EN EL DESIERTO de Sonora, en el sur de Arizona, Estados Unidos, donde las temperaturas pueden alcanzar más de 51 °C, la organización sin fines de lucro No More Deaths (No más muertes), con sede en Tucson, administra un campamento de ayuda humanitaria para los migrantes que se dirigen hacia el norte a través de ese paisaje estéril y quemado por el sol.
Como mínimo, casi todas las personas que llegan al campamento sufren de insolación y deshidratación, afirma Sammy Rovner, un voluntario del equipo de comunicación de ese organismo. En los meses de invierno, algunos sufren de hipotermia tras haber viajado a través de las montañas cercanas. Muchos migrantes se presentan con heridas en las rodillas, raspones y ampollas en las plantas de los pies.
Estos son los afortunados. Por que muchos voluntarios se cruzan con los cuerpos de aquellos que no consiguieron llegar.
“Definitivamente no es algo infrecuente”, declara Rovner a Newsweek. “Cosas que son pequeñas y muy tratables, en una parte remota del desierto pueden poner en riesgo la vida”.
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En un informe del Instituto Binacional de Migración (BMI, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Arizona, publicado en abril pasado, se encontró que, a pesar de que se ha producido un descenso general en el número de aprehensiones realizadas por la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), ha aumentado el índice de descubrimientos de restos de personas sin documentos que cruzan la frontera.
Realizado como parte de un estudio conjunto con la Oficina del Médico Forense del Condado de Pima (PCOME, por sus siglas en inglés) a partir de 1990, en la región se recobraron los restos de al menos 3,356 personas sin documentos, un promedio de más de 100 muertes al año.
Para resumir las conclusiones más importantes del estudio, Daniel Martínez, director del BMI, señaló que los hallazgos muestran que esas muertes se relacionan directamente con la militarización de varias porciones de la frontera sur de Estados Unidos. Los restos recuperados por la PCOME fueron hallados en algunas de las porciones más inhóspitas del desierto, por donde nadie había cruzado en 10 o 15 años.
“Hemos visto a cada vez más personas sin documentos que se ven obligadas a cruzar por áreas particularmente remotas y peligrosas del sur de Arizona”, declara Martínez a Newsweek.“Esta es una consecuencia directa de una aplicación más estricta de la ley y de la militarización de la frontera”.
En los 30 años que abarca el estudio, el presupuesto de operación de la CBP se ha incrementado. Martínez afirma que este crecimiento comenzó a principios de la década de 1990, durante la implementación de sus políticas de Prevención Mediante la Disuasión, cuyo objetivo era limitar la migración al dirigir las rutas migratorias a través de algunas de las zonas más peligrosas del territorio de Estados Unidos. Volvió a aumentar en 2001 después del 11/9, y de nueva cuenta durante el despliegue del Sistema de Gestión de Consecuencias, que endureció las penalizaciones legales.
La función del programa de Prevención Mediante la Disuasión al forzar las rutas migratorias hacia el desierto llevó a la creación de varias organizaciones sin fines de lucro, como No More Deaths, que se dedica a reducir el número de muertes de migrantes. Como parte de sus esfuerzos, No More Deaths deja provisiones como agua, latas de frijoles y de atún, así como mantas, en las partes más remotas del desierto.
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Sin embargo, pronto encontraron obstáculos a esos esfuerzos. Rovner declara a Newsweek que la CBP ha roto recipientes de agua enfrente de los voluntarios. En un informe titulado “Interferencia con la ayuda humanitaria”, que es parte de un proyecto más amplio del organismo, denominado Disappeared (Desaparecidos), se encontró que entre 2012 y 2015 se destruyeron al menos 3,586 botellas de agua de un galón en un corredor desértico de aproximadamente 2,071 kilómetros cuadrados cerca de Arivaca, Arizona.
Además de obstaculizar estos esfuerzos, Rovner señala que el trabajo reciente de CBP en relación con el Título 42 ha aumentado la vulnerabilidad de las personas migrantes. Como declaró previamente a Newsweek Josiah Heyman, director del Centro de Estudios Interamericanos y Fronterizos de la Universidad de Texas en El Paso, el Título 42 ha tenido “el efecto de alentar a las personas a entrar, ser aprehendidas, ser expulsadas, y tratar de nuevo hasta tener éxito”.
Rovner añade que las personas aprehendidas en el desierto frecuentemente son dejadas en pueblos cercanos y generalmente pequeños donde no conocen a nadie. Con pocas opciones de refugio, estas personas suelen vivir en la zona, a veces durante semanas, y muchas de ellas deciden intentar cruzar de nuevo el desierto, aunque ahora con una condición física más débil.
Mientras Estados Unidos trata de definir sus próximos pasos hacia una reforma migratoria, Martínez hace énfasis en que durante los últimos 30 años de cambios en la aplicación de las leyes fronterizas, las personas han continuado cruzando, sin importar los peligros del viaje. Aunque este estudio se centró en el desierto del sur de Arizona, piensa que este fenómeno se extiende a otras áreas fronterizas del país y que la situación en general es peor de lo que muestran actualmente los datos.
Mientras que en Arizona la PCOME puede dar seguimiento inmediato a las muertes de las personas sin documentos, en el sur de Texas, donde los condados son más pequeños, menos ricos y donde grandes porciones de la tierra son de propiedad privada, ningún organismo gubernamental tiene la tarea de recopilar datos amplios.
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La Universidad de Texas, en el Centro Strauss de Austin, registró 2,655 casos de muertes de migrantes en el sur de Texas de 1990 a 2020. En las conclusiones del informe se recomienda “agilizar el proceso de registro de muertes de migrantes mediante un mejor mantenimiento de registros, la realización obligatoria de pruebas de investigación y toma de muestras de ADN, además de un aumento en la financiación estatal”.
Aunque los datos reflejan la magnitud de la crisis, Martínez insta a quienes procesan la información a que vean más allá de los números y perciban el aspecto humano de la situación.
“Lo que quiero destacar es que, con frecuencia, es fácil perderse en esas cifras”, declara a Newsweek. “Pero debemos tener en cuenta que se han recuperado los restos de más de 3,350 migrantes en el desierto del sur de Arizona, y que cada uno de esos migrantes es una persona, una persona con familia, la madre de alguien, el padre de alguien, el hermano de alguien, la hermana de alguien, alguien con seres queridos que tienen esperanzas y sueños y que quieren algo mejor para ellos mismos y para sus familias”. N
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek