Daniel Scioli, el candidato del Frente para la Victoria, el
partido de Cristina Fernández de Kirchner, ha ganado las elecciones primarias
en Argentina, de voto obligatorio. Scioli se ha impuesto con un 38.09 por ciento de los votos. Sin embargo, la clave
estaba en las diferencias con el segundo, Mauricio Macri, cuya alianza centroderechista
Cambiemos obtuvo el 30.36 por ciento , y con el tercero, el peronismo opositor,
en el que compiten Sergio Massa y José Manuel de la Sota y sumó el 20.57 por
ciento.
El escrutinio se complicó incluso más de lo esperado y aún
no había concluido 15 horas después de cerrar los colegios electorales. Para el
final se quedó la provincia clave, Buenos Aires, donde vota más de un tercio de
los argentinos y donde gobierna Scioli. Este resultado coloca a Scioli como
claro favorito para las elecciones de octubre aunque no logró el ansiado 40 por
ciento que habría convertido la campaña electoral hasta el 25 de octubre en un
paseo. Scioli ha tenido muchos menos votos que Cristina Fernández de Kirchner
en 2007 y 2011 y aún tiene riesgo de perder si hay segunda vuelta y se une todo
el voto de la oposición en torno a Macri.
Todos parecían haber ganado después de una noche de informaciones
cruzadas. El candidato kirchnerista calificó de “contundente” su
victoria, que dedicó a Néstor y Cristina Kirchner. En los últimos años Scioli se ha distanciado muy
claramente de los Kirchner y en especial de la presidenta, que le despreciaba
por considerarlo muy a su derecha, pero a la hora de la verdad ambos pactaron
para unir sus votos y ganarle a Macri y ahora Scioli habla como si fuera un
kirchnerista de toda la vida. Los suyos insisten en que eso solo lo hace para
recolectar el máximo voto posible y que en cuanto tenga el poder hará las cosas
a su manera, como suele decir él.
Mientras los kirchneristas festejaban en el Luna Park, un
lugar mítico de la noche porteña en el que se celebraron grandes conciertos,
veladas históricas de boxeo e incluso se veló el cadáver de Carlos Gardel,
Macri también parecía feliz con la proyección de su resultado. “Se
consolida una alternativa en nuestra querida Argentina”, aseguró. El
alcalde de Buenos Aires intentó pescar votos en todas partes e incluso dijo que
él había “aprendido del peronismo el valor de la justicia social y la
igualdad de oportunidades”.
Todo parecía indicar
que Scioli no alcanzaría el 40 por ciento que deseaba para arrasar y marcar las
presidenciales
El principal objetivo de Macri era que Scioli no superase el
40 por ciento y Cambiemos estuviese por encima del 30 por ciento. Ahí se entra en la zona que
garantiza que habrá segunda vuelta en octubre, una cuestión clave porque podría
unirse todo el voto antikirchnerista en torno a Macri y darle la vuelta a las
elecciones. La Constitución argentina señala que si un candidato supera el 45 por
ciento o saca el 40 por ciento y logra más de 10 puntos sobre el segundo, queda
elegido en primera vuelta. Ese el gran temor de la oposición, que Scioli logre
ese objetivo en octubre.
Los argentinos llevan muchos años, al menos desde 2003, en
los que las elecciones están sentenciadas antes de empezar. El kirchnerismo
arrasó en 2007 y en 2011 prácticamente sin rival. Pero esta vez todo está mucho
más igualado. Por eso, los 32 millones de argentinos llamados a las urnas en
unas primarias, que no son decisivas pero sí marcarán las elecciones de
octubre, votaban en un ambiente de gran tensión entre los partidos, que
movilizaron a decenas de miles de personas para controlar las elecciones. El
opositor PRO de Macri denunció desde primera hora que en varios colegios les
robaban sus papeletas para impedir que les votaran. Las encuestas indicaban que
el peronismo de Scioli se impondría, pero pequeñas diferencias de unos puntos
arriba o abajo podrían dejar todo abierto para las elecciones de octubre.
Elección obligatoria
El PRO de Macri, el que más problemas tiene en el conurbano
de Buenos Aires, corazón del peronismo, asegura que tiene hasta 100 000 por
todo el territorio
Los 32 037 323 argentinos con derecho a voto estaban
obligados por ley a acudir a las urnas, lo que sumado a un sistema de votación
arcaico, con papeletas enormes y complejas —de hasta 1,20 metros— provocaba
enormes colas en todos los colegios. Votar, sobre todo en los alrededores de
Buenos Aires, inundados después de días de lluvia torrencial, era toda una
aventura. El PRO denunció desde primera hora que le estaban robando boletas en
muchas escuelas. “Empezó el robo de boletas, algunos entran flacos y salen
gordos del cuarto oscuro” aseguró Macri, después de votar en una escuela del
barrio de Palermo, aunque después matizó que son “casos aislados”.
