No me cabe la menor duda de que la innovación en el siglo XXI es la clave fundamental para desarrollar un país. Atrás quedarán las economías sustentadas en los recursos naturales no renovables y en la mano de obra barata para dar paso al desarrollo, a la creación, y a las soluciones que impacten positivamente al mundo entero.
Para entrar en esta “nueva economía”, es fundamental contar con sistemas educativos evolucionados que pasen de la evaluación de simples conceptos memorizados, a una educación centrada en la creación; llevando a los alumnos de la educación de simples respuestas, a una donde les enseñemos a pensar y a preguntar, pues para formar innovadores, es necesario desarrollar en nuestros alumnos el pensamiento crítico y analítico, como base de la construcción de nuevo conocimiento.
Pero ¿cómo estamos en innovación en América Latina?
Según el Índice de Innovación Global 2022, Suiza es la economía más innovadora del mundo, seguida de Estados Unidos, Suecia, Reino Unido, y Países Bajos. China ya se acerca al top 10, y Turquía y la India ingresan por primera vez al selecto top 40. Corea del Sur (una economía que hace 5 décadas era más pequeña que la de México), se ubicó en el puesto 6, mientras que México se ubicó en el lugar 58. La innovación es tan importante para un país, que Estados Unidos, por ejemplo, aun ocupando el segundo lugar, ha decidido invertir $300 mil millones de dólares en un plan denominado “Innovar en Estados Unidos”.
Lastimosamente América Latina no está entendiendo la complejidad de este nuevo siglo y la necesidad de cambiar el rumbo utilizando a la ciencia y a la tecnología como base del desarrollo de las nuevas economías para siglo XXI. Mientras que Israel (con 9 millones de habitantes) invierte 4,9 por ciento de su PIB en investigación y desarrollo, Corea del sur 4,8 por ciento, Estados Unidos 2,8, y China el 2,2 por ciento, Brasil gasta el 1,2 por ciento, Argentina el 0,5 por ciento, México solo invierte el 0,3 por ciento, según datos de Banco Mundial.
Nuestros gobiernos y los empresarios también somos culpables de la poca innovación en América Latina, pues únicamente el 2,4% de toda la inversión mundial en investigación y desarrollo tiene lugar en nuestra región; mientras que en Estados Unidos y Canadá se genera el 37,5%, y el 25,4% en Asia.
La disculpa de la mayoría de los mandatarios de América Latina es que no hay recursos para invertir, aunque en el caso de México la decisión pareciera un deseo de retornar al pasado soportando la economía en combustibles fósiles como el petróleo y el carbón, así lo analizó Andrés Oppenheimer en su columna del Miami Herald, al señalar: “… tras visitar una planta alimenticia, López Obrador dijo que estaba consternado de ver -todo automatizado, robots en todas partes-, y que se podrían crear -muchos más- trabajos construyendo caminos. Esa forma de pensar es una receta para el atraso, porque hace a los países cada vez menos competitivos”.
En cuanto a la producción de patentes estamos en una posición similar, según datos de la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) mientras Estados Unidos genera 149.538 patentes en un año, Corea del Sur 110.351, y China 584.891, México solo genera 618 patentes.
Innovar implica estar atento a las necesidades del mundo para buscar soluciones que generen mejor calidad de vida a las personas. Implica sentirse cómodo con el fracaso, habilidad que poco enseñamos en nuestros sistemas educativos, pues estamos acostumbrados únicamente a premiar con 10, a los niños que se aprenden de memoria las lecciones.
Se fracasa para inventar, y al final generar riqueza es la fórmula, y los ejemplos en la historia nos lo muestran. Thomas Alva Edison fracasó 1000 veces antes de inventar la bombilla eléctrica, o Alexander Graham Bell quien también fracasó al tratar de vender su invento del teléfono a la empresa que hoy se llama Western Union; o Brian Acton y Jan Koum creadores de WhatsApp, quienes fracasaron varias veces al acercarse a Twitter y a Facebook en busca de empleo, y al final terminaron vendiendo su empresa justamente a Facebook en 19.500 millones de dólares, evento considerado como el gran fracaso del área de recursos humanos de Facebook quien no supo detectar el talento de estos jóvenes que se ofrecieron como empleados y que al final esta misma empresa los convertiría en millonarios.
Nuestra región necesita entender que mientras no decidamos invertir en ciencia y tecnología y en sistemas educativos acordes al siglo XXI, será imposible mejorar nuestras economías y abatir las tremendas desigualdades que tenemos entre ricos y pobres. Es momento aún de cambiar el rumbo y llevar a América Latina al lugar que merece por su tamaño, ubicación, diversidad, y la juventud de su gente.