Hay movimiento adentro de la ambulancia. La luz interior es demasiado fuerte, lastima. La mujer está tendida en la camilla. Afuera, los representantes de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) discuten sobre quién la acompañará. “Yo no puedo”, dice una jovencita, “ya estuve aquí todo el día”.
Una presencia callada interrumpe toda conversación: vestido de gris claro, con una cruz de madera colgando del cuello, arriba Alejandro Solalinde, fundador del albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca. Paramédicos, voluntarios, empleados de la delegación Coyoacán y de la CDHDF, un par de periodistas y algunos curiosos, se acercan. En ese momento alguien sale de la ambulancia para decirle: “Padre, vamos a trasladar a la embarazada”. Solalinde asiente con calma, como si ya se lo esperara. “Gracias”, dice.
Afuera del gimnasio Ajusco, en la delegación Coyoacán, apenas un viento ligero comienza a darle tregua al calor seco y punzante que se sintió todo el día. Aquí se hospedan los ciento noventa hombres y diecinueve mujeres que acompañaron al padre Solalinde en el Viacrucis del Migrante que salió de Ixtepec, Oaxaca, el 17 de abril, rumbo a la ciudad de México y que se compone por migrantes centroamericanos, todos sin papeles, para permanecer en nuestro país legalmente.
El gimnasio, conocido por los vecinos como Deportivo Durango, se encuentra en la colonia Ajusco de la delegación Coyoacán, en una zona de clase media baja en donde las calles se convierten en colinas que representan verdaderos desafíos para los carros.
Son las nueve de la noche y Solalinde regresa de una larga jornada que comenzó a las diez de la mañana en la Basílica de Guadalupe, en donde ofreció una conferencia de prensa.
También acudió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Ante esta dependencia, él y otros integrantes del Viacrucis presentaron 138 quejas contra el Instituto Nacional de Migración por los hechos del pasado 15 de abril. Ese miércoles en el retén de El Espinal, en Oaxaca, doscientos cincuenta uniformados formaron una valla y buscaron encapsular a los integrantes del Viacrucis. El diario La Jornada, entre otros medios, reportó que a causa del operativo “hubo gritos, empujones, golpes, y un agente de la Policía Federal intentó accionar varios extintores, pero finalmente recibió la orden de no hacerlo”.
Solalinde, en entrevista, describe lo ocurrido así: “Golpearon a treinta personas; la más grave es esta que está ahorita aquí. Imagínese, si esta mujer embarazada, que fue golpeada en ese operativo, pierde su niño, la responsabilidad es del Comisionado [Ardelio Vargas Fosado]”.
La entrevista con Newsweek en Españoltiene lugar en un pequeño cuarto pintado de azul que normalmente funciona como caseta de vigilancia, y en el que se han colocado tres colchonetas apiladas en sustitución de una cama. La puerta está cerrada, pero se alcanzan a escuchar los murmullos y las conversaciones de los migrantes, para quienes se han dispuesto colchonetas a todo lo ancho y lo largo del gimnasio, y cuyas pocas ropas están recién lavadas y tendidas en los barrotes de las gradas de lo que parecen ser dos enormes canchas con piso de duela.
Alejandro Solalinde está casi afónico. Ha estado hablando todo el día, a veces con un megáfono (como en la Basílica), pero la mayor parte del tiempo sin él. Sin embargo, parece que la indignación no le deja callar. Sigue narrando lo que sucedió en el retén de El Espinal:
“No me podía explicar por qué se acumulaba tanta fuerza, por qué tantas unidades de la Policía Federal con armas largas, y también en último momento entró la policía estatal. ¿Por qué tantísimas unidades de Migración y agentes estaban participando en ese superoperativo que se me antojó un operativo de Estado? ¿Cuál era el móvil, cuál era el objetivo? Si los migrantes solamente son irregulares administrativos; les falta un papelito, es todo, pero no son delincuentes. Estaban preparándose como para agarrar al Chapo Guzmán”.
De inmediato, la respuesta a sus propias preguntas la da él mismo, entre carraspeos y toses:
“El objetivo que buscaban era Solalinde. No había otro remedio. Y tenían un Ministerio Público Federal para dar fe y para levantar una denuncia contra mí —es la única explicación que encuentro— por tráfico de personas”.
