Un apellido legendario, guardado por décadas en las vitrinas del museo de la memoria del México postrevolucionario, está una vez más en boca de todos: Cárdenas.
Se trata, por supuesto, del apellido del general que llegó a ser presidente de México y quien dio un salto a la inmortalidad al decretar la expropiación petrolera de 1938: Lázaro Cárdenas, uno de los grandes nombres de la lucha por la soberanía nacional.
Hoy, en pleno debate por la iniciativa de reforma que en materia energética ha presentado el gobierno de Enrique Peña Nieto, el apellido Cárdenas se ha convertido en un tema recurrente no solo por la memoria de la expropiación, sino porque los bandos en disputa han utilizado la figura del general para justificar posturas encontradas.
La iniciativa del gobierno federal ha recogido un párrafo del decreto de la expropiación petrolera para avalar la propuesta de cambios a la ley, mientras que la oposición de izquierda ha acusado al equipo de Peña Nieto de utilizar la figura de Cárdenas para confundir a la opinión pública desvirtuando el sentido original de las palabras del michoacano ilustre.
Y justo cuando ese debate comienza, otro Cárdenas reconocido, uno que ha hecho de la lucha por un México mejor su propósito de vida, resurge para fijar los puntos sobre las íes en torno a la postura nacionalista de la defensa del petróleo.
Sí. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el hijo del general, el tres veces candidato presidencial de la izquierda, vuelve a la escena pública para plasmar por escrito, y en las plazas públicas, el sentir de buena parte de los mexicanos en materia de política petrolera.
Cárdenas Solórzano (Ciudad de México, 1934) era apenas un niño pequeño cuando su padre expropió y nacionalizó la industrie petrolera de México. Su memoria tal vez no tenga presente ese momento decisivo, pero lo cierto es que el entonces niño fue creciendo envuelto en el aura de una familia respetada por la decisión del padre, y convencida de la importancia de que el país fuera soberano en materia energética.
Por eso unos días después de comenzado el debate en los medios sobre la nueva iniciativa, aún antes de que los diputados y senadores comenzaran a tratar el tema, Cuauhtémoc Cárdenas fijó la primera postura personal en torno a la propuesta presidencial.
“Resulta falaz y ofensiva la utilización que el gobierno está haciendo de la figura de Lázaro Cárdenas para justificar e impulsar ante el pueblo de México su antipatriótica y entreguista propuesta de reforma energética”, escribió el político en un texto publicado en el diario La Jornada.
Cuauhtémoc Cárdenas, en su texto, señaló que “la lucha principal de Lázaro Cárdenas fue por el rescate y pleno ejercicio de la soberanía de la nación y su desarrollo independiente. Ese fue el objetivo de fondo de la expropiación petrolera del 18 de marzo de 1938 y de su firme oposición posterior al otorgamiento de contratos de riesgo. La iniciativa oficial va justamente en sentido contrario”. Más claro, ni el agua, según reza el dicho.
La figura de Cárdenas —de un Cárdenas— está otra vez en las calles y por un tema muy cercano a ellos: el petróleo. Y aquí es donde surge una pregunta. ¿Será capaz Cuauhtémoc Cárdenas de unificar la propuesta energética de una izquierda mexicana tradicionalmente desunida y en pugna?
Ya Andrés Manuel López Obrador, también excandidato presidencial del PRD y otros partidos de izquierda, ha reiterado su muy conocida postura en contra de cambios en materia constitucional para abrir la puerta a capital privado en Petróleos Mexicanos, y otros líderes del Partido de la Revolución Democrática, como Marcelo Ebrard (exalcalde de la Ciudad de México) y Miguel Mancera, actual jefe de Gobierno de la capital del país, se han movilizado para ir en contra de la iniciativa. La postura institucional del partido, representada por su presidente Jesús Zambrano, también ha sido en contra de los cambios.
La reaparición de Cuauhtémoc Cárdenas, quien en años recientes había pasado a una especie de semiretiro de la vida pública, puede convertirlo en un eje central de la oposición a la iniciativa presidencial. La figura del general, invocada hoy por muchos, puede cobrar vida en uno de sus hijos. ¿Ocurrirá?