Líbano apenas se recuperaba de su propia guerra civil cuando los bombardeos yihadistas hicieron añicos su frágil situación de paz.
Las calles de Hamra, un bullicioso distrito de Beirut, están atestadas los jueves por la noche. Es el inicio del fin de semana en el Oriente Medio, el momento en que los amigos se reúnen en los cafés y las cafeterías para celebrar el final de la semana laboral.
Aunque este no es un vecindario predominantemente cristiano, las luces navideñas rojas y blancas acaban de encenderse.
Los fines de semana son populares en Beirut. Las peluquerías están llenas. La música y las risas resuenan desde las ventanas de los automóviles. Los restaurantes están llenos, a pesar de la crisis económica.
Sin embargo, tras los dos bombardeos suicidas ocurridos el martes, que destrozaron las paredes de hormigón de la embajada iraní en los suburbios del sur, matando a 23 personas, entre ellas un diplomático iraní, e hiriendo a 146, existe una clara tensión subyacente.
Los bombardeos suicidas en esta parte del mundo suelen provocar represalias. Un día después de los ataques, la organización Hezbollah, el “Partido de Dios” chiíta apoyado por Irán, advirtió que podría haber más ataques similares a los bombardeos suicidas.
“Pero somos libaneses. Nadie va a quedarse en casa debido a las bombas”, señala Hosam, que posee y dirige una pequeña empresa en la ciudad. Nacido al principio de la guerra civil libanesa en 1975, Hosam y su familia han vivido antes el conflicto sectario.
“La guerra se prolongó hasta 1990, así que vi personas asesinadas durante toda mi infancia y adolescencia”, dijo. “Fue una época terrible. ¿Puede ver el centro de Beirut ahora? Es hermoso. Pero recuerdo la guerra. La Línea Verde, [que dividía la parte oriental y occidental de Beirut,] las balas, y los perros que comían cadáveres en la calle”.
Hosam no desea que sus dos pequeños hijos sufran la sangrienta infancia llena de bombardeos que él tuvo que soportar. Y a pesar de ello, siente que con las crecientes tensiones entre suníes y chiítas y la prolongación de la guerra en Siria, toda su familia pronto se verá afectada.
Los bombardeos fueron los primeros en tener un objetivo iraní, y los más graves ocurridos en los suburbios del sur, desde que comenzó el conflicto en Siria, que lleva ya 32 meses. La embajada se ubica en lo profundo del feudo de Hezbollah, cuyos combatientes apoyan actualmente al régimen del Presidente Bashar al-Assad en la guerra civil de Siria.
En unas cuantas horas, la brigada de Abdullah Azzam, apoyada por al Qaeda se jactaba en Twitter, reivindicando completamente el ataque. El jeque Sirajuddin Zurayqat dijo que los ataques en Líbano continuarían a menos que los combatientes de Hezbollah salieran de Siria.
La brigada de Azzam, el grupo yihadista suní, tiene su sede en Líbano pero mantiene relaciones con los saudíes. Éstos, junto con otros grupos suníes que apoyan a los rebeldes sirios, están cada vez más inquietos por la ayuda que Hezbollah e Irán proporcionan a Assad. Este fin de semana, los rebeldes perdieron Qara, otra ciudad estratégica al norte de Damasco, y han resentido mucho sus pérdidas.
Hace un año, los libaneses no creían que podían ser arrastrados por los problemas de su vecino. “Hemos visto demasiada guerra. Nunca volveremos a experimentar esto”, respondió María, maestra cristiana de Trípoli, al norte de Líbano, cuando le preguntamos si la guerra podía regresar a su país.
Pero esta semana, la imagen de cuerpos carbonizados, huesos fracturados y familias que buscan a sus seres queridos cerca del sitio del bombardeo suscita amargos recuerdos de la guerra civil. Ese conflicto dejó profundas cicatrices. Quebrantó el espíritu de muchas personas, destruyó ciudades, desmembró familias y envió a miles de libaneses al exilio.
