Con escuelas, restaurantes y comercios cerrados de nuevo y el miedo a ser confinados en cualquier momento, la capital china, Pekín, es un hervidero de temor y hastío ante el endurecimiento de las restricciones anticovid, casi tres años después del inicio de la pandemia.
En los últimos días, la capital china experimenta un brote nunca visto y decenas de edificios residenciales fueron confinados y las empresas decretaron el teletrabajo. Una gran parte de la población está cansada de las restricciones, que muchas veces son vagas y cambiantes, y cuya duración nunca se anuncia de antemano.
“Estoy harto de todo esto. No hay nadie en las calles”, explica a la AFP Elaine, una joven oficinista. “Quiero salir a cenar y ver a mis amigos, pero es imposible”, añade.
Una francesa que vive en Pekín se encontró atrapada en el departamento de su novio el lunes por la mañana después de pasar la noche. ¿La razón? Uno de los vecinos dio positivo, lo que llevó al confinamiento de todo el edificio durante cinco días.
“Cada noche pensamos que podríamos quedar atrapados en nuestro departamento a la mañana siguiente”, comenta la joven, que desea permanecer en el anonimato para evitar posibles problemas.
“Lo único que nos queda es la libertad de caminar por la calle y respirar aire fresco”, prosigue.
MÁS DE 1,000 CASOS COVID EN PEKÍN
Las filas a veces se extienden a lo largo de decenas de metros frente a los pequeños puestos de pruebas PCR esparcidos por todo Pekín. Los comercios deben operar en medio de restricciones difusas puesto que las directivas no se anuncian claramente en los medios de comunicación.
Son a menudo las administraciones de los barrios que notifican directamente a restaurantes, bares o tiendas el orden de cierre, generalmente de improviso. La ciudad de Pekín anunció este miércoles 23 de noviembre cerca de 1,500 nuevos casos, la gran mayoría cuadros asintomáticos, en una urbe de 22 millones de habitantes.
La capital china nunca había registrado este nivel de contagios desde que comenzó la pandemia, pero esta cota sigue estando lejos de la que registran otros países.
RESTRICCIONES CHINAS PARECEN DESPROPORCIONADAS
Casi tres años después del comienzo de la pandemia, la reacción de las autoridades chinas parece desproporcionada en comparación a la situación de muchos otros países del mundo que conviven con el virus.
Ahora, los habitantes de Pekín temen ahora un confinamiento general, similar al impuesto este año durante tres meses en Shangái, la ciudad más grande del país (25 millones de habitantes).
El episodio se caracterizó por problemas de abastecimiento de alimentos, dificultades de acceso a los hospitales para enfermos con patologías diferentes al coronavirus y manifestaciones de descontento.
En el moderno distrito de tiendas, restaurantes y bares de Sanlitun, en el centro de Pekín, los grandes almacenes cerraron en los últimos días. Por su parte, la zona de Chaoyang, sede de barrio de negocios y que es el distrito más poblado de la capital china, está casi desierto.
La mayoría de los peluqueros, salones de belleza y karaokes cerraron. Una exempleada de un gimnasio abandonó Pekín desde el cierre del local en mayo, durante un brote epidémico anterior que también dio lugar a estrictas restricciones.
“Esta nueva ola de covid ha tenido grandes repercusiones en la vida de las personas, sobre todo para las que trabajan en el sector de los servicios y del acondicionamiento físico”, explica a la AFP Xu, que no desea revelar su nombre completo por miedo a las represalias.
“Muchos de mis antiguos colegas dejaron Pekín porque no tenían ingresos”, detalla.
En el distrito de Dongcheng, el corazón histórico de la capital -donde se encuentran la Ciudad Prohibida y varios ministerios-, hay mesas delante de los restaurantes. Los camareros colocan allí bolsas de plástico con comidas listas para ser enviadas a los clientes por un ejército de repartidores en motocicletas.
Según un empleado de un restaurante, los beneficios del establecimiento disminuyeron 99 por ciento desde que ya no pueden recibir clientes. N