En el marco de sus 29 años de trabajo, la Fundación Mujer Contemporánea de Aguascalientes, liderada por Laura Sofía Macías Esparza, expone los múltiples desafíos que enfrentan las mujeres víctimas de violencia, agravados por problemáticas como la adicción forzada. Según la directora, muchos agresores no solo ejercen control físico y psicológico, sino que también inducen a sus parejas al consumo de sustancias como parte de su estrategia de sometimiento.
La adicción, señala Macías Esparza, no solo es una consecuencia de las violencias sufridas, sino que también se convierte en un obstáculo para que las víctimas logren escapar del ciclo de maltrato.
“Más del 60% de las mujeres que ingresan a nuestro refugio tienen algún vínculo directo con adicciones, ya sea porque fueron obligadas a consumir o porque estas se desarrollaron como una secuela de la violencia”, puntualizó.
El panorama se agrava cuando estas mujeres buscan ayuda, ya que la Fundación ha tenido que implementar nuevos protocolos de atención para enfrentar los episodios de abstinencia. Estos procedimientos incluyen la canalización inicial al psiquiátrico antes de ingresar al refugio, para garantizar la seguridad tanto de las víctimas como del personal y las demás usuarias.
Mujer Contemporánea también detalla los tipos de violencia que sufren sus usuarias. En primer lugar se encuentra la violencia psicológica, que abarca insultos, humillaciones y amenazas constantes. Le siguen la violencia física, muchas veces con características de intento de feminicidio, y la violencia económica, en la que los agresores limitan el acceso a recursos o confiscan ingresos.
A pesar de que la violencia sexual ocupa el quinto lugar en reportes, el equipo de la Fundación considera que está subrepresentada debido a la normalización entre las víctimas.
“Muchas mujeres creen que cumplir con demandas sexuales es una obligación dentro de la relación de pareja, cuando en realidad es una forma más de agresión”, explicó la directora.
El modelo de atención de Mujer Contemporánea incluye refugio, atención psicológica y talleres de capacitación laboral, logrando un impacto tangible en la vida de las mujeres. Según sus datos, tras el proceso en el refugio, el 65% de las usuarias supera la depresión y el 72% reporta haber adquirido habilidades para tomar decisiones y valorarse a sí mismas.
“El cambio no solo beneficia a las mujeres, sino también a sus hijos e hijas, quienes al romper el ciclo de violencia tienen la oportunidad de crecer en un ambiente más saludable”, destacó Macías Esparza.
A pesar de los logros, la Fundación enfrenta retos significativos, como recortes presupuestales y una demanda creciente de servicios. Sin embargo, la directora insiste en que el trabajo debe continuar para garantizar un futuro libre de violencia para las mujeres y sus familias.