Las palabras nombran cosas, describen circunstancias, interpretan el sentido de significado y del significante. Un puntal fuerte de la cultura, formato humano que activa la vida compartida. Es a través de la palabra como surgen entendimientos y, estos se sostienen mediante diálogo. Hoy en México, en el terreno político, vivimos un ambiente en que parece que el sentido de la palabra inicia en elecciones 2024, la palabra mayoría, convertida en un tsunami de impertinencia, un terremoto despótico. No exagero, en política el diálogo la convierte en buena política. Por ello, la democracia se define como un conjunto de minorías en debate por las mejores soluciones a los problemas nacionales. En la democracia caben todas las minorías, incluidas las más votadas. El espectro de todas las voces en conversatorio.
La pérdida del sentido de la política por falta de conexión con la palabra es funesta para la democracia. La palabra “PUEBLO” es muy compleja; la humildad cultural, ética, moral…, proporciona un resultante que permite los entendimientos. ¡El pueblo no vota!, pues el Estado Democrático de Derecho que la sociedad mexicana nos hemos dado, señala, para que ese pueblo vote, deberá cumplir con extremos legales, edad, registro, “modo honesto de vivir” (que no tenga cancelados sus derechos políticos electorales), esto es la calidad ciudadana. La ciudadanía no demanda títulos académicos.
En el pueblo está la soberanía, pero se refiere a la NACIÓN, es decir, el concepto que contiene a todas y todos, primera minoría y minorías. En el centro de la vida social está la palabra. Uno de los interlocutores válidos puede estar equivocado, confundido, ignorante…, pero el “Otro” interlocutor, razona, profesa, se compromete con argumentos para que surja el acuerdo. En ese mérito la política no es una actividad fácil, no significa tampoco amor por la hacienda pública. Se refiere a los acuerdos emanados del conflicto. La soberbia de mayoría mancilla la política, la democracia, la cultura…
La etimología de la palabra estupidez, de “stupidus”, una suerte de atarantado; más el sufijo “ez”, que agrega la cualidad. La estupidez detona el dicho del estúpido. En el SER humano revela e implica falta de inteligencia. En la estupidez se pierde la lógica. El discurso político de quienes gobiernan se altera con falacias, mentiras, interpretaciones a modo. No convivir con prudencia, humildad, ética, moral, en el Congreso de la Unión pone en riego la convivencia y el diálogo, en ese mérito es una estupidez que gangrena la política. ¡Una mayoría INOBJETABLE!, tiene el deber de buscar la razón para legitimar los votos. Nos han dicho en múltiples foros que el pueblo mandató determinadas asignaturas, lo cual es una mentira, el cuerpo electoral otorga el poder público desde su derecho democrático, de manera que ese electorado dio legitimidad, ¡sin duda!, empero, no existe acto jurídico por el cual se diga que el incumplimiento de la LEGALIDAD fue un “pilón” en las urnas.
El Estado Democrático de Derecho se sostiene en el ejercicio del DERECHO. Es desde la justicia donde surge el equilibrio de la vida social y personal. No desde lo justo que está en el diccionario de la Fe. La estupidez no pondera la individualidad de la deficiencia mental. La estupidez es un semáforo que señala errores y libera los discursos que contiene la razón fundada y motivada, ambos conceptos son obligación constitucional para gobernantes y gobernados. La política se construye desde la coherencia, se narra desde la lucidez. Los y las gobernantas son poseedoras de la narrativa, depende de su pulcritud en el hilván de las ideas, lo que significan y cómo se pronuncian. Gobernar, representar, aplicar la justicia son razones de Estado que no están en conflicto, la Carta Magna, contiene una cartografía con 136 polígonos, son nuestro PACTO POLÍTICO.
Carlo María Cipolla, dice en la “Teoría de la Estupidez”, 1988. Vale la pena releer esas ideas y pensar el interés de lo que nos preocupa; la estupidez, cualidad que no deben tener los servidores públicos; la no-estulticia es requisito moral y ético del desempeño gubernamental para hacer “solo y solamente lo que la ley señala”. Quienes juegan en la cancha de la estupidez dañan a los “Otros”, se causan daño a sí mismos. Lo señala Savater, “… hay dos cosas que son infinitas en el mundo: el universo y la estupidez del hombre…”
Arturo Zaldívar, 2016, emitió voto particular, argumentó a favor de la capacidad de revisión de la SCJN sobre reformas constitucionales. “… amparo en revisión 186/2008…, se determinó … que el Poder Constituyente y el Poder Reformador son distintos, … este último … sujeto a … normas constitucionales, … la Suprema Corte de Justicia de la Nación puede revisar sus actuaciones vía amparo, acciones de inconstitucionalidad y controversias constitucionales.” También fue argumento central de su tesis de titulación. “¡Que alguien me explique!”.