Para muchos, Stephen Hawking es uno de los científicos más relevantes del siglo XX; de hecho, otros más afirman que su figura es de la talla de Einstein, por el alcance y el impacto de sus hallazgos y descubrimientos.
De manera lamentable, es poco común que un científico, cuya producción se sustenta en ecuaciones y matrices de altísima complejidad, sea uno de los personajes más famosos, pero también más estimados a nivel mundial. En ese ámbito, el otro gran científico y divulgador, sería Carl Sagan, quien demostró que la ciencia no sólo no es aburrida, sino por el contrario, apasionante por donde se le vea.
Para este artículo, retomo el título de otro de sus grandes textos: “A hombros de gigantes”, en el cual construye una acabada historia de la ciencia contada a través de la descripción de las mentes más lúcidas que han existido, particularmente en el estudio de la física, y cuyos descubrimientos han sido el fundamento para el desarrollo científico, tecnológico y económico de nuestros tiempos.
Para México, un país donde el exsecretario de educación era incapaz de distinguir entre la astrología y la astronomía, la difusión de la obra de Hawking es fundamental; no sólo por la figura que fue, sino porque era un científico que pensaba justo como deberíamos estar enseñando a pensar a nuestras niñas, niños y adolescentes.
Y es que Hawking es un gran maestro para la humanidad porque enseñó por partida doble: lo que se puede aprender en los libros y aulas, pero también lo que no se puede aprender en ellas. Es desde ya uno de los gigantes de la especie humana, porque enseñó cómo, en la adversidad, se puede vivir y ayudar a vivir a los demás.
Este enorme científico contribuyó además enormemente a combatir la discriminación que existe en contra de las personas con alguna discapacidad; demostró con su vida que ésta lo es, porque existen tanto físicas como culturales, que cierran el paso a millones que, como él, podrían no sólo tener mayor bienestar, sino ante todo, contribuir al bienestar general.
¿Quién podría, después de Hawking, hablar de la discapacidad como una enfermedad? ¿Quién podría pensarla también como una “descompostura” humana que necesita ser reparada para darle auténtica “funcionalidad” a quien vive con ella?
Como ocurre con las grandes mentes, ya comenzó a circular en internet una gran cantidad de frases que son atribuidas a su genio. Algunas son efectivamente de su autoría, otras no. Pero no importa, lo relevante con la vida, y ahora con la partida de Hawking, es que un científico nos demuestra que es posible construir liderazgos auténticos sustentados en el conocimiento, pero también en una vida ejemplar de lucha que es al mismo tiempo inspiradora para los demás.
Hawking nos enseñó que no hay obstáculo que no pueda vencerse cuando se tiene la tenacidad, la voluntad, pero también las oportunidades para hacerlo; y ese es un mensaje muy poderoso para los políticos y los empresarios de nuestro país: efectivamente podemos ser una nación extraordinaria, pero es necesario dejar a un lado la mezquindad, y construir oportunidades par que todos, sin distingos de ningún tipo, podamos hacer lo que más nos gusta y nos realiza como seres humanos al hacer.
En su “Breve historia del tiempo” Hawking explica cómo antes del Big Bang, al menos en este universo, no había nada; ni el tiempo ni el espacio existían como los conocemos; eso, como puede verse, nos deja ante una enorme responsabilidad porque entonces, al haber ser y no la nada, como se plantearía en la filosofía, quienes tenemos la oportunidad de construir todo, para bien o para mal, somos exclusivamente los seres humanos.
Las probabilidades de hacia dónde vamos y como habremos de hacerlo, sin infinitas; y a pesar de los miserables y autoritarios que hoy gobiernan al mundo, afortunadamente podemos andar sobre hombros de gigantes; y hoy, sin duda, Hawking es uno de ellos.