Se refería a una práctica frecuente en zonas del conurbano
de Buenos Aires. Las papeletas están dentro del cuarto oscuro, y alguno de los
que entra se lleva escondidas las papeletas de los otros partidos, de manera
que cuando otros ciudadanos ingresan no encuentran la que les gustaría votar.
Otros dirigentes del PRO como Fernando Niembro o Patricia Bullrich también
denunciaron robos de boletas. Para evitarlos, todas las formaciones han
desplegado a decenas de miles de fiscales –interventores-. El PRO de Macri, el
que más problemas tiene en el conurbano de Buenos Aires, corazón del peronismo,
asegura que tiene hasta 100.000 por todo el territorio.
El kirchnerismo
arrasó en 2007 y en 2011 prácticamente sin rival
Y sin embargo, son muy poca cosa al lado del aparato del
peronismo. En la escuela de la calle Descartes, en Grand Bourg, corazón del
conurbano, la única fiscal del PRO iba y venía controlando también otros
colegios. José Luis González, del Frente para la Victoria, el partido de Scioli
y de los Kirchner, asegura que allí no hay ningún problema pero ironiza: “El
que no puede fiscalizar una elección no puede gobernar un país”. Esto es, si
Macri no logra controlar las elecciones en cada colegio, no puede pretender
hacerse con el poder.
Es una idea parecida a la que lanzó Massa, el peronista
disidente que precisamente controla estas zonas del conurbano. “Terminemos con
el cuento de que en la Argentina se hace fraude. Todos los partidos tienen la
responsabilidad de cuidar sus votos. Hay que cuidar el voto de nuestras fuerzas
y el derecho de la gente”, sentenció. Esto es, todos niegan el fraude pero
insisten en que el PRO no debe quejarse sino poner más fiscales. Mientras, la
presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, votó en Río Gallegos, en la
provincia patagónica de Santa Cruz, y denunció que se había llegado a las
elecciones tras una “campaña sucia” por las denuncias por presunto
tráfico de efedrina contra su jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, candidato a
gobernador de Buenos Aires.
En otra escuela de Malvinas Argentinas, un municipio
controlado por la gente de Massa, los fiscales del PRO señalaban que ahí no
había robo de boletas. “Acá no hubo problemas”, aseguraba Juan. “En José C Paz
[otro municipio] sí hubo. Solo había boletas de Scioli y hubo que esperar media
hora a que trajeran las demás”, explicaba Marcelo, otro fiscal de esta
formación. El PRO tiene dificultades para encontrar fiscales y en este caso no
son militantes del partido, sino de un sindicato, el de camioneros, que tiene
un candidato local que ha pactado con el PRO. Por eso ellos son fiscales del
partido de Macri pero para presidente votan a Scioli, porque son peronistas.
Los fiscales entran cada 10 o 15 votantes en las cabinas
para comprobar que siguen ahí las papeletas. A veces las roban, otras solo las
esconden un poco. A los fiscales del PRO les han recomendado que lleven
bolígrafos de distintos colores para firmar los sobres con los que se votan: es
una forma de dificultar aún más el fraude, en el que el sobre es la clave. Por
eso muchos reclaman implantar en todo el país el sistema del voto electrónico
que funcionó muy bien en las elecciones locales de Buenos Aires, en julio. Pero
de momento el peronismo lo ha rechazado y sigue con este sistema que permite
microfraudes y provoca una enorme movilización y coste para evitarlos.
Para impedir el riesgo de quedarse sin papeletas por los
robos, se han impreso hasta cuatro veces más de las necesarias. Carlos Figueroa,
fiscal de los fieles a Massa, ejerce como jefe local a las puertas de la
escuela y asegura que hay hasta 150 fiscales que van y vienen en una escuela
donde votan 4.000 personas. Las calles embarradas de alrededor complican el
acceso, pero la escuela está llena y todo el mundo espera largas colas para
votar. Además de las primarias presidenciales, en las que se podía elegir entre
15 fórmulas distintas, había primarias para las listas de 24 senadores y 130
diputados. Argentina decide su futuro y pese a las múltiples denuncias de
pequeños problemas, todos los candidatos admiten que en este país no hay un
problema de fraude generalizado y desde el regreso de la democracia en 1983 el
ganador nunca ha sido discutido por este motivo.
(Con información de El País)