Hay dos frentes abiertos en la lucha contra las enfermedades genéticas: intentar reparar los errores en adultos y modificar la genética de los embriones que albergan errores genéticos para que den lugar a individuos sanos.
Una pequeña alteración en la secuencia de nuestro ADN puede causar una enfermedad. A lo largo de la vida ocurren este tipo de cambios en nuestro genoma, que llamamos mutaciones, provocados tanto por causas externas (radiaciones, agentes tóxicos, etcétera) como internas (errores en el funcionamiento de la maquinaria celular, por ejemplo). Dependiendo de qué zona del ADN se vea afectada por una mutación, las consecuencias pueden ser nulas, leves o graves.
Las mutaciones son accidentes genéticos que ocurren a lo largo de la vida, pero también podemos nacer con uno de estos defectos en nuestro ADN. Estas erratas en el texto de nuestro ADN producen las llamadas enfermedades genéticas, que pueden ser tan variadas como la anemia falciforme, la enfermedad de Huntington o diversos síndromes y tipos de cáncer. Afortunadamente, cada vez estamos más cerca de poder corregir mutaciones, sin embargo, no es sencillo.
Hay dos frentes abiertos en la lucha contra las enfermedades genéticas: uno es intentar reparar los errores en individuos adultos y otro, modificar genéticamente a los embriones que albergan errores genéticos para que den lugar a futuros individuos sanos.
TÉCNICAS DE EDICIÓN GENÉTICA
Las técnicas que se utilizan para afrontar este tipo de retos se llaman herramientas de edición genética (como CRISPR-Cas9 o Prime Editing). Estas sofisticadas metodologías consisten en un conjunto de moléculas coordinadas que viajan hasta el interior de las células y recorren la molécula de ADN buscando la región exacta donde se encuentra el gen (o fragmento de texto de ADN) mutado o erróneo y que se quiere extirpar o reparar. Como si de unas tijeras se tratase, estas moléculas lo retiran, e, incluso, si es necesario, lo reemplazan por otro fragmento que alberga el gen funcional.
El principal obstáculo que encontramos para aplicar estas terapias en individuos adultos es la dificultad de hacer llegar con éxito la compleja maquinaria de edición genética a todas las células que necesitan la reparación.
Pensemos, por ejemplo, en un enfermo de fibrosis quística, una enfermedad genética que afecta a las células del pulmón y dificulta la respiración. Cada célula de nuestro cuerpo tiene dentro una copia de ADN, así que este individuo necesitará tener reparado el gen mutado en todas las células afectadas, es decir en millones de células pulmonares. Es demasiado pedir a la técnica que realice una reparación correcta en un volumen tan grande de copias de ADN afectadas.
CASOS EXITOSOS
Hasta ahora, en adultos, solamente han resultado exitosos los ensayos clínicos realizados en pacientes con enfermedades genéticas sanguíneas. En estos casos, se ha extraído médula ósea del paciente, se ha reparado genéticamente en el laboratorio y se ha reintroducido en el enfermo. El resultado es que las nuevas células de la sangre del paciente nacen sanas a partir de esta médula ósea modificada reintroducida. Sin embargo, este procedimiento es impracticable en un órgano sólido, por ejemplo, en el pulmón de un adulto.
Sin embargo, la edición genética en embriones exige reparar apenas un par de células, las primeras que aparecen cuando se empieza a dividir el óvulo fecundado. Si un error genético se corrige en ellas, las copias de estas células estarán ya sanadas. Recordemos que los billones de células que forman nuestro cuerpo, bien sean de pulmón, corazón, cerebro o sangre, son copias sucesivas de ese óvulo fecundado.
Si se remedia el error en etapas tempranas, la solución se propagará. Evidentemente, es un proceso mucho más sencillo que la reparación en adultos y los ensayos han demostrado que es potencialmente exitoso. Sin embargo, existen todavía algunas incógnitas científicas y sociales que deben ser resueltas.
En III Congreso Internacional de Edición del Genoma Humano celebrado el pasado mes de marzo, los mayores expertos del mundo emitieron un comunicado conjunto afirmando que las herramientas de edición genética deben ser mejor estudiadas antes de su uso clínico extensivo. Argumentan que estas técnicas podrían causar errores inesperados en el embrión con consecuencias nocivas, así que reclaman más investigación antes de su aplicación.
DESPEGANDO Y CON AVANCE VERTIGINOSO
Por otro lado, la mayoría de los países prohíbe la modificación genética de embriones, aunque permiten la de adultos. La explicación es que las alteraciones realizadas en un adulto en sus células sanguíneas, por ejemplo, morirán con él.
Sin embargo, los cambios genéticos realizados en embriones afectan a la totalidad de células del futuro individuo, incluyendo óvulos o espermatozoides, con los que producirán descendientes con esa misma, novedosa, información. La legislación internacional considera de forma unánime que es temprano para que cambios genéticos de laboratorio pasen a formar parte del acervo genético transmisible de la humanidad. Por no hablar de la posibilidad de flirtear con la modificación de otros rasgos genéticos del embrión que no tengan que ver con enfermedades sino con caprichos de los futuros padres. La edición genética está despegando y su avance es vertiginoso, pronto veremos su alcance. N
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Miguel Pita es autor de libros de divulgación científica como “El ADN dictador” (2017) y “Un día en la vida de un virus” (2020). La participación de los firmantes de esta sección se lleva a cabo con el apoyo de Comunicación KrearT. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.