En las montañas del oeste saudí, donde la primavera tiñe los campos de rosa, se encuentra Taif, conocida como la ciudad de las rosas. Desde hace más de 50 años, Khalafallah al Talhi, un agricultor de 80 años, cuida con esmero una tradición milenaria: la recolección y destilación de las preciadas rosas de Taif, reconocidas mundialmente por su exquisita fragancia.
“Quiero a las rosas más que a mis propios hijos”, afirma Talhi, rodeado de sus cultivos, donde cada año florecen entre cinco y seis millones de rosas, parte de una producción regional que ronda los 300 millones de flores durante la temporada, de abril a junio.
LOS CAMPOS DE LA MECA: EL DESTINO DEL AGUA DE ROSAS
Las rosas damascenas que se cultivan a 1.700 metros de altitud no solo abastecen a la industria del perfume, sino que tienen un destino simbólico y espiritual: el lavado ritual de la Kaaba en La Meca, el lugar más sagrado del islam. La fragancia de Taif es utilizada para limpiar sus paredes, un ritual que refuerza el valor cultural y religioso de esta flor.
“El aroma de Taif es único y escaso. Muchos saudíes prefieren exclusivamente esta fragancia, por eso apenas se exporta”, señala Talhi. No obstante, parte del aceite esencial de rosa se envía al extranjero, utilizado por grandes casas de perfumería y marcas cosméticas.
Según datos de TrendEconomy, Arabia Saudita exportó en 2023 productos de perfumería, incluida el agua de rosa, por un valor de 141 millones de dólares, reflejo de una industria que crece, pero también enfrenta nuevos desafíos.

CAMBIO CLIMÁTICO: LA AMENAZA A LA FLOR DE TAIF
Aunque la cosecha de este año ha sido favorable, las condiciones climáticas extremas de años anteriores amenazaron seriamente la producción. “El año pasado hizo un frío extremo. Algunos agricultores no cosecharon ni una flor”, explica Talhi.
Arabia Saudita, con su clima árido, es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Un informe del Atlantic Council advierte que fenómenos como las olas de calor, sequías y lluvias torrenciales están degradando el suelo agrícola del país. Se estima que cultivos como el trigo podrían reducir su rendimiento entre un 20% y un 30% para 2050, y Taif no sería la excepción.
UNA TRADICIÓN QUE RESISTE
A pesar de su edad y de los desafíos climáticos, Talhi sigue trabajando el campo con la misma pasión. Se levanta cada día antes del amanecer y permanece activo hasta entrada la noche. Su vínculo con la tierra va más allá del trabajo: “Esta explotación es mi alma y mi corazón palpitante. Si Dios quiere, nada me separará de ella, salvo la muerte”, asegura.
El proceso de destilación de las rosas —mediante el cual se hierven los pétalos durante horas para extraer el aceite esencial— se mantiene artesanal y cuidadosamente preservado por las más de 800 plantaciones familiares que aún existen en la región.
Taif, con sus paisajes floridos y su legado aromático, se ha convertido en un símbolo de resistencia y tradición frente a la incertidumbre climática. Su fragancia, codiciada en todo el mundo, sigue siendo un puente entre lo sagrado y lo sensorial, entre el pasado y el futuro. N
(Con información de AFP)
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