“Decidimos que aun si las montañas que nos rodeaban estallaban en enfrentamientos, no iríamos a la guerra”, declaró a Newsweek Mahmoud Diab, un imán suní, en 2012. “Es una guerra sectaria, pero el hecho es que no hay guerra aquí en Malula. En este pueblo no estamos definidos por la religión. Todos nos conocemos entre nosotros. Todos son cristianos y todos son musulmanes.”
La tolerancia había sido una tradición en Malula desde que Santa Tecla, hija de un príncipe pagano y una de las primeras discípulas (y posiblemente esposa) de San Pablo, huyó a estas montañas en el siglo I. Escapaba de los soldados enviados por su padre, quien amenazó con matarla debido a su ardiente fe en su religión adoptada. Santa Tecla estaba exhausta y, al darse cuenta de que su camino estaba bloqueado por las afiladas y rocosas faldas de una montaña, cayó de rodillas, y oró desesperadamente. Según la leyenda, las montañas se abrieron, y ella logró escapar. Malula (Maaloula) significa “entrada” en arameo. Durante siglos, los cristianos y los musulmanes han venido a orar para obtener milagros, pero los residentes de Malula no eran indiferentes a los peligros que los rodeaban cuando visité la región en varias ocasiones entre 2012 y 2013.
“Tengo miedo de la clase de personas que vendrán aquí”, dice Antoinette Nasrallah, estadounidense de origen sirio, originaria de Miami, propietaria de un café en el centro de pueblo. “Tengo miedo de los salafistas.”
Aun así, prevalecía un estilo de vida antiguo en los conventos y monasterios de Malula, situados entre árboles de albaricoque que atraían a los pájaros cantores.
El idilio quedó hecho añicos el 4 de septiembre de 2013, cuando un terrorista suicida jordano voló un camión en un punto de control del ejército sirio a la entrada del pueblo. Ocho soldados murieron. Soldados rebeldes de oposición y yihadistas que luchaban contra el presidente sirio Bashar Assad realizaron un ataque, y la batalla de Malula, un pueblo protegido por la Unesco, había comenzado. El ejército sirio dirigió un contraataque dos días después y recuperó el control, pero la lucha continuó. Los rebeldes tomaron el pueblo nuevamente y esta vez quemaron iglesias y empezaron a expulsar a los residentes cristianos.
En ese momento, casi toda la población de Malula huyó. Algunos fueron a Beirut, lo que constituyó un infeliz recuerdo del horripilante lema que cantaban los miembros de la oposición en los mítines desde el inicio del conflicto: “Los cristianos a Beirut, los alauitas al sepulcro.”
Al final, el gobierno sirio recuperó Malula, pero en noviembre de 2013, más fuerzas de oposición, entre ellas el grupo yihadista Jabhat al-Nusra (la franquicia de Al-Qaeda en Siria), atacaron. Raptaron a doce monjas del monasterio para intercambiarlas por sus combatientes capturados.
Durante casi seis meses, el antiguo pueblo estuvo sitiado nuevamente hasta el 14 de abril de 2014, cuando el ejército sirio, con el apoyo de milicias del Hezbolá apoyadas por Irán, recuperó el control de Malula.
Al recordar el ataque emprendido por los yihadistas, Adnan Nasrallah, de sesenta y dos años, dijo al diario árabe Al Akbar: “Vi a personas que llevaban en la cabeza cintas de Al-Nusra y que empezaron a disparar a las cruces”, y añadió que uno de ellos “le puso una pistola en la cabeza a mi vecino y lo obligó a convertirse al islam y a repetir: ‘No hay más Dios que Dios’.”
“Después bromearon diciendo: ‘Ahora es uno de los nuestros’.”
El ejército sirio todavía controla la mayor parte de Malula, pero solo unas ciento cincuenta familias cristianas han regresado. Muchas casas han sido destruidas por el fuego, y las iglesias y los monasterios muestran los daños provocados por la lucha.
Cuando la Cuaresma y la temporada de abstinencia previa a la Pascua comenzaron en Malula, en el mes de febrero, los escasos fieles se reunieron para orar. Pero ya no ruegan para obtener la cura de sus enfermedades o lograr una cosecha rentable en sus campos. Ahora rezan por sobrevivir, porque saben que cientos de cristianos como ellos han sido raptados y asesinados por el Estado Islámico.
A pesar de ello, se niegan a huir porque Siria es su patria, su hogar. Mahmoud Diab, el imán, ha abandonado el pueblo, pero Antoinette Nasrallah todavía está en Malula. Cuando la llamé por teléfono unas semanas antes de la Pascua, me dijo que la razón era simple: “Es una cuestión histórica”.
En el nombre de Dios
Los cristianos son solo uno de los muchos grupos religiosos en Irak y Siria que han sufrido atrocidades a manos del Estado Islámico (EI), otros grupos armados y el régimen de Assad. Muchos más musulmanes han sido asesinados o expulsados de sus casas. Pero el EI ha pregonado repetidamente sus ataques contra los cristianos, a quienes suelen llamar “cruzados”, como parte de una guerra santa que afirma estar librando en nombre del islam.
En las últimas décadas, estos recientes horrores basados en el prejuicio, la discriminación y la opresión han reducido constantemente la proporción de cristianos en Oriente Medio: de alrededor de 20 por ciento a principios del siglo XX a cerca de 5 por ciento en la actualidad. Menos de 1 por ciento de los más de dos mil millones de cristianos del mundo vive en Oriente Medio, y existe el temor de que la cantidad podría disminuir aún más.
“Algunas de las comunidades cristianas más antiguas del mundo están desapareciendo en las mismas tierras donde su fe nació y se arraigó”, señala el Centro para el Progreso Estadounidense en un informe publicado en marzo. Después de las recientes atrocidades cometidas por el Estado Islámico, dice, “los cristianos han emigrado de la región en números crecientes, lo cual forma parte de un éxodo a mayor plazo, relacionado con la violencia, la persecución y la falta de oportunidades económicas que data de décadas atrás”.
Es difícil obtener cifras concretas sobre los cambios de población en Irak y Siria y sobre las bajas cristianas debido al caos en la región. Millones de personas de distintas religiones han huido, entre ellas, casi cuatro millones de refugiados sirios que ahora viven en Egipto, Jordania, Líbano, Turquía e Irak. Otros seis millones y medio de sirios han sido desplazados interiormente, lo cual quiere decir que la mitad de la población del país antes de la guerra, que ascendía a veinte millones de personas, ha sido obligada a huir de sus casas. En una resolución tomada en marzo por el Parlamento Europeo, en la que se condenan los ataques contra los cristianos y otras minorías, se establece que más de setecientos mil cristianos sirios forman parte de las personas que han huido del país. Antes de 2011, se calculaba que la población de cristianos era de aproximadamente 1.1 millones.
En Irak, la ola más reciente de persecución contra los cristianos comenzó con la invasión dirigida por Estados Unidos en 2003 y la violencia sectaria que le siguió. La población cristiana antes de 2003 podría haber sido de hasta 1.4 millones de personas. Actualmente, se calcula que es de entre 260 000 y 350 000. Muchos cristianos iraquíes se trasladaron a regiones más seguras en el norte bajo el control kurdo, pero ahora el Estado Islámico también los amenaza en esas tierras.
Los informes de las atrocidades en contra de los cristianos, así como el saqueo de santuarios como la tumba de Jonás en Mosul, ocurrido en julio pasado, han suscitado sombríos pronósticos de personas como el príncipe Carlos de Gran Bretaña, quien dijo en febrero que temía que quedaran “sumamente pocos” cristianos en Oriente Medio, de acuerdo con The New York Times. Incluso, algunos occidentales se han unido a las milicias cristianas para defender su fe.
Los problemas de los cristianos en Oriente Medio varían enormemente de país a país, pero las noticias son principalmente malas. En Líbano, por ejemplo, los cristianos constituyen alrededor de 38 por ciento de la población y desempeñan una importante función en la política (aunque muchos de ellos huyeron durante la guerra civil de 1975-1990). En Jordania no hay muchos cristianos, pero tienen garantizados algunos escaños en el Parlamento y, en general, viven seguros, por lo que el país se ha convertido en un refugio relativamente seguro para los refugiados cristianos. En Israel y los territorios palestinos, las pequeñas poblaciones cristianas no suelen ser blanco de la violencia, pero soportan las mismas privaciones que sus vecinos que también están atrapados en el interminable conflicto israelí-palestino.
