El valor de un país proviene de producir riqueza y construir un
Estado fuerte, limitado por la ley y responsable frente a los ciudadanos, así
lo ha demostrado la historia alrededor del mundo y a lo largo del tiempo, afirma el investigador Macario Schettino en entrevista para Newsweek en Español.
En los últimos doscientos años, México ha evolucionado en gran
cantidad de leyes, regulaciones y costumbres, pero ha fracasado en la base: el
reconocimiento social a quienes producen riqueza y el desprecio a quienes la
obtienen por privilegios.
Además, de acuerdo con el periodista e investigador Macario
Schettino, estos errores han dañado sobremanera el desarrollo tanto de México
como de la región latinoamericana.
Schettino, quien recientemente publicó el libro El fin de
la confusión, bajo el sello editorial Paidós, explica que
estos errores han derivado, sobre todo, de no seguir el ejemplo de los países
exitosos.
“Lo primero es darnos cuenta de que el crecimiento
económico en el mundo solo existe en los últimos doscientos años, no antes, y la
democracia también. Hay que construirlos, y los países que han logrado hacerlo son
los exitosos de hoy.”
No obstante, México y América Latina no han querido hacerlo
—señala el especialista—, al contrario, prefieren buscar un camino distinto al
crecimiento económico y la democracia porque estos llevan consigo un alta dosis
de incertidumbre, algo que a la región no le gusta.
“En el siglo XIX, en América Latina las naciones están recién
creadas por un grupo de élite, y este, digámoslo así, esclaviza a la población
para extraer los recursos y vendérselos a los europeos. La élite cosecha todo y
la desigualdad crece más que en cualquier otra parte del mundo, por eso
seguimos siendo el continente más desigual del planeta. Ese fue un camino
distinto al de los exitosos”.
Y en el siglo XX la historia se repitió, considera Macario
Schettino: “Recorrimos otro camino diferente, no sé si decirle populista o
corporativo, pero en buena medida es iniciado por México y la Revolución
Mexicana y llega a Latinoamérica. Es un experimento que yo en el libro llamo ‘el
crecimiento agotador’ porque crecimos no porque estuviéramos haciéndolo bien,
sino porque estábamos destruyendo nuestro entorno y ambiente para producir. Pensamos
que eso era el crecimiento, pero no, y el resultado es que hemos destruido este
país”.
Para el investigador, la razón por la cual algunos países
son exitosos y otros no se halla en dos incisos fundamentales.
“El primero es la existencia de un Estado fuerte, limitado
por la ley y responsable frente a los ciudadanos. Y el otro es una población
que celebra a quien produce riqueza y desprecia a quien la produce por
privilegios. Todos los países exitosos del mundo tienen estas dos propiedades,
nosotros no, y eso nos impide ser exitosos.
“Y eso es lo que debemos construir, pero es algo que
tarda, los países europeos tardaron trescientos años, mas una vez logrado, el
crecimiento es muy importante y la democracia es sólida. México empezó a tratar
de hacerlo hace apenas veinte años, y aunque muchos ya quieren ver resultados, es
un camino tardado”.
Explica asimismo que la gran confusión en la que han vivido los
mexicanos consiste en la creencia de que la democracia liberal y el capitalismo
son dañinos, mientras que el comunismo o el nacionalismo revolucionario son favorecedores.
“Estas creencias, estas confusiones, son las que han hecho
que perdamos mucho tiempo. El siglo XX es una tragedia para México, bajamos
nuestra posición en el mundo de cuando estaba Porfirio Díaz a la fecha, hemos
venido cayendo porque hicimos las cosas mal creyendo que las hacíamos mejor que
los demás.”
La Revolución Mexicana, por ejemplo, “fue uno de los
grandes errores porque destruimos una forma de crecimiento que estaba siendo
exitosa, el Porfiriato es el periodo en el cual México es más exitoso en toda
su historia, pero construimos, a cambio, un sistema que nos llevó al
crecimiento agotador y totalmente autoritario; no nos hicimos más democráticos,
se mantuvo la pobreza, no hubo justicia social… Es un gran cuento que nos
costó muchísimo”.
Finalmente, el escritor insiste en que, aunque a paso lento, México
está en la senda correcta rumbo al crecimiento económico y la democracia.
“Repito: necesitamos un Estado fuerte, limitado por la
ley, responsable frente a los ciudadanos, y requerimos celebrar a quien produce
riqueza y despreciar a quien la obtiene por privilegios. De 1997 para acá el
Estado mexicano se ha empezado a limitar por la ley paulatinamente, nos falta
mucho, pero hemos ido avanzando, y también se ha hecho responsable frente a los
ciudadanos, hoy los políticos están preocupados por obtener votos, eso antes no
pasaba, entonces ya avanzamos en eso.
“Además —dice para concluir—, las reformas de los últimos tiempos
quitaron buena parte de los obstáculos que traíamos desde la Revolución. Pero
nos falta continuar el proceso para controlar al Estado a través de la ley. Estamos
ya en el camino, pero tardará, no saldrá de un día para otro”.