Investigaciones han demostrado que estas partículas pueden ingresar en el torrente sanguíneo, en el sistema linfático e, incluso, en el hígado.
Los microplásticos están en todas partes. Los han encontrado en sedimentos a casi 5,000 metros bajo la superficie del mar; en las banquisas del Antártico; y en las montañas suizas. Y, ahora, también han identificado microplásticos en heces humanas de todo el mundo.
Investigadores de la Universidad Médica de Viena y de la Agencia Federal del Medio Ambiente de Austria presentaron sus hallazgos durante el 26º Congreso Europeo de Gastroenterología (UEG), que se llevó a cabo en la capital austriaca del 20 al 24 de octubre. El equipo afirma que su descubrimiento tiene enormes implicaciones para la salud humana, pues investigaciones con animales previas han demostrado que las partículas de microplástico pueden ingresar en el torrente sanguíneo, en el sistema linfático e, incluso, en el hígado. Asimismo, numerosos estudios animales han demostrado que los microplásticos pueden causar daños intestinales.
El término “microplásticos” se refiere a los fragmentos de plástico de menos de 5 milímetros de longitud, los cuales se desprenden durante la degradación de pedazos de plástico más grandes y forman “microperlas”: las minúsculas esferas de polietileno que se utilizan extensamente en productos de belleza.
En lo que se ha postulado como el primer estudio en su tipo, el equipo dirigido por el Dr. Philipp Schwabl, de la Universidad Médica de Viena, analizó muestras de heces de ocho personas que vivían en distintos países (específicamente, Finlandia, Italia, Japón, Holanda, Polonia, Rusia, Reino Unido y Austria).
Se pidió a los voluntarios que llevaran un diario de su dieta durante la semana anterior a la entrega de muestras. Dichos diarios revelaron que todos los participantes estuvieron expuestos a los plásticos a través de las envolturas de alimentos o el agua embotellada en plástico.
Los análisis demostraron que todas las muestras de heces contenían microplásticos y, de hecho, encontraron hasta nueve tipos de plástico, siendo los más comunes el polipropileno (PP) y el tereftalato de polietileno (PET). En promedio, hallaron 20 partículas microplásticas por cada 10 gramos de heces analizadas.
El equipo opina que los plásticos se ingieren a través de la cadena alimentaria (por ejemplo, al consumir pescado contaminado) y en los diminutos pedazos de plástico que se desprenden de las envolturas de los alimentos (por ejemplo, las botellas de plástico).
Durante una sesión de preguntas y respuestas previa a su presentación, Schwabl comentó: “Los plásticos se han generalizado en la vida cotidiana y las personas se ven expuestas a ellos de muchas maneras. En lo personal, no esperaba que todas las muestras fueran positivas… La producción de plásticos y la contaminación plástica tienen una correlación muy estrecha en la escala global. En consecuencia, es muy probable que la contaminación plástica aumente aún más si la humanidad no modifica la situación actual”.
Schwabl señaló la importancia de tener presente que la muestra de su estudio es muy pequeña, de suerte que los resultados no permiten llegar a una conclusión. Por otra parte, el artículo de investigación no se ha publicado hasta ahora, de manera que no ha sido validado por otros miembros de la comunidad científica. En estos momentos, el equipo austriaco está buscando fondos para expandir su estudio.
A pesar de todo, consideran que, si su muestra es representativa, los hallazgos apuntan a que hasta 50 por ciento de la población humana mundial podría tener microplásticos en las heces.
Amanda Callaghan, profesora de la Universidad de Reading, Reino Unido, publicó hace poco una investigación donde demuestra que los microplásticos están entrando en la cadena alimentaria a través de los mosquitos, los cuales adquieren los microplásticos durante la etapa larvaria de su desarrollo. Entrevistada antes de la presentación en UEG, Callaghan dijo a Newsweek que no le sorprendían los resultados de los investigadores austriacos.
“Se sabe que ingerimos plásticos en el agua embotellada; que las lavadoras sueltan microfibras que llegan a nuestros ríos y mares y contaminan a los peces que comemos”, señaló Callaghan. “Lo que me sorprende es que este sea el primer estudio en su tipo. Ahora las grandes interrogantes son: ¿El microplástico está dañando nuestra salud? ¿Qué podemos hacer para reducir nuestra exposición?”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek