Sin duda, el confinamiento traerá desperfectos en la maquinaria social y económica; empero, tengo para mí que no sucederá así en la reflexión que el cerco sanitario posibilitó. Pensar al ser, revisar su ontología, en cuanto ser, calibrar las válvulas de la autenticidad por cuanto a ese ser encontrado y comprendido por él mismo en el mundo y relacionarse con las cosas, pero mantener independencia de carácter, voluntad, epistemología, estética, para no ser manipulado por otro. Un ser para la política, su actividad, que no le permita al “político” ser político, la política es un tema de NOSOTROS. Una prueba de ello es la epidemia de opiniones que han hecho del Covid un personaje de miles de máscaras, los rumores, las metáforas, las mentiras vestidas con verdad tipo biquini, “la curva se aplana, no se aplana, los muertos son reales o son inventados, si el virus es real o es una discurso apocalíptico de la ultra derecha, los dramas cotidianos…”. El rumor siempre logra, la pandemia es un tema colectivo de salud, un monstruo invisible, no un socio empresarial, al final sabremos que de manera involuntaria colaboramos.
La verdad, no podemos explicar de otra manera las voces del autoritarismo, sus discursos imperativos, predicados represivos, de: “nueva normalidad, estado de excepción”, anticipan y demandan comportamientos que nada tienen que ver con los que exige una pandemia. Pronosticamos, opinión pura, que nada volverá a ser como antes, el clamor colectivo es por la temporada baja y alta de Covid-19. Pero qué pasará si no ocurre nada, si nada cambia, incluso, ni el poder ni el tiempo, la mentira la manufacturan eclesiásticos y laicos; también un término medio que hace política y religión al amparo de frases históricas desgastadas, graciosas, huecas, deshilvanadas… Sin duda, la filosofía en primera lectura nada aporta pues lo primero es la salud, todos los artículos protectores de la salud y contra el coronavirus, mercado que aun odiándolo desde el poder público, se maneja en una línea que afecta presupuestos públicos y beneficia cuentas bancarias privadas; no lo digo yo, es un clamor de los profesionales de la salud.
Empero, la filosofía especializada tiene mucho que aportar desde la ética, el laberinto de la introspección que, querámoslo o no, nos presentó de cuerpo y alma enteros, tenemos clara la deshumanización de la vida compartida, de actividades y disciplinas intelectuales, que se propaga más rápido que la pandemia, pero también se tiene claro que las instituciones y la ciudadanía han mostrado solidez y coherencia, a pesar de la falta de ilustración de la clase política. Con luz LED se muestra la dignidad de las personas, basta una prueba: la sociedad ¡resiste, resiste, resiste!, resistir es la clave del carácter. Se presenta hambre y pobreza, y quienes más muestran la solidaridad es la sociedad civil, ¡claro!, la clase política viola el artículo 134, párrafo 7 y 8 de la Carta Magna, les fascina la propaganda y odian la información. El problema no lo resuelven.
El problema es educativo y cultural fuerte, no se pude esperar, tiene que pasar según la ruta de las pandemias no se experimente cambio, positivo, deseable, alguno. La crisis de salud, es más fuerte por la razón la que se volvió un tema político y, en política el diálogo es la solución a todo problema por más escabroso que éste sea. Preveamos no improvisar, es otra ruta ética contra los contagios del virus, primero detonemos el diálogo con y sin el consentimiento de los políticos, incluso de los gobiernos, se trata de rescatar la dignidad de las personas, dialoguemos con pedagogía, nueva, fresca, vigorosa.
Mirémonos hacia dentro, explorémonos, encontrémonos en esta nueva dimensión de la velocidad de la luz y sus arquitecturas tecnológicas, que nos dota de nuevas rutas para la reflexión, salvémonos de la epidemia de las pantallas, evitemos nos secuestren, que no nos trastornen sus imágenes indiscriminadas. Hagamos el esfuerzo último de educar e instruir a las generaciones tiernas, la ecuación es: para educar un niño se requiere de la participación de toda la sociedad, ergo, requerimos una buena sociedad, el profesor solo no puede, ese viejo esquema se perdió con la languidez de la escolástica; dígame Usted que lee estos párrafos, en antaño bastaba con la educación básica para hacer frente a la vida y sus retos, en hogaño, rodeados de rapidez, presas de lo imprevisible, lo inverosímil, la pedagogía nos debe enseñar a adaptarnos al instante como égida del tiempo, una sociedad inteligente es aquella que pone las cosas en orden.
Renaceremos al fin de la pandemia, se habrá de edificar un mundo nuevo, re-hacer la economía con moral y ética distinta, re-hacer los procesos educativos a partir de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; en fin, lograr comprender nuestro-ser-en-el-mundo.