Imagine que ordena su pizza de pepperoni para la noche del viernes y quien se la entrega se presenta con sólo seis de las 12 rebanadas y aun así quiere el pago completo.
Imagine pagarle a una consultora financiera para que calculen sus impuestos y ellos completan la mitad de sus formularios federales y aun así las envían al Servicio de Rentas Internas.
Imagine que va a su cita anual con el dentista y el dentista le perfora su caries pero no la rellena. ¿Siente dolor?
Todos sentiremos el dolor hasta que los líderes elegidos trabajen juntos en un plan amplio para hacer responsable al gobierno ante, y dependiente de, la gente en vez de ante los grandes donantes de campaña.
Estas escenas rara vez suceden en nuestra vida cotidiana, pero describen con precisión la vida diaria en el Capitolio. A pesar de un salario de 174,000 dólares, los miembros del Congreso hacen el trabajo sólo “medio tiempo”. El resto del tiempo, están buscando dinero para sus campañas de reelección.
¿Cuánto dinero? El costo de postularse a un cargo público se ha disparado. Los expertos predicen que la búsqueda de dinero crecerá a más de 10,000 millones de dólares en 2016. Esa cifra pasmosa es mayor que el costo de las elecciones presidenciales de 2004 y 2008, juntas.
Más allá del precio escandalosamente alto, la elección de 2016 también cambiará las reglas del juego debido a que los candidatos están perdiendo poder ya que más contribuciones de muchísimos dólares para las campañas están impulsando el ascenso de los súper Comités de Acción Política y grupos externos de dinero no declarable. Según The Washington Post, “Casi 4 dólares de cada 5 dólares recabados hasta ahora en nombre de los contendientes republicanos a la Casa Blanca ha ido a parar a grupos independientes en vez de a las campañas oficiales”.
En 1990, yo recabé 850,000 dólares en mi campaña para el Congreso. Entre 1986 y 2012, el costo en promedio de una postulación al Senado aumentó 62 por ciento; el costo promedio de un escaño en el Congreso aumentó un enorme 344 por ciento. En 2012, los titulares de la Cámara de Representantes recabaron un promedio de 2,400 dólares por día en el ciclo de dos años. Los titulares del Senado recabaron un promedio de más de 4,700 dólares por día en seis años.
¿Cuánto del tiempo real de los miembros se dedica a “llamar por dólares”? Por lo general, ellos son trabajadores, honestos, con personalidades tipo A, por lo que en un día típico de 10 horas, podrían dedicar tres horas. En los ciclos electorales durante lo álgido de la batalla, ello podría escalar a más de la mitad de su tiempo.
Pero no termina allí. A los miembros ahora se les “requiere” adicionalmente que recauden dinero para “el partido” y contribuyan a las reservas de fondos del Comité Demócrata de Campañas al Congreso (DCCC, por sus siglas en inglés) y el Comité Nacional Republicano de Campañas (NRCC). Conforme un miembro escala en la jerarquía a presidente de comité o miembro con rango, sus responsabilidades en la captación de fondos se multiplican significativamente. Así, conforme asumen más jurisdicción, influencia y una mayor carga de trabajo legislativo, a la par se ven forzados a dedicar más tiempo a recabar todavía más dinero.
Cuando los legisladores pasan tantísimo tiempo recabando dinero, el resultado es un gobierno disfuncional. Esto impacta directamente en el contribuyente y hace que el gobierno sea más costoso. El tiempo dedicado a cortejar a donantes importantes es un tiempo que no se dedica a las relaciones bipartidistas con otros miembros, o visitar el Pentágono para aprender más sobre un nuevo sistema de armamento, o viajar para ver a pequeñas empresas en sus distritos locales.
El tiempo dedicado a correr tras los grandes donantes es tiempo que no se dedica a encontrar una manera de hacer que un programa de gobierno trabaje con más eficiencia, redactar un proyecto de ley para crear más empleos en EE UU, o participar en una audiencia de un comité de vigilancia para evaluar los retos actuales en Siria e Irak.
El tiempo dedicado en las oficinas del Comité Nacional Demócrata o el Comité Nacional Republicano a rogarles a los millonarios del “1 por ciento” por fondos de campaña es un tiempo que no se dedica a escuchar a los maestros, las enfermeras o los granjeros en sus oficinas en los Edificios Rayburn de la Cámara de Representantes y Hart del Senado.
El costo directo para el público es claro: los funcionarios elegidos no pueden dedicar el 100 por ciento de su tiempo a sus trabajos legislativos. El problema no es ideológico o partidista. Afecta a la izquierda y la derecha, demócratas y republicanos por igual, y le cuesta al contribuyente y ahuyenta a muchos servidores públicos talentosos.
No es sólo un interés vital de todo ciudadano que se arregle este sistema de financiamiento de campañas altamente corrosivo y profundamente tendencioso; podría ser la única y mejor manera de hacer más atractivo, sustancial y gratificante el servicio público para la gente talentosa que anhela servir a EE UU.
Un general de la Guerra Civil una vez dijo que la clave para la victoria en el Teatro del oeste era el río Misisipi: “Era similar a un árbol gigante: quien controlaba el tronco, controlaba las ramas superiores”. El Congreso, como un árbol gigante, ha sido infestado con dinero, y estamos presenciando el deterioro resultante en la rama legislativa.
Los estadounidenses deben pedir a todos los candidatos en 2016 que abracen una agenda amplia para ponerle fin a la búsqueda de dinero para que el Congreso de E.U sea una vez más el órgano representativo de gobierno más grande del mundo.