Egipto tiene más cristianos en Oriente Medio (al menos cuatro millones, principalmente cristianos coptos), y desde hace mucho tiempo se han quejado de la discriminación institucionalizada. Los coptos fueron blanco de ataques después de la Primavera Árabe de 2011, en la que se derrocó al presidente Hosni Mubarak y se llevó al poder a la Hermandad Musulmana en las elecciones de 2012. Multitudes de islamistas atacaron casas, tiendas e iglesias coptas, y se informó que hubo personas muertas y secuestradas. Nadia Abdelwahab, viuda de un musulmán, fue sentenciada a quince años de prisión después de convertirse al cristianismo tras la muerte de su marido. Tales incidentes crearon un ambiente de temor que hizo que emigraran aproximadamente 100 000 cristianos coptos.
Para algunos cristianos, el derrocamiento del presidente egipcio Mohamed Morsi por parte del ejército en 2013 presagió un nuevo principio, afirma el reverendo padre Rafic Greiche, católico melquita y portavoz de la Iglesia católica en Egipto. El clérigo ve razones para el optimismo en el hecho de que el presidente Abdel Fattah al-Sisi, el líder militar que tomó el poder en 2014, visitó la catedral de San Marcos en El Cairo para las celebraciones coptas de la Navidad en enero, en lo que constituyó la primera visita de este tipo por parte de un presidente egipcio.
Pero los cristianos egipcios se vieron sacudidos otra vez cuando el Estado Islámico publicó un video en febrero en el que mostraba la decapitación de veintiún cristianos coptos que habían viajado a Libia por cuestiones de trabajo. En el video se muestra a los hombres vestidos de naranja y arrodillados en una playa antes de ser decapitados, y en un mensaje se refieren a ellos como “cruzados” y prometen que “conquistaremos Roma con el permiso de Alá”, una clara amenaza contra la Iglesia católica romana.
Al-Sisi respondió con firmeza a las decapitaciones, declaró una semana de duelo y puso en marcha ataques aéreos contra el Estado Islámico en Libia.
Resistir o huir
La Primavera Árabe resultó problemática para los cristianos de Oriente Medio, y no solo porque llevó a los islamistas al poder en lugares como Egipto. Las revueltas también desenmascararon el indebido acuerdo que habían hecho muchos grupos de cristianos: respaldar a dictadores a cambio de protección. En Siria, los cristianos habían sido perseguidos históricamente, pero fueron protegidos bajo el régimen de Bashar Assad y el de su padre, Hafez. Esto se debe, en parte, a que el régimen baathista de Assad fue fundado por el cristiano ortodoxo griego sirio Michel Aflaq y a que enfatiza el nacionalismo por encima de la identidad étnica o de la religión. Aunque muchos cristianos asumieron una postura neutral cuando comenzaron las manifestaciones pacíficas en contra de Assad en marzo de 2011, el resentimiento contra ellos permanece. Incluso antes del surgimiento del Estado Islámico, los alauitas y los cristianos fueron blanco de las fuerzas rebeldes sirias.
Samer Massouh, un abogado católico romano que vivió en Homs de 2013 hasta principios de este año, mientras realizaba una investigación sobre los cristianos para la Fundación Friedrich-Ebert de Alemania, dice que los cristianos están bajo la amenaza de todos los grupos de Siria: el Estado Islámico, el régimen de Assad y algunas fuerzas contrarias al régimen. Pero la razón principal por la que los cristianos huyen es la misma que tienen las personas de otras creencias: el colapso total de la economía y de la sociedad civil, la falta de electricidad, escuelas y otros elementos básicos de la vida. Si añadimos a esto la persecución del Estado Islámico, veremos que muchas personas tienen pocas razones para quedarse. “No es algo que haya llegado de repente”, dice Massouh. “Los cristianos en Siria y en todo Oriente Medio viven en sus países con la percepción de que serían perseguidos por siempre. El Estado Islámico vino a confirmar esto.”
En el área que rodea Homs, una posición estratégica para la oposición debido a las rutas de suministro hacia Líbano, se estima que unos 10 000 cristianos han dejado sus casas o han sido desplazados.