A la pregunta de Newsweek en Españolde por qué afirma esto, el sacerdote responde que es obvio, que de otra manera, ¿qué haría un Ministerio Público ahí? Y continúa con su argumentación:
“Es el mismo Estado, porque ellos vienen de Gobernación, y es el mismo Estado cuyo presidente, que hoy está bajísimo en las encuestas, está en los suelos, en la lona, me entregó el Premio Nacional de Derechos Humanos. Gobernación y el INM estaban ahí, un operativo para incriminar y dañar a un defensor de los derechos humanos, a un Premio Nacional de Derechos Humanos. Eso todavía no me cabe en la cabeza.”
Contra el Programa
Frontera Sur
El objetivo del Viacrucis del Migrante, de acuerdo con el presbítero, es dar a conocer la situación de humillación y peligro inminente que viven los migrantes centroamericanos en su paso por México rumbo a Estados Unidos, pero también dejar en claro su postura de rechazo hacia el Programa Frontera Sur.
El 7 de julio de 2014, en Chiapas, el presidente Enrique Peña Nieto dio a conocer dicho programa que pretende regularizar el flujo migratorio proveniente de Centroamérica, en particular de Guatemala y Belice. Entre sus principales puntos destacan el otorgamiento de la Tarjeta de Visitante Regional, para estancias no mayores de 72 horas en el país, y la Tarjeta de Visitante Trabajador Fronterizo, para quienes permanezcan durante periodos más prolongados. Sin embargo, según un documento fechado el 10 de julio de 2014, firmado por el Grupo de Trabajo sobre Política Migratoria que integran organizaciones civiles como el Centro Miguel Agustín Pro Juárez, la Coalición Pro Defensa del Migrante de Baja California y la Dimensión Pastoral para la Movilidad Humana, entre otras, esta condición de visitante o trabajador temporal ya existía desde 1997 y está garantizada en la Ley de Migración.
El plan migratorio también establece la implementación de doce retenes fronterizos y cinco Centros de Atención al Tránsito Fronterizo, así como puntos de revisión itinerantes.
Al respecto, Alejandro Solalinde no duda en afirmar que esta iniciativa del gobierno federal “no sirve”. Que “es un mal engendro policiaco operado por peores policías” y que, además, toma como “prioridad la seguridad y no los derechos humanos”.
El mejor ejemplo de que el programa no funciona, en su opinión, es lo que sucedió el pasado 15 de abril en el retén de El Espinal.
INM: policiaco y corrupto
En el centro del problema de las violaciones a los derechos humanos de los migrantes, según Solalinde, está el Instituto Nacional de Migración.
El 15 de enero de 2013, Enrique Peña Nieto designó comisionado a Ardelio Vargas Fosado, cuya carrera se ha desarrollado en organismos de inteligencia, como el CISEN, y de la policía, como la PFP, la AFI y la Policía Federal. Vargas Fosado fue responsable del operativo de 2006 en Atenco, Estado de México, en donde se denunciaron violaciones a los derechos humanos.
“Ahí lo que se necesita es una persona con perfil humanista, que conozca derechos humanos”, dice el padre Solalinde, ya casi con un hilo de voz. Hace unos minutos que tomó una pastilla para aclarar la garganta, pero ahora ya se ha disuelto por completo. Sin embargo, continúa:
“¿Cómo creen que policías de más de cuarenta años de la PGR, que han tenido además una trayectoria de represión, que es la verdad, de repente puedan convertirse en paladines de los derechos humanos?”
Y más allá de las fronteras, afirma el padre, “Migración está agotado. Ya no puede seguirle sacando dinero a Estados Unidos, porque Estados Unidos sabe perfectamente que está tratando con un Estado corrupto”.
Cubanos: botín para migración
Son casi las diez de la noche. Un chico muy joven que trabaja con Solalinde en el albergue Hermanos en el Camino y lo acompañó al Viacrucis entra en la oficina. El padre le pregunta: “¿Ya cenaron?” “Les están sirviendo ahora”, es la respuesta.
