Es el título de un libro de Hartmut Rosa, Katz Editores 2016, que me fue obsequiado por mi nieta Leonora Ruelas González, una lectura que agradezco emocionado. La reflexión del autor analiza “de qué manera la modernidad tardía, distinguida por la aceleración social, transforma la experiencia humana y crea una sensación de alienación”. En la posmodernidad el tiempo se transformó en escasez, dejó la filosofía y se instaló en la economía. El instante se deformó, se fragmentó al máximo para poder optimizar y acelerar procesos en casi todas las esferas de la vida compartida y personal.
Se ha producido un corto circuito, una suerte de desconexión de cosas, fenómenos, palabras, circunstancias, incluso con nosotros mismos. La eficiencia que promete el mundo acelerado ha impulsado una falta de significados. En el mundo social es más grave, merma las relaciones auténticas, desconoce el diálogo, hace una metáfora como la marcha de martillos, película “El Muro”,1982 dirigida por Alan Parker, inspirada en Pink Floyd. La falta de debate engendra despotismo político.
La reflexión del autor es clave para interpretar, desde su pensamiento, la realidad política. La recuperación política devendrá de una “resonancia”. Explora una “conexión más profunda y significativa con nuestras actividades, el entorno y las relaciones humanas”. Un antídoto a la alienación que surge de la aceleración social es la “resonancia”, que identifica una relación vibrante, transformadora y recíproca entre individuos y entornos, no es solo comunicación o interacción superficial. Supera la idea de objeto y sujeto sobre dominios de saberes para hacer significativo las relaciones entre palabras, cosas, personas. Algo muy cercano a como se goza una obra de arte, una conversación auténtica o sentir una conexión emocional con la naturaleza. Apertura y receptividad, son conceptos que unen lo que la posmodernidad destruyó. La “resonancia” es tema que se construye con talentos que preparan las circunstancias, los contextos.
“Resonancia” es urgente en el campo político de Estado y de partidos. Padecemos una desconexión que es manantial de la prisa social. Al acelerar el tiempo, el orden sucesivo se altera, su medicina es atemperar nuestras experiencias. Según Hartmut Rosa, “la alienación nos abraza cuando el mundo de la vida se vuelve frío, distante, inverosímil, con pérdida de expectativas de productividad.” El ejercicio habitual de la política adecuada permite un vínculo auténtico de “resonancia”. La “sabia virtud de conocer el tiempo”, lección de Leduc, es vacuna contra la alienación por rapidez del instante, toda actividad que enriquezca el espíritu envuelve y transforma. Cultura y sabiduría.
El ritmo acelerado de la vida actual prioriza la eficiencia y el rendimiento por encima de la conexión y el significado. En cambio, reflexiona el autor, la resonancia restaura un sentido de pertenencia y vitalidad, el equilibrio emocional y existencial, es el verdadero humanismo que enfrenta lo que deshumaniza la alienación. Educación y saber tienen la pauta adecuada para que busquemos momentos de resonancia en nuestras vidas diarias.
No es la alienación en Marx, que encuentra en el contexto del capitalismo industrial del siglo XIX. En la desconexión de los trabajadores de los productos de su trabajo, del proceso productivo, de su naturaleza humana y de otros seres humanos. El trabajo se convierte en mercancía de las relaciones económicas del sistema capitalista. La Alienación en Rosa la encuentra en el marco de la modernidad tardía, marcada por la aceleración social y tecnológica, 300,000 kilómetros por segundo; una desconexión generalizada con el mundo a causa de acelerar la vida. La alienación afecta múltiples dimensiones de la vida y, propone la resonancia como respuesta, mediante tiempo personal, buenas conversaciones, afecto positivo por la naturaleza, actividades creativas, conexión emocional con el arte, la lectura… Provocar que el mundo “responda” y devuelva algo significativo.
El gobierno federal ha modificado los artículos, 4, 21, 41, 73, 116 y 123, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y leyes secundarias, en menos de 100 días más de veinte iniciativas. La aceleración es constante, el instante se hizo soplo sin discusión, ni debate, sin capacidad política de escuchar, sin argumentos fundados ni motivados, pero con intenciones ideológicas. Han pasado de cámara de origen a cámara revisora y en menos de 48 horas el Constituyente Permanente, más de veinte congresos locales han aprobado las reformas, de nada les sirve el mandato del artículo 135 de la Constitución. La ley soy yo fue la pedagogía del próximo pasado presidente. Un ritmo acelerado y presiones por el poder, sin oposición, sin pluralidad. Otra parábola, como papel picado de día de muertos.
En la enajenación ideológica los monólogos se empoderan. Impulsan aceleraciones por vía de ocurrencias, misericordia para traviesos pues “también son personas”. Mientras el “pueblo bueno y sabio” desde una cómoda silla espera su bienestar. La izquierda tardía incumplió con la cultura, arte, ciencia, filosofía… El fisco no puede con la carga. La resonancia demanda emprendedores.
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Ignacio Ruelas Olvera, cuenta con estudios en Ingeniería Industrial, Filosofía y Derecho. Fue diputado en la LII Legislatura del Congreso del Estado de Aguascalientes y presidente de la Comisión Permanente. Ha colaborado en el Poder Ejecutivo del estado y en la Secretaría de Educación Pública en Aguascalientes. Trabajó en la Comisión Federal Electoral, Secretaría de Gobernación, Instituto Nacional Electoral y fue fundador del Instituto Federal Electoral. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.