Somos una potencia en la industria mundial de las franquicias; en teoría, estamos en el 5.º o 6.º lugar en la cantidad de marcas que operan como franquicia en el país. Según datos estimados, alrededor de 1,300 marcas operan como cadenas de franquicias en nuestro bello México.
La realidad es que esta información se viene estimando desde que se hizo el único estudio formal de franquicias (del que yo tenga conocimiento) en 2011, financiado por el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) y que nosotros, en Alcázar & Compañía, tuvimos la fortuna de desarrollar. Un trabajo de investigación arduo, pero que sigue dando las bases de la numerología de franquicias en nuestro país.
Sin embargo, es una realidad que somos una potencia. Tal vez no se operen 1,500 marcas, ni seamos el 5.º lugar, pero tenemos marcas poderosas que paulatinamente están avanzando y peleando nuevos mercados con sus respectivas propuestas de valor.
Porque lo que sí es un hecho es que, cuando una empresaria o empresario en México se toma en serio su papel, se logran marcas y franquicias extraordinarias. Y esto, tomando en cuenta la precaria situación académica que tenemos y un modelo educativo que, en lugar de incentivar, promueve el conformismo y la falta de reflexión. Imagínense, queridos lectores, si esto fuera distinto: qué país seríamos, y entonces sí, las franquicias en México estarían siempre buscando el primer lugar, pero no solo en cadenas, también en puntos de venta (que en promedio estamos entre 25 o 30).
Y explico más: la educación pública en nuestro país tristemente se basa en un modelo conductista que le ha sido muy funcional, primero a los gobiernos de la “Revolución” y ahora a los gobiernos actuales. Me imagino en su momento a Plutarco Elías Calles con los secretarios de Educación que tuvo durante su mandato (José Manuel Puig y después Moisés Sáenz Garza) y también, más adelante, a Lázaro Cárdenas con su propio secretario (Gonzalo Vázquez Vela), ideando lo que hoy sigue siendo en gran parte válido en nuestra educación básica, sobre todo: un modelo donde no se piense mucho, donde se acostumbre la poca reflexión, donde exista una alta dosis de “adoctrinamiento”, sobre todo en ciertas zonas del país, con el fin de que no se cuestione, se acepte lo que el gobierno da y se tengan empleados que trabajen de sol a sol sin necesidad de más.
Obvio que hay excepciones importantes, pero en el momento en que controlas a los profesores y los “adoctrinas” en las famosas normales —que ya deberían ser universidades enfocadas a desarrollar mentes críticas (con un modelo constructivista), a generar ganas de aprender a aprender y también a desaprender—, en un mundo donde en muy poco tiempo la inteligencia artificial será el principal competidor de la fuerza laboral global, si esto, en este mundo ideal, se diera, los negocios que se quisieran estructurar como franquicia y las personas interesadas en invertir en una franquicia se multiplicarían. Y en lugar de tener un país inmerso en la informalidad, en la esperanza de la “remesa” del migrante y de tantas otras dádivas más, seríamos un país de empresarios.
¿Y qué nos detiene? Somos lo mejor de los dos mundos que en su momento se integraron y sumaron lo bueno de España y lo bueno de Mesoamérica. ¿Qué nos detiene, repito? Esa historia cruel que nos han contado desde que estos “revolucionarios” vieron en la ignorancia y en la necesidad una oportunidad para controlarnos y para tener lo que se ha llamado “la dictadura perfecta”.
Estoy especulando, estimadas amigas y amigos, pero realmente me da cierta frustración y enojo ver todo el potencial que tenemos los mexicanos y cómo lo estamos usando para ser cada día más corruptos; ver cómo le damos la vuelta a la autoridad y generamos más caos, en lugar de construir un país glorioso, emprendedor y, además, feliz. Porque eso sí: somos muy buenos para la fiesta, para la amistad, para el apapacho y para pasarla bien. Qué padre sería si a esto le sumáramos una niñez bien preparada, bien alimentada y un futuro cierto con un país de leyes y con salud al alcance de todos. ¡Qué empresarias y empresarios seríamos!
Yo lo que puedo hacer es iniciar conmigo mismo y con las personas que me confían el aportar un granito de arena en su educación y formación o en lo que, como ustedes, me hacen el favor de leer en esta columna, que, como lo he dicho, es empresarial, pero qué importante sería que tuviera una base social mucho más robusta.
COLOFÓN: Estamos ya en camino a la convención anual de FCI en Portugal. Aprovecharemos para dar un paseo mayor por algunas zonas bellas de Europa y comer, por supuesto, muchas de sus delicias, pero también vamos con la mente muy abierta para aprender y aportar, y para traer nuevas ideas interesantes al mundo de las franquicias de México. Somos 25 países los miembros de FCI y seguramente habrá novedades importantes en el panorama de esta industria que no para y no deja de innovar. ¡Así que vámonos!
Por Héctor F. Alcázar Córdova
CEO Alcázar & Compañía
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