Más tranquilo, continúa: “En el albergue hemos trabajado muchísimo por los cubanos. Nos preocupaban mucho. Les hemos dado una sopa de su propio chocolate: hemos rescatado como doscientos cubanos de los de Migración. Porque es de donde sacan más dinero”.
La perspectiva de que estos migrantes tengan familiares en Estados Unidos los convierte en el botín favorito no solo de la delincuencia organizada, sino también de los agentes de Migración. Solalinde afirma tener pruebas de cómo, una vez que están detenidos, les mandan abogados que supuestamente está pagando su familia, y una vez que el migrante, desesperado, firma los documentos según los cuales acepta ser representado por estos abogados, entonces sí llaman a la familia y le cobran cantidades estratosféricas por gastos de defensa.
“Es una cosa tremenda cómo sacan dinero de estos pobres y luego no los quieren. Me queda claro que el comisionado los detesta. Porque son personas que no están acostumbradas a ser tratados como basura, como los tratan ahí. Y entonces se amotinan, y se ponen en huelga de hambre. Él quiere personas dóciles nada más.”
Pero la cosa no para ahí, la tortura también es moneda de uso común contra estos migrantes: “En la estación migratoria de Acayucan, Veracruz, torturaron a unos jóvenes y a un adolescente. Los golpearon y les aplicaron toques eléctricos. Dejaron las paredes llenas de sangre. Nosotros lo vimos. También tenemos documentado eso”.
Migración hondureña: la historia de Wilson
Alejandro Solalinde ya se cansó de hablar. Ya casi no tiene voz, y además, dice que sobre el tema de la migración hondureña, gran parte de la cual se debe a una limpieza étnica contra los garífunas (según él mismo admitió en una entrevista anterior), quien mejor puede informarnos es Wilson Alexi Stothart Machado, él mismo un desplazado de Honduras, que vivió una pesadilla a su llegada a México.
Viste una playera de fútbol que le queda un poco grande. En la zona de aparatos para hacer abdominales y levantar pesas, Wilson cuenta su paso por una cárcel federal en Oaxaca por “incitar” a amotinarse a trece migrantes recluidos en una celda de tres por cuatro metros cuadrados, con un calor de más de 41 grados, en una estación migratoria del Itsmo de Tehuantepec. Fue gracias a que se declaró culpable que, después de estar casi un año y medio preso, Wilson salió de la cárcel federal y comenzó a trabajar en el albergue de Solalinde. Ahí la población migrante que viene de su país le cuenta historias que él ya conocía cuando vivía allá. Poco han cambiado.
“El desplazamiento forzoso de las etnias de Honduras no solo es por el mensaje viral que se produjo en años pasados, que decía que Estados Unidos recibiría a los menores de edad y a las madres acompañadas de menores, y que se les otorgarían papeles inmediatos.”
Con voz clara y fuerte, que contrasta con la de “el padre Alejandro”, como él le llama, Wilson explica que hay una guerra no decretada entre el Estado, el capital económico y las etnias de la región de Centroamérica, “principalmente en el Valle Aguán en el sector de Colón; y en el sector de Atlántida, en la parte de Cortés, donde personas sin escrúpulos, con capital económico, han hecho desplazamientos forzosos utilizando al ejército para quitarle la tierra a quienes verdaderamente les pertenece, que son los oriundos de esas zonas”.
A partir de que se puso en marcha el Programa Frontera Sur, Stothart Machado ha observado también otro fenómeno: la migración circular.
“Cuando se implementó el Programa, como fue una política muy agresiva, se imposibilitó la movilización de los menores y se quedaron encerrados en un desplazamiento circular. Salían de su sector de origen desplazados de forma forzada, llegaban a México, los captaba Migración, los deportaba en un plan de repatriación asistida, que es obligatorio al final del día, y nuevamente intentaban cruzar, y así. Entonces el incremento se mantiene, lo único es que no es tan visible ahora porque se están quedando en el cono sur.”
Wilson también se tiene que ir. Una colaboradora del albergue ofrece disculpas, pero se lo lleva.
Los migrantes se preparan para dormir en sus colchonetas. Algunos usan sus ropas como almohadas. Afortunadamente aún hace calor y no serán necesarias cobijas. Al día siguiente volverán a Ixtepec.