Desde que salí de la carrera siempre estuvo muy presente para mí la acción humanitaria, planteándome la meta de algún día trabajar para esta organización. Después de cinco años de estudio finalmente tuve la oportunidad, no solo de trabajar en MSF, sino de salir a otro país; mi asombro y fascinación solo crecieron más cuando los escuche pronunciar la palabra: Mozambique.
En ese momento recuerdo que me invadieron una mezcla de sentimientos y emociones: felicidad, entusiasmo, preocupación, incertidumbre, deseo y, debo de admitirlo, miedo. ¡Era la primera vez que salía del país y ahora iba a viajar al otro lado del mundo!
Al llegar a Mozambique, que se encuentra en el sureste de África, no sabía qué esperar, solo sabía que toda la experiencia hasta este momento se seguía sintiendo como un sueño, ¿en verdad me esta pasando esto a mí? Aun así, me guardé todas mis reservas en mi bolsillo y debo confesar que nada de lo que pensaba podría igualar lo que viví.
Sentí que me adapté bastante rápido, más de lo que hubiera imaginado y confieso que mucho se debió al personal local e internacional. Todas las personas fueron tan amigables y aunque en su momento no me sentía tan confiado con el idioma (allá se habla portugués) todos me tuvieron paciencia e incluso me enseñaron varias palabras en Makhuwa, el idioma local de gran parte del norte del país. Poco a poco me integré para poder hacer mi trabajo. En el proyecto de MSF vivía con otros colegas provenientes de diferentes partes del mundo; nunca había conocido tanta gente de tan distintos contextos, regiones, pensamientos, culturas y costumbres.
“MI TRABAJO ERA RECONOCER LAS ENFERMEDADES TROPICALES MÁS DIFÍCILES DE ATENDER EN MOZAMBIQUE”
Trabajé durante 5 meses en Nampula, una de las diez provincias (estados) del país. Nuestro proyecto se localizaba en el distrito (municipio) de Mogovolas y tenía como enfoque proporcionar apoyo al sistema de salud del país para atender a la población que padecía varias enfermedades tropicales desatendidas. Mi trabajo era apoyar a los técnicos en medicina que trabajaban en las clínicas de salud, ayudándoles con los diagnósticos; explicando cuál podría ser el mejor tratamiento para los pacientes, dependiendo del caso, así como reconocer las enfermedades tropicales más difíciles de atender.
Estas enfermedades son un conjunto de padecimientos que, como su nombre lo menciona, aparecen en regiones del trópico y que por muchas razones los sistemas de salud no han podido darles la atención o la prioridad que necesitan. Médicos Sin Fronteras tenía este proyecto como parte de su enfoque en salud planetaria, ya que muchas de estas enfermedades están muy relacionadas con el medioambiente.
Como muchos médicos de mi país comprenderán, no es tan común atender enfermedades tropicales desatendidas en México; incluso recuerdo preguntarme si estaría a la altura del reto. Al final, era la primera vez que atendía a una persona con uno de estos padecimientos, pero había trabajo que hacer.
Los problemas más comunes que veíamos eran la sarna, enfermedad de la piel causada por un bicho que se transmite de persona a persona; la esquistosomiasis, que provoca problemas intestinales y urinarios y que se puede transmitir por un caracol que tiene un parasito y que vive en los ríos. Además de la Filariosis Linfática,provocada por la picadura de un mosquito que lleva una especie de larva que puede provocar que las extremidades se hinchen con líquido y al largo plazo causar deformaciones de los brazos, las piernas y los genitales.
EL CENTRO DE LA ACTIVIDAD NO ERA MÉDICA
El tema es que, y sé que puede sonar extraño, si bien todos los miembros de un proyecto son relevantes, aquí el centro de la actividad no era médica. Para mí, las verdaderas estrellas eran los colegas de Agua, Saneamiento y Drenaje, que apoyaban a las clínicas de salud para que siempre tuvieran agua, jabón, materiales y los conocimientos necesarios para desinfectar sus lugares de trabajo.
Este equipo fue el encargado de construir pozos para que las comunidades tuvieran acceso, que antes tenían negado, a una fuente de agua segura. Luego, con el equipo de Promoción Comunitaria, estos pozos y actividades pudieron llegar a las comunidades, comunicando mejor que nadie las necesidades de la población, trabajando diariamente para promover formar de prevención de estas enfermedades y que los contagios sean reducidos.
“ME FUI SATISFECHO POR EL TRABAJO QUE HICE EN MOZAMBIQUE”: CONFIESA EL MÉDICO DE MSF
Las otras estrellas de este equipo fueron los de Suministro y Logística, que va de la mano del trabajo que lograba Agua y Saneamiento y Promoción Comunitaria. Por un lado, el equipo de Suministro en todo momento estaba pendiente de nuestras necesidades en el terreno y no permitía que nos quedáramos sin el material necesario para trabajar. Por otro, el equipo de Logística coordinaba los movimientos y siempre nos llevaba a donde teníamos que trabajar: así lloviera, las terracerías o carreteras estuvieran inhabilitadas o hubiera algún problema, si esta crónica tuviera alguna dedicatoria, mi agradecimiento va completamente para ellos.
Al final de mi ciclo de trabajo en Mozambique, otros sentimientos completamente diferentes a los que tenía cuando llegue me inundaron, esta vez me sentía feliz por regresar y ver a mi familia, triste por irme y dejar a mi nueva familia y satisfecho por el trabajo que había realizado. Sin embargo, me llevé uno de los más grandes trofeos de mi vida profesional y personal, el apodo que me dejaron todas las personas con las que trabajé: “Hermano”.
Mi primer proyecto saliendo del país fue una experiencia que siempre quedara en mi mente y corazón. A pesar de que llegué y salí con muchos pensamientos y dudas, una certeza constante sigue muy presente: voy a volver a salir. N
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Diego Barragán Campuzano es un médico general mexicano, parte del staff internacional de Médicos Sin Fronteras (MSF).
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