“Líbano está siendo arrastrado hacia el conflicto sirio. La generalización de la guerra es inconfundible”, señaló el profesor Hilal Khashan de la Universidad Americana en Beirut.
Khashan cree que los autores eran evidentemente “yihadistas de Siria que cruzaron la frontera”. Afirmó que este es el primer bombardeo suicida en Líbano desde 1983, cuando, hace casi exactamente 30 años, se produjeron dos ataques contra los cuarteles generales de los infantes de marina estadounidenses y del ejército francés, matando a 299 militares de ambos países.
“Participar en bombardeos suicidas no es una práctica libanesa”, dijo. “Por ello, resulta claro que las explosiones del miércoles enviaron un mensaje a Irán para que redujera su apoyo al régimen sirio”.
Los ataques de 1983 tuvieron lugar en el apogeo de la guerra civil libanesa, cuando Beirut era una maltrecha primera línea de combate. Actualmente, ha sido reconstruida para convertirse en una ciudad capital pujante y llena de colorido. Los hoteles boutique circundan lo que alguna vez fue la Línea Verde.
Los centros comerciales de diseñador están atestados de gente bonita. Y durante los meses de verano, los exclusivos clubes de playa abundan en las costas. Vecindarios como Hamra o Gemmayze están llenos de jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando la guerra civil terminó.
Pero sus padres y sus abuelos vivieron todo aquello. El bombardeo del martes es un sangriento símbolo del mayor conflicto sectario regional, y esto es lo que ellos más temen.
“El ataque echará leña al fuego del sectarismo”, señaló Albert Mansour, exministro de defensa libanés. “Estos inocentes fueron asesinados en un acto del terrorismo despiadado”.
Líbano es pequeño país que comparte una larga frontera con Siria. Diariamente, una multitud de refugiados sirios cruzan esa frontera, desestabilizando el frágil y fracturado mosaico de Líbano. Esta semana, han huido de la lucha en Kalamoun, en el interior de Siria. La semana anterior, más de 13 000 personas cruzaron hacia Líbano. Más de un millón se encuentra ya en el saturado país.
Algunas facciones suníes libanesas que apoyan a los rebeldes sirios usan las áreas fronterizas como rutas de suministro y como base en la retaguardia. Arsaal, al noreste de Líbano, es la sede de los yihadistas. Está convirtiéndose en tierra de nadie, justo al otro lado de la frontera de Kalamoun.
Este es el segundo bombardeo ocurrido en los meses recientes en los suburbios del sur de Beirut. El primero ocurrió el 15 agosto, haciendo añicos los somnolientos días del verano. Ese bombardeo podría haber estado ligado con el brutal impulso del ejército del gobierno sirio, apoyado por Hezbollah, para retomar la ciudad de al-Qusayr. Esa ciudad había sido un punto estratégicamente importante para los combatientes y luchadores suníes que cruzaban la frontera.
¿Pero por qué atacar la embajada iraní? De acuerdo con Zaid Ibrahim, miembro de los Comités Locales de Coordinación de la Revolución Siria, “Tal vez el objetivo de esta operación sea incrementar la popularidad de Irán y Hezbollah en Líbano”, dijo. “Debido a sus recientes pérdidas de puntos importantes en Siria”.
Una cosa está clara: el bombardeo ha arrastrado a Líbano mucho más hacia el conflicto sirio de lo que le gustaría estar.
“Mientras Líbano esté dentro de Siria”, dijo un diplomático europeo, “Siria estará dentro de Líbano”.
La mayoría de las personas tienen miedo a las represalias, en la forma de más bombardeos, esta vez por parte de Hezbollah contra objetivos suníes. Pero a Khashan le preocupan más los efectos a largo plazo sobre Líbano.
“Se trata de un acto de desesperación”, dijo. “Realmente no logra cambiar las realidades en el terreno”.
Los cuerpos desmembrados y muertos que yacen entre los escombros también hacen recordar un oscuro capítulo del pasado que la mayoría de los libaneses desearía olvidar.
“Los libaneses han aprendido su lección”, afirma Khashan. Pero el bombardeo “puede revivir terribles sentimientos y recuerdos sectarios”.