Parecía que la tormenta se ceñía sobre San Lázaro hacia el último año de la actual legislatura, en disputa la presidencia de la Mesa Directiva y la presión hacia el coordinador parlamentario de Morena, Mario Delgado, era más fuerte por la trenza entre el PRI y PT para dirigir el cierre.
Morena abrió plaza en 2018, PAN sucedió hacia 2019 y este inédito 2020 requería precisión quirúrgica, la que se necesita en momentos claves sin apasionamientos. Más cabeza que víscera.
Mario Delgado lo tiene claro, la presidencia de la Mesa Directiva es moderadora, pero el poder de la Cámara de Diputados recae en la Junta de Coordinadión Política, a donde son acordados los puntos a subir en tribuna, donde debe tejerse fino.
Con pericia, el coordinador morenista apaciguó las aguas, respetó el acuerdo de inicio de la legislatura sobre la rotación de partidos en la presidencia, mantuvo al PRI a raya y así conservó para su partido la Junta de Coordinación.
Una carambola de tres bandas que logró a pesar de la fuerza de gravedad de políticos extremistas, quienes no comprenden que al manejarse con astucia se lograrán las iniciativas pendientes en el proyecto de la 4T.
Morena no puede irse al extremo, los desbordamientos llevan una ultra carga de ambiciones personales, como le sucedió al PRD hoy en vías de extinción. Mario Delgado es el fiel de la balanza para enquistar a la izquierda en la travesía precisa y que no se extravíe en rumbos pasados.
México necesita una izquierda moderna, tolerante, abierta y frontal. La que ideó un moderado de mente adelantada a su época como Heberto Castillo y hoy replica Mario Delgado, quien ha sabido sortear las tentaciones del mayoriteo para hacer lo que pocos logran, política de altura.