En las primeras horas del 17 de febrero, tres adolescentes del este de Londres abandonaron sus hogares y abordaron un vuelo a Estambul. Al llegar, aguardaron dieciocho horas en una estación de autobuses antes de cruzar la frontera hacia Siria. El Estado Islámico (EI), mejor conocido como ISIS, había logrado atraerlos a la zona de guerra.
No son los primeros occidentales que se unen al EI ni serán los últimos. Según cálculos recientes, unos veinte mil extranjeros se han sumado al conflicto en Irak y Siria; de ellos, 3400 proceden de Occidente y muchos son jóvenes musulmanes. Lo que impulsa el esfuerzo de conscripción del EI es una hábil campaña de medios sociales que, entre otras cosas, incluye selfies con gatos y videos de decapitaciones. De hecho, Shamima Begum, integrante del trío londinense, se comunicó en línea con un reclutador del Estado Islámico antes de viajar a Siria.
En años recientes, gobiernos y empresas tecnológicas han tratado de neutralizar la estrategia digital del EI, con resultados limitados; pero un grupo está intentado algo novedoso. Affinis Labs, incubadora de startups fundada por Shahed Amanullah, exasesor del Departamento de Estado de Estados Unidos, y Quintan Wiktorowicz, exdirector del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, tiene la misión de conjuntar empresarios musulmanes para construir herramientas de redes sociales que ayuden a combatir el atractivo del Estado Islámico.
A la fecha, la incubadora colabora con ocho negocios. Entre ellos, un sitio musulmán para citas y un “Kickstarterpara musulmanes”, a los que ayuda a desarrollar ideas y emprender el vuelo. Se espera que, en conjunto, estimulen a los musulmanes de Occidente a conocer individuos afines en vez de recurrir a grupos extremistas en busca de un sentido de pertenencia.
“Todos esos negocios acaban con una minúscula parte del problema”, dice Amanullah. “Sé que harán falta miles de negocios, pues hay miles de aspectos diferentes en la identidad de una persona. Pero creo que, colectivamente, haremos retroceder [el EI]”.
El extremismo es uno de los problemas más inmediatos que Affinis Labs intenta combatir. “En parte, la eficacia [de la campaña del EI] estriba en su calidad de orgánico”, prosigue Amanullah. “Esos jóvenes entienden la frustración de la juventud; entienden que las imágenes y los gráficos de Hollywood atraerán a esa gente.”
Para desarrollar nuevas ideas, Affinis Labs organiza hackathons en todo el mundo, desde Abu Dabi hasta Australia. En cada evento, los organizadores plantean un problema —por ejemplo, cómo hacer que una beca islámica tradicional sea relevante para la generación Twitter— y los participantes tienen de tres a cuatro días para proponer soluciones digitales. Al final, Affinis proporciona capital y ayuda para implementar las mejores propuestas.
En este momento, la incubadora trabaja en dos ideas para combatir el Estado Islámico. La primera se denomina One 2 One: app que, en una primera fase, identifica personas que utilizan retórica e imágenes extremistas en medios sociales. En la segunda fase, los creadores capacitan a un grupo de jóvenes musulmanes (los que descargan la app) sobre la manera de alejar a otras personas del extremismo.
La segunda iniciativa es un sitio web denominado “Come Back 2 Us”, cuyo objetivo es crear un tren clandestino digital para personas que desean volver a casa después de haber estado con el Estado Islámico. El sitio permite que amigos y parientes publiquen mensajes para los conscriptos, con la esperanza de evocar una respuesta emocional y convencerlos de desertar. Si los combatientes cambian de opinión, pueden hacer clic en un botón de pánico y proporcionar información que será enviada a contactos gubernamentales, los cuales brindarán ayuda para repatriarlos con seguridad.
El sitio está completamente codificado, pero Affinis Labs aún debe resolver algunos detalles. Por una parte, los creadores quieren asegurarse de que el Estado Islámico y otros grupos no tomen represalias contra amigos y familiares en el sitio; y por otra, quieren garantías gubernamentales de que los combatientes repatriados no serán encarcelados automáticamente. Dinamarca está experimentando con programas de rehabilitación para combatientes del EI que han decidido volver a casa; Holanda ha prohibido su entrada en el país o les obliga a portar dispositivos de rastreo; y Estados Unidos no tiene una política definida. “No podemos convencerlos de regresar cuando seguramente terminarán en la cárcel”, reconoce Amanullah. “Y tampoco creo que debamos condenarlos a muerte o cadena perpetua porque cometieron un error estúpido.” En todo caso, argumenta, los grupos de combatientes reformados serían un activo, pues podrían prevenir a otros jóvenes sobre el peligro de unirse a grupos radicales.
Los fundadores de Affinis Labs consideran que la incorporación de occidentales en el Estado Islámico es no solo un grave problema, sino el síntoma de un conflicto más profundo, pues son pocos los sitios en línea donde los musulmanes jóvenes pueden reunirse para interactuar con personas afines de Occidente. Amanullah explica: “Me parece que una causa importante de la vulnerabilidad de los musulmanes jóvenes [al reclutamiento] es que nadie les ha ayudado a definir su identidad… Por un lado tenemos el EI, que recurre a mensajes simples y astutos; y por el otro, los clérigos, que miran fijamente a la cámara y sueltan un sonsonete de una hora. Uno resuena claramente entre los jóvenes y, por supuesto, el otro no”.
Wajahat Ali lo sabe por experiencia. Coanfitrión de The Stream, programa de Al Jazeera America, recurrió a los medios sociales para lanzar su carrera y labrarse un nicho en el público musulmán joven. “El espacio en línea permite que las comunidades musulmanas pasen por alto las instituciones religiosas y culturales que, en su opinión, no los representan”, explica. Pero, como dice Ali, sin un “Huffington Post musulmán” que introduzca la diversidad musulmana occidental en la conversación general, la comunidad termina enfrentando retratos aberrantes de sí que conducen a la enajenación y la radicalización. “Pero la gran mayoría”, añade, “no busca eso o lo rechaza absolutamente”.
Por lo pronto, Ali y Amanullah afirman que los jóvenes musulmanes del mundo occidental post-9/11 siguen luchando por encontrar su lugar. Y si bien la Internet no es una panacea, podría ser parte de la solución. “Estamos trabajando con un grupo muy talentoso”, asegura Amanullah. “Quiero construir una comunidad [musulmana en línea] con tanto que ofrecer, que nadie quiera abandonarla por una utopía ilusoria.”