El candidato demócrata asegura que, si gana las elecciones de noviembre en Estados Unidos, no será “pan comido” para la República Popular.
La furia de Donald Trump por las circunstancias políticas en las que se encuentra actualmente (rezagado en las encuestas mientras se acerca la elección, a la defensiva por su manejo de la pandemia) se ha dirigido principalmente a un solo objetivo: el gobierno de la República Popular de China (RPC).
La lista de quejas parece interminable. Desde luego, uno de los grandes puntos a favor de Trump es que China es la culpable del virus que provoca el COVID-19. El 23 de julio, el secretario de Estado, Mike Pompeo, pronunció un discurso notablemente beligerante, incluso para él, donde argumentó que casi 50 años de relación con la RPC habían sido un error. Entonces, el gobierno intensificó la presión económica en formas que, según los críticos, no tienen relación con ninguna estrategia reconocible a largo plazo. El 17 de agosto, el gobierno anunció que endurecería las restricciones contra la capacidad de la empresa china de comunicaciones Huawei para adquirir chips de computadora en el extranjero. Dos semanas antes, Trump anunció que deseaba forzar la venta, en un plazo de 45 días, de las operaciones en Estados Unidos de TikTok, la popular aplicación de redes sociales de propiedad china. También desea prohibir WeChat, una aplicación de comunicaciones que todo el mundo utiliza en China, pero que es usada en Estados Unidos principalmente por personas de origen chino que hablan con sus familiares y amigos en su país natal. Ninguna de estas compañías representa una amenaza para la seguridad nacional.
Un tema constante para Trump desde el inicio de la campaña ha sido el siguiente: como presidente, Joe Biden sería demasiado suave con China, de forma muy parecida a como él y su jefe, Barack Obama, lo fueron durante su gobierno de ocho años.
Por ello, cabría pensar que Biden estaría a la defensiva y evitaría a cada paso el debate sobre China. Por el contrario, la campaña de Biden planea ahora convertir una posible debilidad en una oportunidad. Presentará la política de Trump sobre China como insensata e ineficaz, particularmente con respecto al comercio debido a que no aporta nada a los trabajadores ni a los consumidores estadounidenses. Los asesores de Biden piensan que la encendida retórica de Trump acerca de China representa una posible ventaja para su campaña: es la oportunidad de presentar al ex vicepresidente como una persona madura y responsable frente a la RPC.
“La retórica y la política [de Trump] parecen cada vez más trastornadas”, señala un influyente asesor de política exterior de Biden que no está autorizado para hacer declaraciones oficiales. “Hay una diferencia entre ser duro y estar trastornado”.
En las próximas semanas, es probable que Biden pronuncie un discurso serio en el que presente su propio punto de vista sobre la RPC. Hará énfasis en la necesidad de trabajar en forma mucho más estrecha con los aliados para presentar un frente unido ante Pekín en distintos temas, entre ellos, las prácticas comerciales depredadoras, el robo de la propiedad intelectual y el espionaje cibernético. “Una cosa es hablar con dureza sobre China, que es lo que Trump ha hecho, y otra es ser efectivo al tratar con Pekín para favorecer nuestros intereses. Pensamos que podemos hacerlo, y explicaremos cómo”, señala el asesor de alto nivel.
¿UNA DEBILIDAD DE BIDEN?
La suposición inicial era que Biden dedicaría mucho tiempo a defender las acciones del gobierno de Obama que, según los críticos, hizo poco para disuadir a China de cometer una serie de abusos económicos. “A Obama parecía importarle principalmente el cambio climático al tratar con Pekín”, afirma Derek Scissors, miembro de alto nivel del Instituto Empresarial Estadounidense de Washington, D. C., de tendencia conservadora. “Asignaron una prioridad muy baja a muchas otras cosas, como el comercio, como el expansionismo [de Pekín] en el Mar del Sur de China”.
Hay algo de verdad en esto. China firmó el Acuerdo de París de 2013, que Obama consideró como un logro notable, pero no acordó ningún mecanismo serio de aplicación. Las emisiones de carbono de China alcanzaron una cantidad récord en 2019 que equivale a la totalidad del aumento de emisiones en todo el mundo, mientras que su inversión en energías renovables ha caído en picada. Por ello, no es de sorprender que el 7 de agosto la comunidad de inteligencia de Estados Unidos haya informado que Pekín preferiría que Biden ganara en noviembre.
En lo que respecta a los asesores de Biden, los líderes de China deberían tener cuidado con lo que desean. Reconocen que, en los inicios de la campaña, el candidato cometió un error al desestimar a Pekín como un competidor económico: “¿Acaso China se va a comer nuestro almuerzo? ¡Vamos, hombre!”, dijo en mayo pasado mientras hacía campaña en Iowa.
