En una titánica labor, un servidor secó su cerebro para responder a esta pregunta, en especial antes de que la pregunta obtuviera respuesta contundente. ¿Hay en AMLO un modelo viable de desarrollo para sacar a los más de 60 millones de pobres del país? ¿Tiene la fórmula para una tercera vía dentro de la izquierda?
Al principio me dejé llevar por la ilusión “reformista” y “redentorista” de López Obrador. Pero las lecturas de sus biografías, sus escritos (no escritos por él en la parte que no se repite) y los artículos críticos e incondicionales de su gobierno nos sitúan en la realidad.
Parafraseando a Jeremy Lester en Tercera vía y neoliberalismo (Siglo XXI, México, 2008), la 4T proviene en gran parte de una falta de profundidad teórica y de coherencia que es, además, muy notable en cómo ha dado la impresión de tener menos confianza en sí misma que otras orientaciones políticas o filosóficas; de hecho, no sería una exageración afirmar que su característica principal es la torpeza. Sin duda por esta razón constantemente ha estado expuesta a acusaciones de que es “caprichosa”, “sin auténticas raíces en la izquierda” o, peor aún —por lo que se esperaba de ella—, “oportunista” (donde su nomenklatura adquiere bienes “heredados” en el Registro Público de la Propiedad). La falta de verdaderos puntos de vista fijos o estables ha significado que la naturaleza de cada manifestación de la 4T se haya derivado de su actuación política. Su significación coincide con sus propios actos de enunciación, y estos tienen la capacidad de envolver toda clase de elementos contradictorios. Por algo André Bretton cuando vino a México dijo que era el país del surrealismo.
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Como el Jano de doble cara con el cual se le puede comparar, la noción de 4T frecuentemente ha sido atacada a causa de su manipulación intrínseca, su hipocresía y su falta de sinceridad. Al mismo tiempo, el dios romano al que hacemos alusión metafóricamente también parecía un portal a un nuevo mundo. Así, desde su propia perspectiva, cualquier criterio de éxito o fracaso (o fracaso vestido de éxito, en lo que es genio López Obrador, pues tiene sus propios datos) siempre tiene la capacidad de retratarse como la encarnación de un nuevo comienzo. En otras palabras, siguiendo a Lester, el atributo que más ha sostenido la 4T en el pasado ha sido la capacidad de llenar el vacío estratégico y proporcionar un sentimiento de “renovación”, así como de “novedad”.
Sin embargo, lo preocupante en estos momentos es hasta dónde es posible que la 4T declare que representa algo fundamentalmente nuevo e innovador. ¿Es, como sostienen sus defensores, un nuevo paradigma para pensar y crear políticas que satisfagan nuestra identidad de adaptarnos a un mundo que ha cambiado radicalmente a lo largo de las últimas décadas, parafraseando a Giddens? ¿Representa una trascendencia genuina de modelos y de pensamiento anteriores? ¿O es un fenómeno, utilizando la terminología de Antonio Gramsci, que sigue viviendo bajo la rancia túnica de la historia antigua?
La respuesta a estas preguntas es un relato “manipulado” de la historia de México que se adecúa a la idiosincrasia de los mexicanos. Este es su gran éxito. Y en virtud de su pensamiento binario, el que la rechaza es un conservador, no importa qué represente esta palabra. ¿Nos daremos cuenta a tiempo cuando venga el momento de los votos en 2021? Pregunta difícil de responder.
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Xavier Ginebra Serrabou es maestro y doctor en derecho económico, profesor investigador de las facultades de Derecho, Negocios y de Políticas Públicas de la Universidad De La Salle Bajío y miembro Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.