Cuando el sistema financiero de un país es puesto en entredicho desde el extranjero, lo que realmente se pone a prueba no es su culpabilidad o inocencia, sino la solidez de sus instituciones y su capacidad de respuesta. Eso es precisamente lo que ha ocurrido en los últimos días con México, y puedo afirmar con absoluta claridad y confianza que: el sistema financiero mexicano respondió con madurez, con firmeza, y con una institucionalidad que no está improvisada.
Los señalamientos (aún sin pruebas concluyentes) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, llegaron en un momento políticamente cargado. No es casual que esto ocurra en la víspera de la visita del Senador Marco Rubio a México, en medio de un contexto binacional donde la presión geopolítica se cuela también en el ámbito financiero. Pero considero que el mensaje más poderoso no lo ha dado Washington; lo ha dado la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
Desde mi óptica, la CNBV actuó como debe actuar un regulador sólido: sin estridencias, pero con decisión. Fortaleció auditorías, incrementó la supervisión en las instituciones financieras, y elevó los controles de prevención contra el lavado de dinero. Y creo que estas no son medidas cosméticas, sino señales claras de que México no esconde la cabeza ante la presión, por el contrario, enfrenta con regulación, vigilancia y responsabilidad.
Considero que este tipo de coyunturas separan a los países que SÍ confían en sus instituciones de aquellos que ceden al pánico. Y en ese sentido, el sistema financiero mexicano nos ha dado una lección: mientras otros especulan, nosotros reforzamos; mientras algunos siembran dudas, aquí se afirman certezas.
Y no lo digo yo; veamos los números y las señales. Los hechos hablan por sí solos. El tipo de cambio se mantiene estable; el peso ha mostrado episodios de fortalecimiento por debajo de los 19 pesos. La Bolsa Mexicana de Valores opera con normalidad e incluso ha protagonizado rachas ganadoras. Banxico ajustó ligeramente al alza su pronóstico de crecimiento del PIB, y la recaudación tributaria real creció 8.9% de enero a mayo. Entonces, no estamos ante un sistema débil, ni ante una crisis. Estamos, a mi juicio, frente a un ejercicio de presión política que encontró a México con los deberes hechos.
Considero importante recordar que la arquitectura institucional financiera del país no es nueva, ni frágil, ni endeble. Ha sido probada en crisis profundas (y esta no es una de ellas), en ajustes estructurales, en pandemias y en vaivenes internacionales. Y ha salido fortalecida. Es por eso que respaldo, sin reservas, la postura y las medidas de la CNBV: porque protegen no solo a los grandes inversionistas, sino también al pequeño ahorrador, a las familias con créditos, y al país en su conjunto.
Sí, hay problemáticas; nadie lo niega. Las hay, las ha habido y las habrá. Pero también hay rutas claras, marcos legales funcionales y reguladores profesionales que no se dejan llevar por el escándalo, sino por el dato. En momentos como este, el país necesita más confianza que paranoia. Más visión estratégica que reacción visceral.
Yo creo que este es un buen momento para respaldar a las instituciones que han sabido estar a la altura. La CNBV no solo atajó cualquier posible grieta, sino que lo hizo sin generar alarma ni disrupción. Eso es liderazgo regulatorio. Y eso es lo que nos mantiene en el mapa como una economía confiable y seria.
A quienes buscan crear turbulencia desde fuera, la mejor respuesta es esta: el sistema financiero mexicano está blindado. No porque no existan riesgos, sino porque existen autoridades que los identifican, los enfrentan y los controlan a tiempo. No es porra, son los hechos.
Hoy, más que nunca, hay que confiar en nuestras instituciones. Porque incluso en medio de la complejidad del contexto internacional, en México, hay más luz que sombra.