Incluso si las personas no están en el frente de batalla, quedarse puede ser un reto desalentador y a veces desgarrador. En Damasco, un domingo de marzo en la iglesia de los Olivos de la Ciudad Vieja, un feligrés de cuarenta y siete años que asistía a misa y que solamente proporcionó su nombre de pila (George), expresa las opiniones de muchos cristianos: “Este es mi país, y no quiero irme”. No obstante, ha enviado a su esposa e hijos a Abu Dhabi.
Nicholas Heras, un analista político que ha realizado un amplio estudio sobre la población cristiana en Siria, piensa que los cristianos son vulnerables porque la mayoría de ellos vive en áreas estratégicas del país: Homs, Alepo, Damasco y sus provincias, donde se desarrollan los enfrentamientos más fuertes. En Alepo, se calcula que unos 30 000 cristianos forman parte de la población que ha huido.
Uno de ellos, un católico griego de diecinueve años llamado Rasha que ahora vive en Beirut, ve pocas esperanzas para los cristianos en Oriente Medio. “Desafortunadamente, estamos muy lejos de una solución”, dice. “Por supuesto, esto hará que los cristianos siempre se sientan amenazados de muerte y temerosos. Sin libertad. Sin seguridad, y a veces desesperados.”
Un día de marzo, en la iglesia de Santa María en Homs, Lamis, una mujer de veintisiete años que también proporciona únicamente su nombre a Newsweek, dice que su hermana se mudó a los Emiratos Árabes Unidos, pero ella no quiere partir, aunque tiene miedo del Estado Islámico. “Si debo morir”, dice, “por lo menos moriré aquí en casa”.
Los cristianos asirios del noreste de Siria han sido blanco de ataques del Estado Islámico en los meses recientes. Más de doscientos cristianos asirios fueron tomados como rehenes cerca de la ciudad de Hasakah en febrero, y las fuerzas del EI tomaron varios pueblos predominantemente cristianos asirios y obligaron a miles de personas a huir.
Hay cristianos preparados para defenderse. Kino Gabriel es el portavoz de una milicia denominada Concejo Militar Siriaco, creado en enero de 2013 para defender al pueblo siriaco, que comprende varios grupos cristianos, entre ellos, asirios, siriacos ortodoxos, siriacos católicos, caldeos y maronitas. En febrero, el Concejo luchó al lado de combatientes kurdos contra el Estado Islámico alrededor de Hasakah. “Trabajamos para mantener nuestra existencia en Siria”, dice Gabriel. “Es nuestra patria. Nuestros antepasados han estado aquí durante los últimos tres mil o cuatro mil años. Si nos fuéramos de aquí, perderíamos nuestra identidad.”
Gabriel habla con amargura del régimen de Assad, dice que este no ha hecho más que debilitar al pueblo siriaco durante los últimos cuarenta años, impidiéndole enseñar su lengua y su cultura. “Para nosotros, es la misma amenaza por parte del Estado Islámico, del régimen y de todos los regímenes que no reconocen las diferencias entre los pueblos”, dice, al tiempo que solicita ayuda militar internacional.
La agresión del Estado Islámico ha sido igualmente feroz en el norte de Irak. “Además de forzar el éxodo masivo de pueblos milenarios, [los militantes del Estado Islámico] destruyen iglesias, bibliotecas y monumentos para eliminar cualquier indicio de que se trata de áreas cristianas”, afirma Sajad Jiyad, director de investigación de Integrity, una consultoría de investigación independiente en Bagdad.
Eso fue lo que ocurrió en Mosul cuando el Estado Islámico tomó la ciudad, en junio de 2014. Antes, bajo el régimen despótico de Saddam Hussein, la ciudad era un santuario, hogar de decenas de miles de cristianos. Pero en Mosul y otros pueblos de la región, el Estado Islámico dio un ultimátum a los cristianos: o se convertían al islam y pagaban un impuesto conocido como jizya, o serían asesinados. Aziz Emmanuel al-Zebari, de sesenta y cinco años, es un católico caldeo que salió de Mosul en 2006 y se trasladó a Ankawa, un suburbio asirio de Erbil, en la región kurda del norte de Irak, donde una estatua de la Virgen María vigila las calles que rodean la catedral de San José. Al-Zebari, catedrático de inglés de la Universidad de Salahaddin en Erbil, afirma que más de ciento 125 000 cristianos de Mosul y de las circundantes Llanuras de Nínive han sido expulsados de sus hogares. Hace una lista de pueblos cristianos que, según afirma, están desiertos: Qaraqosh, Karemlesh, Bartella,Bashiqa, Tel Keppe, Batnaya, Tesqopa, Alqõsh, Sharafiya. “Durante los últimos nueve meses, las campanas de la iglesia han permanecido en silencio, y no hay ni un solo cristiano en esos pueblos y en la ciudad de Mosul”, dice al-Zebari.
