ánimo y que la disfunción de un órgano corporal puede afectar directamente el estado de ánimo a través de estas vías”.
Vedantham también dice que los hallazgos del estudio podrían aplicarse ampliamente a los humanos. Esto se debe a que es probable que el control autonómico de la frecuencia cardiaca y los procesos interoceptivos sean similares entre los dos mamíferos.
“Dado que nuestro acceso a los estados emocionales de los animales no humanos es limitado por razones obvias, el término ‘estado de ansiedad’ se usa para describir el comportamiento del ratón y no es probable que capture las formas precisas en las que usamos el término ‘ansiedad’ con respecto a los estados emocionales subjetivos humanos”, asegura. “Pero el principio general de que los estados corporales influyen en la excitación y la emoción probablemente se aplique a los humanos”.
EVITAR LAS FRECUENCIAS CARDIACAS ELEVADAS
Hay ciertos escenarios en los que los hallazgos de los investigadores podrían aplicarse a situaciones de la vida real, según los expertos. “Muchos entornos naturales provocan frecuencias cardiacas elevadas, y algunos son positivos (como con el ejercicio), pero otros son negativos (como correr para tomar un tren o situaciones relacionadas con la ansiedad)”, expone Deisseroth. “La frecuencia cardiaca elevada en los contextos negativos probablemente contribuya a las emociones negativas de la ansiedad”.
Por ejemplo, correr para tomar un tren aumentaría la frecuencia cardiaca, la presión arterial y la respiración, y esto, a su vez, podría aumentar su ansiedad, señala Saper.
“En el mundo real, nuestros antepasados necesitaban este impulso para alejarse de una amenaza como un oso o luchar contra un atacante”, agrega. “En el mundo moderno, estas respuestas pueden ser menos adaptativas, porque los desafíos que enfrentamos a menudo son cognitivos, en lugar de físicos”.
También te podrías imaginar un escenario que involucre hablar en público, en el que un ataque inicial de ansiedad aumenta el ritmo cardiaco. Esto luego crea un ciclo de retroalimentación que amplifica aún más la ansiedad.
“Uno puede imaginar que el establecimiento de un ‘bucle de retroalimentación positiva’ podría permitir que el cerebro y el cuerpo de un animal respondan de manera rápida y coordinada a una amenaza repentina. Pero el mismo sistema puede producir o amplificar la ansiedad y la angustia, e incluso amenazas percibidas leves bajo algunas circunstancias”, dice Vedantham.
IMPLICACIONES PARA LA MEDICINA
“Estos conceptos pueden explicar en parte por qué algunos pacientes con arritmias pueden experimentar una profunda ansiedad y angustia incluso cuando las arritmias no son lo suficientemente graves como para comprometer la función de bombeo del corazón. De hecho, existe una familia de trastornos conocidos como ‘disautonomías’ que bien podrían implicar una función anormal de los sistemas descritos en este documento, aunque se requerirá trabajo futuro para probar esa idea”.
En teoría, las ideas esbozadas en el estudio de Nature podrían tener implicaciones para la medicina y el tratamiento de ciertos trastornos de salud mental, según Deisseroth. “Muchas personas tienen frecuencias cardiacas elevadas debido a complicaciones médicas y, por lo tanto, la reducción directa de la frecuencia cardiaca puede considerarse un objetivo del tratamiento si los pacientes también tienen síntomas de ansiedad”, explica el experto.
“La mayoría de los tratamientos actuales para la ansiedad actúan directamente sobre el cerebro, pero como resultado tienen efectos secundarios relacionados con el cerebro, que incluyen sedación y adicción. Pero es posible reducir directamente la frecuencia cardiaca con los medicamentos actuales seguros y con terapias cognitivas que se enfocan en regular y controlar las respuestas corporales, incluida la frecuencia respiratoria”.
Gary Small, profesor de psiquiatría y salud conductual en el Centro Médico de la Universidad de Hackensack, quien tampoco participó en el artículo de Nature, dijo a Newsweek que los resultados respaldan la extensa observación clínica de que los síntomas físicos de ansiedad pueden inducir respuestas de ansiedad emocional y conductual.
CONTROLAR LA ANSIEDAD
“Estos resultados respaldan el uso de intervenciones de ansiedad dirigidas a controlar los síntomas físicos —por ejemplo, palpitaciones y dificultad para respirar— asociados con los estados de ansiedad”, indica Small. “Además, educar a las personas sobre los síntomas físicos y psicológicos de la ansiedad les ayudará a reconocer y tratar sus síntomas antes”.
“Claramente, una frecuencia cardiaca rápida exacerba los síntomas de ansiedad”, añade Small. “Si las personas propensas a la ansiedad reconocen los síntomas físicos a tiempo, pueden tomar medidas para aliviarlos y reducir su ansiedad emocional. Luego pueden disminuir su ritmo cardiaco a través de la meditación, ejercicios de relajación o tácticas vagales —es decir, acciones que estimulan el sistema nervioso parasimpático activando el nervio vago—, como toser, pujar como si tuviera una evacuación o ponerse una bolsa de hielo en la cara”.
Los métodos utilizados en el estudio podrían tener una amplia gama de aplicaciones potenciales para la medicina humana, según Giordano. “El objetivo podría ser la evaluación de las interacciones entre el sistema fisiológico en el desarrollo de varias enfermedades y la exploración de nuevos objetivos de terapia”, concluye. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).