Según los autores de un pequeño estudio, parece que el apetito disminuye cuando comemos a horas más tempranas del día, de modo que esta modificación de horario podría ayudarnos a perder peso.
Estudios previos han sugerido que nuestro ciclo circadiano -el reloj interno del cuerpo- desempeña una función importante en el apetito, así como en la manera como quemamos energía. Y ahora, algunos investigadores proponen que adelantar nuestros horarios de alimentación favorece este proceso y puede contribuir a la pérdida de peso. A partir de esta premisa, los autores de un nuevo artículo, publicado el 24 de julio en la revista Obesity, se propusieron averiguar si dicha pérdida de peso obedece a que usamos más energía; a que comemos menos; o bien, a otro factor completamente distinto.
Esta investigación emerge en una época en que las dietas de ayuno (como 5:2 y 16:8) están ganando tremenda popularidad, pese a que las evidencias de sus beneficios son bastante magras.
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El equipo de científicos reclutó una población de 10 adultos para un estudio clínico aleatorio con esquemas de ayuno de 12 y 18 horas, pero proporcionando las mismas cantidades y los mismos tipos de alimentos. Todos los participantes se encontraban sanos, si bien tenían sobrepeso: el IMC [índice de masa corporal] osciló entre 25 y 35 kg/m2; el peso fluctuó entre 68 y 100 kg; y las edades variaron de 20 a 45 años. Los investigadores también tomaron en cuenta el horario habitual para dormir, el cual abarcó de las 9:30 p.m. a las 12 a.m. Las comidas prescritas mantuvieron las siguientes proporciones: 50 por ciento de carbohidratos, 35 por ciento de grasa, y 15 por ciento de proteína. Cada régimen tuvo una duración de cuatro días, seguido de un periodo intermedio de 3.5 a 5 semanas de “compensación”, para luego alternar con el otro esquema.
La primera dieta consistió en una forma de ayuno intermitente conocida como “ingesta temprana con restricción de horario” (eTerf). Según este régimen, los participantes debían hacer las tres comidas entre las 8 a.m. y las 2 p.m. Es decir, desayunaban a las 8 a.m. y cenaban a las 2 p.m. El equipo consideró que este horario de alimentación de apenas 6 horas era lo suficientemente distinto para permitir comparaciones contra el régimen de control y, al mismo tiempo, podía mantenerse a largo plazo.
La segunda dieta fue el régimen de control, y los voluntarios pudieron hacer las tres comidas entre las 8 a.m. y las 8 p.m. (en otras palabras, el horario de alimentación convencional de los estadounidenses).
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Llegado el cuarto día de cada régimen, los investigadores pidieron a los participantes que pasaran 24 horas en una cámara respiratoria, la cual les permitió medir la cantidad de energía consumida. Así mismo, tomaron muestras de sangre y orina para determinar los niveles hormonales de los voluntarios, y aplicaron cuestionarios periódicos para que los sujetos de estudio calificaran diversos factores como apetito, deseo y capacidad para comer, y sensación de saciedad.
El equipo halló que el régimen eTerf redujo los niveles de grelina -una hormona asociada con el hambre-, y también pareció contribuir a la quema de grasa. Por otro lado, los niveles más bajos de grelina parecieron reducir el deseo de comer, acompañándose de una mayor sensación de saciedad.
En una declaración, el Dr. Eric Ravussin, coautor del estudio y director ejecutivo asociado para ciencias clínicas en el Centro de Investigaciones Biomédicas Pennington de la Universidad Estatal de Luisiana en Baton Rouge, comentó que “coordinar las comidas con el ritmo circadiano, o el reloj interno del cuerpo, puede ser una estrategia muy poderosa para reducir el apetito y mejorar la salud metabólica”.
Por su parte, la Dra. Courtney M. Peterson, profesora auxiliar del Departamento de Ciencias de la Nutrición en la Universidad de Alabama, Birmingham, y autora principal del estudio, agregó: “Creemos que las estrategias de horarios de comida serían muy útiles para la mayoría de las personas que quieren mantener o perder peso, debido a que estos regímenes parecen tener el efecto natural de reducir el apetito, lo que puede contribuir a que coman menos”.
Los autores reconocieron que su estudio tiene algunas limitantes, incluidas: tomaron muestras de sangre solo en dos ocasiones, y esto restringió el análisis de las hormonas metabólicas; utilizaron los regímenes dietéticos durante cuatro días nada más, lo que podría ser muy poco tiempo para permitir la adaptación tanto del metabolismo como del ritmo circadiano; y el hecho de que la muestra poblacional fue bastante pequeña, con una mayor representación masculina.
Aunque no formó parte del equipo científico, la Dra. Hollie Raynor, profesora y decana interina de investigación en el Departamento de Nutrición de la Facultad de Educación, Salud y Ciencias Humanas en la Universidad de Tennessee, Knoxville, comentó lo siguiente acerca de la investigación: “Este estudio proporciona información valiosa en cuanto a que lo importante para alcanzar un peso saludable no estriba solo en lo que comemos, sino también nuestros patrones de alimentación”.