Aunque suene irónico, yo, como poeta, siempre he encontrado difícil escribir sobre el amor. Escribir sobre este tema es como andar en un campo minado, pues es fácil caer en lugares comunes, en frases que se han dicho tantas veces que pierden significado; que, de tan empalagosas, hacen que los sentidos se entumezcan.
Un poeta enamorado. Sí, a estas alturas podría sonar como un lugar común. Sí, hablar del tema podría ser arriesgado, pues el resultado podría parecerse demasiado a muchos otros. Sin embargo, son las historias más honestas las que hacen eco a través del tiempo. Precisamente eso es lo que encontramos en La mañana debe ser gris, obra traída a Aguascalientes por la Compañía Nacional de Teatro, y presentada en el recinto Morelos en el marco de la Feria Nacional de San Marcos.
Relatada en primera persona, la historia narra la llegada de nuestra protagonista a Londres, donde conoce al poeta José Carlos Becerra, de quien se enamora casi de inmediato. A partir de esta relación se abordan temas como el despertar sexual, la transición hacia la adultez, enfrentarse a lo desconocido, la pertenencia, la soledad y el autodescubrimiento.
“Todo el mundo se enamora, es un sentimiento universal”, respondió Silvia Molina al preguntarle por qué su novela ha perdurado a lo largo de 50 años.
Coincido con la autora; sin embargo, sería ingenuo afirmar que esta es la única razón por la cual su historia permanece vigente. Es el ambiente, el contexto y las decisiones narrativas lo que le otorgan fuerza.
Londres y el enfrentarse a lo desconocido; la tía histérica y su mayordomo inglés; la fuerza de la voz poética tras una muerte anunciada… Todos estos elementos brindan matices diversos a la historia, y se hacen presentes en la puesta en escena de la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de Sandra Félix.
“Porque el amor lleva consigo su propio espacio, / porque el muerto no sentirá nunca su desaparición;/ la fosforescencia que se mueve sobre la superficie del deseo que ha concluido”. La poesía atemporal del tabasqueño José Carlos Becerra es un elemento que brilla intensamente en la puesta en escena. En cada intervención, difumina las aristas de los personajes y envuelve al espectador.
“Me duele esta ciudad / me duele esta ciudad cuyo progreso se me viene encima / como un muerto invencible, / como las espaldas de la eternidad dormida en cada una de mis preguntas”. Este fragmento de uno de los poemas de Becerra describe perfectamente la puesta en escena, pues Londres se comporta como un ente vivo. Para la protagonista es una tierra ajena, lejos de su familia y de su patria: un campo fértil para el autodescubrimiento.
Los cambios en la vida de ambos personajes se dan a medida que avanza la historia. Los sesenta, aunque en su recta final, representan para ella una etapa de libertad, a pesar de los intentos de su tía por limitarla. Al acercarse a 1970, esa libertad y esa inseguridad empiezan a transformarse en madurez, que llega de forma repentina con la muerte de José Carlos Becerra.
Lo que apuntaba a ser un romance juvenil se ve repentinamente interrumpido con su muerte, anunciada desde el inicio de la obra. Quienes conocen al poeta podrían anticipar el final, pero quienes no, podrían considerarlo una jugada arriesgada. A mí me parece una aproximación fascinante.
Hablar de la muerte es reflexionar sobre nuestra vida; es lo que le da sentido. Al menos eso consideraba Heidegger. La protagonista es empujada hacia una comprensión más profunda de su existencia. A lo largo de la historia vemos cómo el amor, el deseo, la soledad y el duelo se entrelazan en un proceso de descubrimiento que la lleva a un despertar de su ser en el mundo.
Pero tampoco hay que confundirnos: la muerte anunciada de Becerra no anula la historia de amor, sino que la potencia, le otorga un sentido distinto. Si continuamos con la línea de pensamiento heideggeriana, solo cuando nos enfrentamos a la muerte nos desprendemos de lo trivial. Así, Londres, con su grisura y su ajenidad, no es un simple escenario, sino un tránsito hacia una conciencia más plena de sí.
Londres cabe en una caja de zapatos: las cabinas de teléfono, los taxis negros y el camión rojo, el Big Ben y las cartas llenas de nostalgia. La caja de zapatos es lo que verán al inicio de la obra. En una caja de zapatos caben las memorias y los objetos que son preludio del crecimiento y evidencias del amor que se quedó suspendido a los pies de la juventud.
Amor por el teatro: entrevista con la directora
En entrevista para Newsweek Aguascalientes, la directora de la obra Sandra Felix, reconoció que uno de los hilos conductores para la obra es la poesía pues este refuerza el mensaje de la obra. Adaptar la obra resultó un reto importante y para el cuál se tuvieron que hacer algunas modificaciones al material original, sin embargo, la propia Silvia Molina estuvo cercana a la adaptación y respaldó la decisión de la Compañía Nacional de Teatro.
Sobre el elenco, destacó la entrega y profesionalismo de las actrices y actores que forman parte de la Compañía Nacional de Teatro. “Es muy enriquecedor trabajar con gente tan dedicada, con tanta disciplina y amor por el teatro”, dijo. Además, mencionó la participación de intérpretes de distintas partes del país, como Estefanía Estrada, originaria de Chihuahua, quien interpreta a la protagonista, y Roldán Ramírez, en el papel de José Carlos Becerra.
Respecto a sus próximos proyectos, Sandra Félix adelantó que trabaja en Carta al Viento, un monólogo basado en textos autobiográficos de su hermano, el poeta Alejandro González Félix. Además, dirigirá próximamente Antígona González, de Sara Uribe, con Marina de Tavira en el Teatro El Milagro, una obra que aborda el tema de las desapariciones forzadas en México.