La Ciudad Vieja de Jerusalén es reconocida a nivel mundial por albergar sitios religiosos importantes tales como el Monte del Templo y el Muro de las Lamentaciones para la religión judía; el Santo Sepulcro para la religión cristiana; y la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa para la religión musulmana.
Sin embargo, tras el inicio de los ataques entre Hamás e Israel, la región se ha convertido un sitio de horror, silencio y desolación en tiempos de guerra. “Son tiempos peligrosos, no es seguro”, dijo Emad Sideyyi, un comerciante en la Ciudad Vieja. “Los soldados golpean a todo el mundo (…) No tratan bien a la gente”, aseguró.
Tradicionalmente, la Ciudad Vieja ha estado dividida en cuatro barrios, aunque los actuales nombres solo se introdujeron en el siglo XIX. Estos cuatro barrios son el barrio musulmán, el barrio judío, el barrio cristiano y el barrio armenio. La Ciudad Vieja fue incluida en 1981 dentro del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En 1982 Jordania solicitó su inclusión en la Lista del Patrimonio de la Humanidad en peligro.
LA CIUDAD VIEJA DE JERUSALÉN PADECE UN SILENCIO SOBRECOGEDOR
Hasta antes del ataque de Hamás, el 7 de octubre pasado, las bulliciosas callejuelas de la Ciudad Vieja de Jerusalén eran un ir y venir de turistas, pero hoy se sumen en un silencio sobrecogedor.
La guerra aleja a los turistas y su dinero que tanto se necesita. En el laberinto de calles comerciales que rodean los lugares sagrados de la ciudad, la mayoría de negocios han bajado sus persianas durante esta guerra que cumple casi cuatro semanas.
Los pocos comerciantes que mantienen sus tiendas abiertas esperan día tras día a unos clientes que no llegan. “Ya no hay industria turística”, dice Marwan Attieh, guía turístico y propietario de una tienda de recuerdos gestionada desde hace tres generaciones por su familia.
“Tenemos familias, tenemos niños” pero “no hay negocio, no hay ingresos, no hay ganancias, no hay vida. ¿Cómo puedes gastar dinero si no tienes dinero?”, se pregunta.
La iglesia del Santo Sepulcro, ubicada donde los cristianos creen que Jesús fue crucificado y enterrado, se encontraba vacía el jueves 2 de noviembre, con la excepción de algún sacerdote que se adentraba en sus cavernosos pasillos.
“Antes, este lugar estaba muy animado, lleno de gente rezando y ofreciendo sus problemas a Dios”, dice Pietro Mazzocco, un seminarista italiano de 31 años que estudia en Jerusalén.
LA DESESPERANZA INVADE SIN UN CESE AL FUEGO
Fuera de la burbuja turística, la vida diaria también se ve afectada. La asistencia a las oraciones del viernes en la mezquita de Al Aqsa cayeron y los puntos de control y las patrullas de seguridad en la ocupada Jerusalén Este se acentuaron. Muchos residentes de la Ciudad Vieja, de población mayoritariamente palestina, tienen miedo a salir de casa y citan el acoso y la violencia física de las fuerzas de seguridad israelíes.
En la cercana Cisjordania, el número de palestinos muertos subió en medio de una oleada de operaciones israelíes, con más de 130 muertos en enfrentamientos contra soldados y colonos. Muchos quieren el fin de la guerra cuanto antes, pero se hunden en la desesperanza al escuchar que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, descarta un alto el fuego con Hamás. N
(Con información de AFP)