Mexicali, B.C.—El aroma de carbón encendido, los acordes de un grupo norteño y una multitud ondeando banderas y pancartas no anunciaban una verbena popular, sino un inusual acto de protesta: la llamada “Carne Asada Masiva” se apoderó del popular Centro Cívico, punto neurálgico de la capital del estado donde se asientan los Tres Poderes en Mexicali, lo que resultó transformar la explanada cívica donde se realizan actos oficiales, en una explanada de expresión cívica auténticamente ciudadana como centro de expresión mediante una manifestación de descontento ciudadano contra la administración de la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda.
Lo que comenzó en el transcurso de la semana que como una publicación satírica en Facebook, lanzada por el usuario, escaló en pocas horas hasta convertirse en un fenómeno viral. Más de 20 mil personas confirmaron su asistencia, mientras que unas 54 mil manifestaron su interés en unirse al evento. Bajo la premisa de protestar de manera “cachanilla”, los ciudadanos acudieron con algunas carpas, sillas, hieleras, bolsas de carbón, asadores y cortes de carne para convertir el centro del poder estatal en un insólito pero contundente foro de expresión política.
Desde el mediodía comenzaron a instalarse las primeras familias, muchas con niños y mascotas. La atmósfera era festiva, pero cargada de indignación. No tardaron en escucharse las consignas que marcarían la jornada: “¡Fuera narcogobierno!” y “¡Que renuncie, que se vaya!” entre otras consignas en alusión directa a la gobernadora y al reciente escándalo por la revocación de visa estadounidense a ella y a su esposo, Carlos Torres. El silencio oficial durante horas y días, las ambigüedades en la información y falta de claridad en un pésimo manejo de elemental comunicación empática para con la ciudadanía respecto al tema sólo alimentó el enojo, y más aún, la determinación de hacerse escuchar.
Los organizadores improvisaron un acto cívico en el que se entonó el Himno Nacional Mexicano. Entre los manifestantes circulaban mensajes que subrayaban la naturaleza pacífica de la reunión: “No somos vándalos, somos ciudadanos”; “Nos expresamos con respeto, aunque no se nos escuche”.
La escena era atípica pero poderosa: la sede de los tres poderes del estado convertida en un campamento ciudadano con mesas plegables, bocinas portátiles y el bullicio de la convivencia. Sin embargo, el detalle que no pasó desapercibido fue el del Palacio de Gobierno cubierto con tablones de madera, medida tomada por las autoridades como “prevención”, pero interpretada por los asistentes como una ofensa y un símbolo de cerrazón y miedo del poder frente a su pueblo, “somos ciudadanos manifestantes , no delincuentes ni destructores” explicaban con decepción frente a los tablones que impedían visibilidad y el paso.
A la protesta se sumaron activistas, representantes de organizaciones civiles y miembros de diversos sectores sociales que, más allá del asador y la carne, exigían una rendición de cuentas, particularmente en materia de seguridad pública, transparencia y libertad de expresión.
El despliegue policial fue visible, aunque no intervino en el desarrollo del evento, que transcurrió sin incidentes. La tarde avanzó entre acordes, discursos improvisados y la certeza de que algo había cambiado: la protesta no necesitó gritos ni piedras, solo carne asada, comunidad y una ciudadanía decidida a apropiarse de los espacios públicos para hacerse escuchar.
Newsweek Baja California estuvo presente para atestiguar este ejercicio inédito de participación social que, más allá del folclor, evidenció el hartazgo de una parte importante de la población mexicalense y su exigencia por un gobierno más abierto, presente y responsable. N