William Warda, un asirio cristiano de la Organización de Derechos Humanos Hammurabi en Bagdad, dice que escucha a los cristianos decir que quieren partir. “Les digo que deben quedarse o no tendremos una población cristiana”, dice. “Voy al norte de Irak, y les digo a las personas que se queden en sus pueblos, que no escapen, que resistan. Les digo que sean pacientes. Trato de tranquilizarlas diciéndoles que es una crisis temporal, que pasará.”
¿Pero tiene razón? En el informe del Centro para el Progreso Estadounidense se dice que lo que les ocurre a los cristianos en la región es un indicador de la clase de sociedad que emergerá del caos: “Si uno de los grupos religiosos más importantes del mundo sigue siendo expulsado de Oriente Medio, es una mala señal para el pluralismo, la tolerancia y la capacidad de los habitantes de la región de mantener una interrelación con el resto del mundo”.
Vivir en el limbo
Existe un ejemplo de lo que ocurre cuando una sociedad no logra resolver las diferencias entre personas con carencias diferentes. Tierra Santa todavía es segura para los cristianos, pero el punto muerto en la crisis israelí-palestina hace que la vida sea muy difícil para los pocos cristianos que aún quedan. La reciente reelección del primer ministro Benjamin Netanyahu, quien hizo campaña promoviendo un programa político de línea dura, da pocas esperanzas de alcanzar un acuerdo.
En el distrito que comprende Jerusalén, la ciudad más sagrada para el cristianismo, el número de cristianos se ha reducido a alrededor de 32 000, de acuerdo con Bernard Sabella, profesor adjunto de sociología en las Universidades de Al-Quds y Belén. “Debemos lograr una solución política”, dice. “Todos vivimos en el limbo.”
Raffoul Rofa, director de la Sociedad de St. Yves, un grupo católico de defensa de los derechos humanos en Israel, dice que unas cien familias cristianas a las que conoce han salido recientemente del país. “La inestabilidad social, la situación política, la construcción del muro de separación, la difícil situación económica”, dice. “Es preocupante. Si esto continúa, llegará el momento en que no haya cristianos en Palestina.”
De los cuatro millones de palestinos que viven en Cisjordania y Gaza, solo aproximadamente 2.5 por ciento son cristianos, y las condiciones son aún más difíciles que en Israel.
Samia Khalilieh y su marido viven con sus dos hijos más pequeños en Beit Jala, un pueblo de Cisjordania en la provincia de Belén, el lugar donde, según la Biblia, nació Jesús. Es ortodoxa griega, y la familia cultiva aceitunas en el Valle de Cremisan. La amenaza más reciente para su estilo de vida es la propuesta de Israel de extender sobre sus tierras la barrera de separación que ha construido para aislar a Cisjordania. “Cuando se abra el camino, arrancarán los árboles de olivo, excavarán la tierra y la destruirán”, explica Khalilieh. “Estas tierras son una parte de nuestra vida, de nuestra cultura. Esta es una tradición que ha estado ahí por años, desde nuestros abuelos, nuestros antepasados.”
Khalilieh se pregunta si sus dos hijos mayores regresarán a casa en cuanto terminen la Universidad en Alemania. No está segura de querer que lo hagan. “Amo a mi país, realmente no quiero partir, pero si las cosas van a empeorar aquí, no tenemos otra alternativa”, dice. “Nosotros estamos acostumbrados a enfrentar los problemas de la ocupación. Pero mis hijos, ¿se quedarán aquí, en esta prisión?
“Esta es la tierra de Cristo, pero sin cristianos aquí, es como tener las piedras sin el espíritu, tener todas las iglesias aquí, pero sin el espíritu de la gente.”