“Defenderé a Israel porque es mi derecho”.
“Un día nuestro padre decidió que teníamos que regresar a nuestra tierra y así lo hicimos”. Dina es mexicana de nacimiento, creció en Ocotito, Guerrero, y al cumplir los 15 años se despidió de México para nunca volver.
Sus padres le llevaron, junto con sus siete hermanos, a Israel donde hoy, asegura, no se irá y defenderá hasta la muerte el derecho que tiene como judía de estar en lo que ella llama “su tierra, su hogar”.
De origen campesino, que no humilde, nos cuenta que en el pueblo su padre era propietario de varias hectáreas, tantas como el tamaño de Israel, que creció en medio de guardaespaldas para ir a la escuela y que ahí aprendió lo que es vivir con miedo.
Sin embargo, a Israel su padre solo pudo traer mil dólares en el bolsillo, pues a pesar de ser el dueño de casi todo el pueblo, no logró vender sus tierras. Así que salieron heredando una fortuna a la familia que dejaron atrás.
Hoy Dina vive junto con 800 familias más en Eli, una colonia de judíos israelíes. Dilma nos cuenta que a ella no le molesta convivir con los árabes, que prácticamente se ven al asomarse por la ventana, pero el problema es que hoy, más que las barreras, son los años de diferencias lo que lo divide.
Lejos de hablarnos de odio, enfrentamientos o separación, esta mexicana ya adaptada a esta forma de vida, asegura que para convivir en paz necesitan respetarse; aunque lo cierto es que de esto no hay mucho. Su asentamiento está en la colina y los árabes al pie de la montaña, a ambos grupos los separa un estrecho camino que comparten y continuamente son agredidos.
A Dina eso no le importa, tampoco que continuamente quieran entrar a robar a su casa, porque ella debe estar en el lugar donde está, en su hogar, donde están sus verdaderas raíces.
Sus padres murieron poco después de que llegaron a esta tierra hace 30 años. Fueron recibidos en un Kibutz, las tradicionales comunas, donde compartieron por igual el pan y la sal con otros tantos integrantes de la diáspora que regresaban a casa. A la muerte de los padres, los siete hermanos se trasladaron a un asentamiento ubicado en una de las zonas más conflictivas de Israel. En la parte baja de la montaña habitan más de un millón de árabes y como ella nos cuenta, no son muy afines a sus pocos vecinos judíos.
Dina se casó aquí y tuvo tres hijos a los que educó basándose en los principios que aprendió de ‘su pueblo’. Viven en la misma zona desde hace años, en lo que en los medios se conoce como los “territorios en disputa”, en la orilla de la línea verde, la línea que divide a dos pueblos: palestinos e israelíes.
La zona, de bajo costo, se compone de centenares de casas que se confunden con el color del desierto. Para ellos, la idea es no romper la armonía del paisaje, aunque en realidad es el camuflaje de lo que se han convertido: verdaderos escudos humanos que viven en la primera línea de fuego y donde es común que impacten los proyectiles iraníes que lanzan sus vecinos palestinos.
Con una sonrisa serena, Dina platica que en medio de esta zona árida ella escogió dedicarse a la compra y venta de flores naturales, a estudiar cerámica y a criar a sus hijos. El tema de volver a México no le provoca ningún sentimiento ni lo contempla y si a caso extraña algo, son los mangos de su región, nada más.
Israel es su nación y tiene que defender su territorio, pero aclara que será a través de la no agresión. No convive con los árabes pues explica que los tiempos se han complicado. “Antes de la ‘intifada’ convivíamos, ahora nos tememos los unos a los otros, nos guste o no, así es la realidad”. Mantener la paz, así, en minúsculas, la del día a día, no es tan sencillo. Ambas partes quieren la tierra y ambas la defienden con argumentos históricos, políticos y por supuesto religiosos.
Detrás del rostro afable, hay un temor constante que ronda su cabeza y es que las autoridades israelíes decidan evacuar esta zona, la de Cisjordania, tal como ocurrió en la Franja de Gaza en 2005. De ser así, Dina asegura que sabe cómo será. “Ofreceré una taza de café a los soldados y saldré sin pelear, ni gritar, ni disparar un sólo tiro, pero eso sí, seré la última”.
Hannia Novell es periodista y conductora del noticiario Proyecto 40. Twitter: @HanniaNovell