Ya desde entonces, han tratado de asegurar a los estadounidenses, y de indicar a China, que él no será presa fácil en la relación con el comercio. Ese esfuerzo adquirió impulso el mes pasado, cuando el candidato publicó una serie bastante detallada de propuestas políticas sobre las relaciones económicas con Pekín, en la que criticaba el enfoque del gobierno de Trump, pero imitaba sus objetivos declarados: una aplicación más estricta del comercio, sanciones más severas para el robo de la propiedad intelectual, castigos al espionaje cibernético.
Los asesores clave de política exterior de la campaña, Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden cuando este era vicepresidente, y Kurt Campbell, antiguo asistente del secretario de Estado para el Este de Asia, habían pedido anteriormente reformas detalladas a las débiles reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), entre ellas, los subsidios para las industrias propiedad del Estado.
En un artículo de alto perfil publicado el año pasado en Foreign Affairs, Sullivan y Campbell escribieron con toda franqueza que la era del “involucramiento” por el involucramiento mismo, que fue, en efecto, la política estadounidense durante cuatro décadas, “ha llegado ahora a un abrupto final”. Pero también afirmaron que China sigue siendo “un socio esencial” en temas como el ambiente, la salud global (incluida la prevención de las pandemias) y la proliferación nuclear. Biden también buscará incrementar los contactos entre organismos militares y “establecer lazos personales, así como un entendimiento de las operaciones de cada una de las partes”. La cooperación en esos temas, al tiempo que se contiene la expansión territorial de Pekín en Asia y su agresión económica, es lo que Biden busca lograr, señalan los asesores.
CONSECUENCIAS NO DELIBERADAS
No es solo la política electoral lo que ha llevado a la campaña a destacar el enfoque de Biden con respecto a China. Había otro público en juego: los asesores señalan que el candidato quería asegurarse de que Pekín comprendiera que de ninguna manera sería una presa fácil. Si bien la RPC podría seguir prefiriendo a Biden sobre Trump, como sostiene la reciente evaluación de inteligencia, no hay duda de que ese mensaje fue recibido. Cui Tiankai, embajador en Washington desde hace mucho tiempo, y cercano al presidente Xi Jinping, pudo ver obviamente la velocidad con la que la relación bilateral se deterioraba.
Un asesor externo pero influyente de Trump con respecto a la política con China, y que tiene una relación con Cui, señala: “El embajador es lo suficientemente inteligente para comprender que ningún candidato puede darse el lujo ahora de ser visto como alguien blando ante China. Y tampoco puede hacerlo ningún presidente. Sin duda, ha comunicado esto a los líderes chinos”.
Es posible que haya algunas consecuencias no deliberadas como resultado de la postura de “no ser pan comido”. De hecho, algunos observadores de China piensan que esto pudo haber dado un impulso a los partidarios de la línea dura de Pekín. Las medidas represivas de la RPC en Hong Kong son cada vez más intensas. Por ejemplo, recientemente, el magnate de los medios de comunicación y partidario de la democracia Jimmy Lai y sus dos hijos fueron arrestados. La represión de los musulmanes chinos en Xinjiang se ha intensificado y ha habido un incremento de la presencia militar de Pekín en el este y el sudeste de Asia. ¿El objetivo? Expulsar a Estados Unidos del Pacífico occidental.
De acuerdo con un académico estadounidense que tiene contacto con el Partido Comunista, los partidarios de la línea dura dicen esencialmente: “La elección en Estados Unidos no importa. [Trump y Biden] son lo mismo. No se molesten en tratar de conservar ningún espacio para un reinicio, no esperen a ver lo que Biden va a hacer. Simplemente actúen”.
PLAN DE BATALLA
Resulta claro que, si es elegido, Biden tendrá que caminar por una delgada línea con la República Popular, sin importar quién dirija la política exterior de su gobierno. Es difícil confrontar a China en relación con el comercio, que es lo que Trump ha hecho, mientras busca cooperar en asuntos serios, como el ambiente y la salud mundial, que es lo que Trump no ha hecho. No está nada claro si Pekín seguirá las reglas del juego.
Los asesores de Biden sobre China van desde personas percibidas como pacifistas, como Susan Rice, posible secretaria de Estado, hasta partidarios de la línea dura como Ely Ratner, vicepresidente del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense, un grupo de analistas de Washington. Si se unen al gobierno de Biden, ellos y otros se centrarán en lo mismo: evitar una peligrosa escalada entre Washington y Pekín.
Si Biden gana, China se librará de que un errático presidente Trump siga guiando la relación con Pekín. Es posible que China no piense que Biden será presa fácil, pero probablemente crea que será más constante y más predecible. Biden cree que es posible competir con China y cooperar con ella cuando convenga a los intereses de ambas partes. Como principio rector para las relaciones entre Pekín y Washington, ello es razonable, pero solo funcionará si China se apega a las reglas. Si no lo hace, el equipo de Biden necesitará un plan B, y este podría ser un plan doloroso que comparte con el niño inmaduro de la casa: Trump.
—∞—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek