La española Irene Vallejo escribió El infinito en un junco como una despedida del mundo literario. Cuatro años después de su publicación, esta obra ha sido traducida a 35 idiomas y ha vendido más de un millón de ejemplares.
Doctora en Filología Clásica de 44 años, estuvo esta semana en Estados Unidos promocionando la versión inglesa de su obra, titulada Papyrus, un recorrido apasionante por los libros y las librerías del mundo antiguo, los primeros transcriptores de la hasta entonces tradición literaria oral, los filósofos, pensadores y los lectores.
“Yo supongo que alguien que aspira a conseguir un éxito literario no se pondría escribir un libro sobre griegos y romanos de 500 páginas que encima se presenta como un ensayo”, dice todavía sorprendida del éxito de su obra en una entrevista a la AFP al final de un viaje de promoción maratoniano que la ha llevado por varias ciudades del noreste del país.
Convencida de que hablaba sobre sus “excentricidades favoritas, apenas compartidas” que empezó a escribir en un contexto cultural “muy apocalíptico”, en el que parecía que “se acababan los libros, la novela y la cultura”, lo escribió “como una despedida de la escritura”.
Y como una “terapia”, ya que su hijo, que nació con una discapacidad, estaba en el hospital: “Necesitaba mantener una relación de pensamiento para que la enfermedad no invadiera toda mi vida”.
Luego llegó la pandemia y el confinamiento. “En ese momento (el libro) te ofrecía una compañía, una voz”, explica, “y como estaba escrito en la atmósfera de un hospital, había un contexto compartido de las circunstancias en las que lo escribí y las circunstancias en las que luego mis lectores se asomaron a él”.
“CON EL ESTUDIO DE LA HISTORIA ENTIENDES CÓMO FUNCIONAN LOS MECANISMOS DEL PODER”
Hoy es un éxito de ventas no solo en España y Latinoamérica. También en Países Bajos, donde van por la 14ª edición, en Francia, Alemania o China. Sin esperarlo, “mucha gente me confía este papel de defender las humanidades”, una “hermosa responsabilidad” para intentar conseguir nuevos espacios y demostrar “que no son abstracciones”, dice Vallejo.
Esta investigadora y divulgadora de autores clásicos, políglota y gran conversadora, cree que el éxito de su libro radica en que habla de la vida cotidiana de una época, de gente anónima, que no resulta fácil de reconstruir porque “las fuentes están muy centradas en éxitos de generales, reyes o mandatarios, que son los que habitualmente la han escrito y se han considerado a sí mismos el centro de esa historia”, sostiene.
Ese saber, dice, puede ayudar a la gente para que no se deje manipular y a entender mejor ciertos fenómenos en una época de gran proliferación de la desinformación y la polarización, así como del acoso, del que fue víctima de niña y ahora en las redes sociales.
“Hay que ser conscientes de que todas las decisiones tienen sus consecuencias y que la mayoría de los problemas que afrontamos hoy, aunque de otra manera y en otros contextos, ya los afrontaron nuestros antepasados, y podemos aprender también de ellos”, dice.
Con el estudio de la historia, “entiendes cómo funcionan muchos mecanismos del poder, de la política, las dinámicas sociales y muchos de los retos que ahora enfrentamos, pues ya se enfrentaron en otras épocas”, lo que permite “encontrar soluciones prácticas a problemas concretos”.
“UN BUEN LECTOR LEE ENTRE LÍNEAS”, DICE IRENE VALLEJO
La única manera en la que podemos intentar anticiparnos a los riesgos del futuro es a través de la experiencia acumulada a lo largo de la historia, asegura.
“El deterioro de las humanidades va en paralelo al deterioro de la democracia”, dice Vallejo, a quien le gusta citar la etimología de la palabra “electoral”, pues lleva dentro la palabra “lector”.
Un buen lector es “alguien que lee la realidad y que sabe sobre todo leer entre líneas lo que está sucediendo, cuáles son los intereses, los mensajes ocultos”, ante la desinformación y la manipulación.
“A eso nos ayuda la historia y para eso nos puede servir la filosofía, para llegar más allá de las meras apariencias, para entender los juegos de fuerza, las tensiones que construye nuestra sociedad pero también la polariza”. Y cita al historiador Tucídides, que decía que por el uso de ciertas palabras “se podía medir la salud de una sociedad”. N