“El VPH puede estar años en tu cuerpo sin presentar brotes o verrugas visibles,” comentó el doctor, quien enseguida comenzó a explicar el tratamiento. No lo escuché. El miedo, la ansiedad e incluso la vergüenza brotaron en mi pecho. Sentí el cuerpo sucio.
A veces parece que hemos logrado desenraizar los tabús sobre las enfermedades de transmisión sexual, pero no es así. Como mexicanos, simplemente hablar de acudir a una clínica especializada en ETS —o incluso al ginecólogo— conlleva un estigma social. Aunque en muchas ocasiones se trata de servicios de salud gratuitos, siguen siendo ignorados por un grueso de la población.
Bajo este contexto, un diagnóstico de ETS provoca un impacto emocional fuerte: distorsiona la percepción emocional, afecta negativamente la autoestima y daña la imagen personal. Es una noticia inesperada, abrumadora, que necesita ser procesada emocionalmente. En las mujeres, estos sentimientos cargan aún más peso.
Es desde este lugar que Anaclara Muro Chávez escribió “Electrocauterización. Algo como una llaga”, obra galardonada con el Premio de Poesía Bellas Artes Aguascalientes 2025.
“Pasan los años y seguimos teniendo creencias equivocadas. No importa que la información esté ahí, porque de todas maneras hay muchos miedos atravesados. Lo he vivido en carne propia y también lo he visto con amigas, con primas, con otras chicas que sufren mucho. Hay todo un estado de terror en un diagnóstico que se podría tratar con mucha más calma, aprovechando los adelantos de la ciencia”, declaró en entrevista para Newsweek.
Aunque el VPH puede provocar cáncer en mujeres, el tabú en torno a esta enfermedad limita las acciones de prevención y permite que avance más de lo necesario. Coincide que la aplicación de vacunas, o incluso una visita al médico, representa una carga social negativa.
“Si tuviéramos una facilidad emocional o económica, aprovechar lo que ofrece la salud pública sería mucho más sencillo. Si acudiéramos con constancia a las citas con la ginecóloga no sería tan problemático. El problema es el peso emocional que se arrastra”, destacó.
Electrocauterización es precisamente un tratamiento utilizado para remover lesiones causadas por el VPH, aunque existen otros métodos. Muro Chávez eligió este término para titular su poemario no solo por lo atractivo que suena fonéticamente, sino por su capacidad de inquietar. “Es una palabra muy escandalosa, recuerda a esos métodos del siglo XX que se sienten casi como una tortura”, explicó.
La autora también señaló que su obra lanza una crítica a los servicios de salud, tanto públicos como privados, desde el trato de algunos ginecólogos hasta la forma en que se solicitan tratamientos. “Viene de cierta frustración, de emociones que no comprendía y que necesitaba escribir para entender de dónde venía ese miedo.”
Finalmente, subrayó uno de los estigmas más comunes: se piensa que el VPH solo lo contraen personas sexualmente irresponsables o promiscuas, y se cree que es una marca indeleble. “Son prejuicios. Es un virus muy extendido en la población, y fácilmente contagioso”, afirmó.
La poesía como herramienta para reconquistar el cuerpo
Muro Chávez comenzó a escribir Electrocauterización hace cinco años, en un momento profundamente emocional de su vida, y lo usó como vía de desahogo. Luego, tuvo un proceso largo de conversación con otras mujeres, de informarse, de reflexionar a partir de vivencias compartidas. “Lo pensé de una manera externa, como en la historia de mi bisabuela, pues es algo que atraviesa la vida de muchas mujeres y generaciones.”
Fue hasta el año pasado cuando, con mayor frialdad, reflexionó el material para estructurarlo de forma más consciente.
“Sí, mi poemario sirvió como una especie de catarsis. La poesía se escribe mucho como no escribiendo, pensando y dándole vueltas al tema. En mi caso fue así, platicando mucho sobre el tema. Para mí fue darle la vuelta al asunto: primero estar atrapada y luego poder verlo desde fuera.”
Solo 1 de cada 5 ganadores del Premio Bellas Artes Aguascalientes ha sido mujer
En su discurso de agradecimiento, la autora recordó a poetas como Elena Jordana, Coral Bracho, Myriam Moscona, Elsa Cross, Malva Flores, María Baranda, María Rivera, Dana Gelinas, Minerva Margarita Villarreal, Elisa Díaz Castelo y Maricarmen Velasco. De los 56 premios entregados desde 1968, solo en diez ocasiones lo habían ganado mujeres. Anaclara se convierte en la décimo primera.
“Tengo el grandísimo honor de reunirme con el bajísimo porcentaje de mujeres que lo han ganado. Para nadie es una sorpresa que las cosas sucedan de esta manera en los concursos literarios, en la industria editorial, en las instituciones culturales o en cualquier otro ámbito profesional. Nos antecede una férrea tradición patriarcal que se refleja en todos los aspectos de la vida, y que hemos minado poco a poco.”
En ese sentido, reconoció el trabajo y la representación de quienes la precedieron. Además, compartió que una de las razones por las que escribe es para registrar lo que ocurre alrededor de quienes escriben: “La dignidad en la escritura no tiene que ver con escribir exactamente lo que fue, sino con la capacidad de entender lo importante, lo central de la experiencia, lo que vuelve esa experiencia en algo común. La dignidad está en la búsqueda de una honestidad que utiliza las palabras como herramienta y como fin.”
Dijo también que las historias ajenas la han formado como escritora, recordando lo que ha escuchado de las mujeres de su familia: sus abuelas Carmen y Graciela; el apoyo de su madre, su tía Mary Carmen, Lulú y Martita; así como su hermana y sus amigas, quienes la han acompañado.
“No estaría aquí sin el trabajo de todas las mujeres que han buscado hacer del mundo un lugar mejor, más justo y más amable. Espero que con este premio pueda pertenecer con dignidad a esa tradición, seguir escribiendo con respeto y cuidado. Espero que después de mí vengan muchas otras.”
A la ceremonia de premiación acudieron Anaclara Muro Chávez, la coordinadora nacional de literatura del INBAL, Nadia López; Héctor Alejandro Vázquez Zúñiga, director general del ICA; Fabián Espejel, miembro del jurado calificador; y Sofía Eugenia Ramírez Gómez, coordinadora del Centro de Investigación y Estudios Literarios CIELA Fraguas.