Un equipo de investigadores asegura que, en unos cuantos años, los consultorios médicos dispondrán de una prueba sanguínea capaz de revelar los cambios cerebrales de la enfermedad de Alzheimer con una precisión de hasta 94 por ciento, lo cual podría acelerar el desarrollo de nuevos tratamientos para este trastorno neurodegenerativo.
La prueba en cuestión detecta los niveles sanguíneos de una proteína vinculada con el Alzheimer, conocida como β-amiloide; y de manera específica, las formas plasmáticas Aβ42 y Aβ40. La acumulación de esta proteína puede precipitar el desarrollo de una placa que bloquea la transmisión de señales en las sinapsis neuronales [el espacio por donde dos células cerebrales intercambian impulsos nerviosos] ocasionando la enfermedad de Alzheimer.
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El estudio incluyó una población total de 158 adultos mayores de 50 años. Los investigadores obtuvieron muestras de sangre de los participantes para determinar sus niveles de Aβ42 y Aβ40, y también hicieron un análisis genético para averiguar si los voluntarios eran portadores de APOE ε4, el principal factor genético vinculado con la enfermedad de Alzheimer. Por último, los participantes se sometieron a tomografías cerebrales por emisión de positrones (PET), procedimiento que consiste en inyectar una sustancia radiactiva para observar dónde se acumula, lo cual proporciona pistas sobre el funcionamiento del cerebro y la presencia de alguna acumulación anormal de la proteína β-amiloide.
Si bien los escaneos PET se utilizan para detectar acumulaciones de β-amiloide, estos estudios distan mucho de ser perfectos, ya que recurren a la radiación, resultan muy costos y no son tan fácilmente accesibles como un análisis de sangre.
Los autores explican que los niveles plasmáticos de Aβ42/Aβ40, la edad y el estado APOE ε4 tienen una alta correlación con el estado β-amiloide observado en PET. Sin embargo, hallaron que los individuos que resultaron negativos para β-amiloide en un primer estudio PET, pero fueron positivos para Aβ42/Aβ40 plasmático, tuvieron una probabilidad 15 veces mayor de resultar β-amiloide positivos en un segundo PET respecto de los voluntarios que habían sido negativos para Aβ42/Aβ40 en sangre.
En una declaración para Newsweek, la Dra. Suzanne Schindler, profesora auxiliar del Departamento de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, Misuri, miembro del Centro Knight para la Investigación de la Enfermedad de Alzheimer en dicha institución, y coautora del estudio, informó: “Esta prueba de sangre parece ser muy sensible a los cambios iniciales de la enfermedad de Alzheimer”.
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“En combinación con la edad y el estado APOE ε4, [este] análisis sanguíneo es muy preciso para diagnosticar los cambios cerebrales asociados con la enfermedad de Alzheimer”, añadió Schindler. “Así mismo, ha demostrado que ciertos resultados que se consideran falsos positivos (como una prueba positiva para β-amiloide plasmático aunada a un escaneo PET β-amiloide negativo) apuntan, de hecho, a una enfermedad muy incipiente”.
El equipo de neurólogos trabajó durante años para encontrar la manera de medir los niveles plasmáticos de Aβ42/Aβ40, y publicó sus hallazgos el 1 de agosto en la revista Neurology.
A la fecha, no existe un tratamiento para combatir la enfermedad de Alzheimer; es más, la comunidad científica no ha logrado precisar su causa. Pese a ello, es imprescindible identificar el trastorno lo antes posible para que los médicos puedan revertir y tratar algunos síntomas.
El Dr. Randall J. Bateman, coautor del estudio, profesor de neurología y director del Estudio Observacional de la Red de Alzheimer Hereditario (Dominantly Inherited Alzheimer Network o DIAN) en la Universidad de Washington en St. Louis, Misuri informó a Newsweek que, el próximo año, el análisis de sangre podría empezar a utilizarse en ensayos clínicos de detección, y que cabe a posibilidad de que llegue al ámbito clínico en un par de años.
En cambio, el pronóstico de Schindler es bastante más conservador, pues considera que la prueba de sangre podría estar disponible en un periodo de tres a cinco años. Aun así, señaló que este análisis podría agilizar el proceso de reclutamiento para ensayos farmacológicos de la enfermedad de Alzheimer.
“El fracaso de múltiples medicamentos dirigidos a la enfermedad de Alzheimer nos ha enseñado que cualquier tratamiento eficaz debe iniciar en las etapas incipientes del proceso de enfermedad, tal vez incluso antes que se manifiesten los síntomas”, prosiguió Schindler. “Por lo anterior, necesitamos una prueba capaz de detectar los cambios cerebrales del Alzheimer en personas que conservan una cognición normal. Y si alguno de esos individuos resultara positivo, podríamos inscribirlo en ensayos farmacológicos para este trastorno, debido a que los medicamentos actuales son más exitosos para prevenir que para revertir la demencia”.
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En un comunicado, Bateman precisó: “En estos momentos, la selección de candidatos para ensayos clínicos se fundamenta en los escaneos cerebrales, por lo que el proceso es muy lento y costoso, y muchas veces pasan años antes de reunir una población de estudio. En cambio, un análisis de sangre nos permitiría evaluar a miles de personas en un mes. De esa manera, el proceso de reclutamiento se volvería más eficiente y aceleraría el desarrollo de tratamientos, lo que, a su vez, tendría un impacto enorme en los costos de la enfermedad, por no hablar del sufrimiento humano que conlleva”.
Entrevistados por Newsweek, algunos expertos que no participaron en el estudio agradecieron los hallazgos de los investigadores.
El Dr. James Pickett, director de investigaciones en la Sociedad de Alzheimer, comentó: “Un simple análisis de sangre capaz de detectar los primeros cambios cerebrales que conducen a la demencia revolucionaría la búsqueda de nuevos tratamientos. De hecho, nuestras investigaciones subsidiadas han identificado alteraciones en la sangre de pacientes que se encuentran en las etapas iniciales de la enfermedad de Alzheimer”.
“Aunque parezca que la idea de un estudio sanguíneo para Alzheimer ha existido desde hace décadas, hoy es posible hacerlo realidad, y rápidamente, gracias a los avances tecnológicos de los últimos años. Este logro en el campo de la investigación de la demencia es increíblemente emocionante”.
Sin embargo, Pickett hizo énfasis en que la prueba no está dirigida a la demencia, sino a los depósitos de β-amiloide, los cuales están presentes tanto en enfermos de Alzheimer como en personas mayores sanas.
“Semejante prueba aceleraría la investigación en el tema de la demencia, pues identificaría individuos en riesgo de desarrollar Alzheimer que podrían ser candidatos para ensayos clínicos dirigidos a prevenir o retrasar el desarrollo de la demencia. Por lo pronto, aguardamos con sumo interés los resultados de estudios más extensos que validen esta prueba sanguínea”.
Por su parte, la Dra. Sara Imarisio, directora de investigaciones en Alzheimer’s Research, Reino Unido, señaló: “Los resultados de esta prueba de sangre son muy prometedores, aun cuando no predicen si las personas con altos niveles sanguíneos de β-amiloide desarrollarán demencia. Hace tiempo que los investigadores han buscado la manera de mejorar la precisión de los análisis sanguíneos, así que la estrategia de reforzar la prueba complementándola con información adicional sobre el riesgo genético me parece un paso muy alentador”.