La dictadura puede temblar por unos pocos locos curiosos que aún tiene fe en la humanidad y en el poder de la pluma.
Mientras veía las escenas de la película, con la que tristemente tanto identificaba mi mundo, una terrible crisis ocurría en mi interior. Por un momento dudé de mi vocación, del destino que había elegido, de lo que me apasiona, me pregunté para qué contar historias si la pasividad parece ser el orden imperante y lo mal que estamos hasta causa gracia.
‘La dictadura perfecta’ no es ficción, es cotidianidad. La película nos da pastelazos en la cara y nos permite preguntarnos qué tanto queremos y podemos cambiar. De qué sirve que el director, sus productores, guionistas, actores, creativos y cientos de personas produzcan una película así si en un mes será un recuerdo y los dictados de la dictadura seguirán manejando nuestra vida.
La película causante de esta crisis en mí fue financiada en un momento dado por la mismísima enorme e influyente Televisa (todos han visto alguna de sus telenovelas), y luego por Conaculta, Incine, Fidecine, Eficine… instituciones de vinculación gubernamental. Esto me llamó la atención, por un lado aplaudo el que se apoye a diversidad de proyectos incluso incómodos y que los fondos se den por calidad, no por interés. Pero por otro lado me pregunto si esto no refleja lo poco que temen a la sociedad. ¿Acaso nos están diciendo que tenemos memoria tan corta y acciones tan ineficientes como para no representar un riesgo?
Entonces, ¿por qué ser periodista? ¿Para qué? ¿Por quién? Miro a mis dos naciones, Ecuador y México, una por nacimiento y otra por adopción; veo lo mismo, aunque con caras distintas. Al reconocido periodista y entrevistador ecuatoriano Gonzalo Rosero lo han descalificado en espacios públicos donde la autoridad habla a los ecuatorianos. Los que ostentan el poder usan lo que es de todos para emplear el nombre de esta persona con discursos que exaltan el odio y resentimiento. De Rosero el pecado es no alinearse al régimen, crimen es generar discusión en su programa radial. Para cada tema invita a distinguidos expertos, no quiero decir que siempre tenga la razón, ¿pero acaso no es un derecho el discrepar? Es triste como nos convencen, incluso quienes nunca han escuchado su programa se atreven a burlarse de él. A mi parecer en su libre ejercicio de libertades promueve debate si cuestiona la realidad y pregunta al gobierno. Es incómodo por sus ideas, eso explica que lo traten como un criminal.
Y ahí está la mexicana Lydia Cacho, quien desde la denuncia en 2003 de una red de prostitución infantil en Cancún es perseguida. Dónde estaban sus derechos y garantías cuando ilegalmente la movilizaron de Cancún a Puebla, quién hace justicia a libros como ‘Los demonios del Edén’, cuántas de sus obras hemos leído. Solo desde el extranjero la ONU la designa embajadora “Corazón azul”, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pide medidas de protección a favor suyo. Al parecer todos ven su valor menos nosotros, ella sacrifica su libertad contando lo que no es fácil oír.
La dictadura sigue perfecta; los dos periodistas, para nuestra suerte, siguen vivos. Y es que cuando se habla de periodistas en nuestros tiempos esta sí es una suerte, pues su existencia suele ser incómoda. Nos sorprendemos de la película porque nos muestra nuestro absurdo, nos repite otra vez “así de mal estamos”. Ante la falta de fe y acción, qué más hacer, sino reírnos. No nos dice nada nuevo, siempre hay voces preguntando hasta dónde queremos llegar. Basta leer al colectivo Dromómanos, ganador del Premio Ortega y Gasset de Periodismo por sus reportajes sobre narcotráfico en América Latina. ¿Qué mas puede pasar? Aún están ahí cuerpos en fosas comunes sin nombre y sin quien les haga justicia en Ayotzinapa.
Recientemente el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, empleaba en un discurso, para el asombro de muchos, la palabra “culillo”. Esta palabra dice realmente más de lo que su fonética advierte, y bueno, algunas palabras del diccionario de la Real Academia Española pueden ser particulares como la recién agregada “papichulo”. “Culillo” en el diccionario es perturbación angustiosa del ánimo; a mi parecer vivimos en constante culillo.
Latinoamérica no es tercer mundo porque nos falte algo, aun quiero dudar que seamos los hombres sin pies caminando que dice Calle 13; creo que estamos enteros, pero nos educaron diciéndonos verdades absolutas, nunca nos permitieron generarlas. Ahora nos adoctrinan sobre quiénes debemos ser y qué tan mal debemos estar, mientras nosotros aplaudimos desde abajo reafirmando el poder del que está arriba con nuestra ingenuidad o desinterés. ¿Cuál es peor?
Sí soy y quiero ser periodista porque, aunque exista corrupción, si todo estuviera perdido para qué existir. No todos los periodistas han olvidado su labor, si fuera así los gobiernos y grandes poderes no tendrían necesidad de matar o perseguir. ¿Por qué serian incómodos para ellos? Sin periodismo no hay democracia ni libertad. Son estos seres los que a veces dejan el culillo atrás y nos cuentan hasta lo que no queremos oír, nos dice dónde estamos y hacia dónde vamos. La dictadura perfecta puede temblar por unos pocos locos curiosos que aún tiene fe en la humanidad y en el poder de la pluma. No, la dictadura no es perfecta porque aún existe quien la cuestione.