Mario Castro, un estudiante de Comunicación y Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), permanece sentado frente al monitor en su dormitorio. La pantalla de la computadora le ilumina el rostro mientras se prepara para tomar clases virtuales: Seminario de Titulación. El reloj marca las 9:00 horas y, con un clic, ingresa en la plataforma de videoconferencia. En la imagen aparece su profesora, María Concepción, quien comparte una presentación de diapositivas. Aproximadamente hay 70 alumnos conectados; cada uno va apareciendo en una ventana miniatura que se sitúa en la parte inferior de la pantalla.
Después de 90 minutos de lecciones, la docente envía enlaces a los alumnos con lecturas adicionales y recursos en internet para que profundicen en el tema. Anuncia la tarea de la semana y recuerda la fecha de entrega. Finalmente, agradece a todos por asistir. La cámara siempre estuvo encendida. Sin embargo, Mario tiene otras clases virtuales donde esta siempre permanece apagada. Sabe que hay alguien tras el monitor solo porque escucha la voz de su maestro, pero no lo ve.
Bajo esa dinámica, el joven cursó casi un año y medio vía remota debido a la pandemia del covid-19. Aunque en su caso sus profesores fueron más diligentes, para Manuel Salgado, estudiante de Ingeniería Industrial del Instituto Politécnico Nacional (IPN), su educación en línea durante dos semestres resultó tediosa y compleja. Durante un examen, su conexión a internet falló y, cuando por fin pudo conectarse, el profesor canceló su prueba.
LAS CLASES VIRTUALES LLEGARON PARA QUEDARSE
“En la mayoría de las clases entrábamos con cámara desactivada, pero había maestros que se enfocaban mucho en ello. Por ejemplo, la materia de Contabilidad y Costos era a las 8 de la mañana. El profesor se tardaba como media hora en hacer que todos los compañeros tuvieran la cámara activada, sin importar si esta funcionaba o no y la calidad de la red. Nos amenazaba con sacarnos de la clase si no lo hacíamos. Faltó empatía para entender el contexto de cada uno”, relata a Newsweek en Español.
A lo largo de la historia, la educación ha experimentado una significativa evolución, impulsada por cambios sociales, tecnológicos y pedagógicos. Un caso fue el del SARS CoV-2, que aceleró la adopción de la educación en línea y resaltó la importancia de las ciencias aplicadas para satisfacer las demandas de un mundo cada vez más digital y globalizado. Aunque el término “clases virtuales” fue más común desde marzo de 2020 —cuando dio inició la pandemia—, la educación a distancia llegó desde antes para quedarse.
Al buscar en Google estas palabras, varias ofertas se apilan con mensajes tipo: “Aprende desde cualquier lugar”, “Disfruta de la comodidad de estudiar en línea”, “Sin desplazamientos ni limitaciones geográficas, tu educación a un clic”, hasta publicaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP) con su programa Prepa en Línea, un servicio educativo innovador y gratuito en el que cualquiera puede estudiar el bachillerato desde el lugar en el que se encuentre. Este se imparte en todo el país y tiene validez oficial.
SISTEMAS EDUCATIVOS EXCEDIDOS
Actualmente en el mundo existen miles de facultades virtuales. En México, hay alrededor de 23 universidades virtuales públicas, que en conjunto ofertan más de 150 carreras vía remota con validez oficial, según el sitio Licenciaturas en línea. Cada institución académica oferta desde concluir el bachillerato en meses y profesiones teóricas, hasta cursos o diplomados con precios que rondan los 10,000 pesos aproximadamente.
Aunque en un principio se creía que esta nueva realidad se agudizó con la pandemia, según expertos la mayoría de los sistemas educativos en el mundo se encuentran excedidos en sus espacios físicos debido al número creciente de estudiantes que solicitan el ingreso en sus programas.
Por esta razón, los avances permiten que a través de esta modalidad se pueda alcanzar una cierta igualdad de oportunidades para los aspirantes que pretenden cursar una carrera o continuar sus niveles educativos.
Ante la avanzada demanda de clases virtuales, las academias e institutos que consagran sus esfuerzos a una educación remota de calidad han tenido que renacer. Una muestra de ello es el Instituto Mexicano de Educación en Línea (IMEL), el cual resurgió con una nueva ideología, después de ocho años, tras la llegada del covid-19. Diferentes instituciones de carácter público y privado los buscaron para capacitar a su personal docente y administrativo a fin de impartir clases a distancia óptimas.
“La pandemia paralizó completamente todos los sectores, pero el único que no podía detenerse era la educación, teníamos que buscar un proceso de adaptación”, comenta para este medio Renato Hernández Bárcenas, director operativo del IMEL.
PRÁCTICAS Y CLASES VIRTUALES
Una de las partes importantes, agrega, era atender las carreras, por ejemplo, de Medicina y Enfermería: descubrir cómo los jóvenes harían sus prácticas y cómo los maestros desarrollarían los materiales para poder implementar sus estrategias pedagógicas. Hoy en día, además de ser partícipes en esta formación de maestros, cuenta con bachillerato en línea enfocado principalmente para aquellas personas que laboran.
“Fue migrar las clases en papel a Google Meet o Zoom. Eran maestros que en 2020 cumplían 40 años dando clases, tiempo donde todo fue monótono. Tuvimos la oportunidad de crear una red interinstitucional para ajustarnos a las lecciones de enfermería, por ejemplo. Entonces nuestros maestros conectaban hasta tres cámaras al mismo tiempo, en la parte superior y en ambos lados, para que vieran este proceso simétrico”, explica.
Con la pandemia, afirma Hernández Bárcenas, su matrícula incrementó en un 200 por ciento. Para este ingeniero en Comunicaciones y Electrónica, la educación en línea es el presente y futuro, esto porque los programas a menudo ofrecen una variedad de recursos y herramientas para adaptar el aprendizaje a las necesidades individuales del estudiante, incluidos videos, lecturas, ejercicios interactivos y más.
Aunque para algunos este panorama pinta un porvenir idóneo, aún no se conocen los impactos de aprovechamiento escolar y psicosociales de la prolongada enseñanza-aprendizaje en línea. A tenor de un estudio de la Asociación de Internet MX, 38 por ciento de los profesores están algo capacitados para dar clases en línea y solo 28 por ciento, muy preparados. Sin embargo, otro factor que merma en la educación son los planes de estudio, junto a la actualización de profesores.
¿MATERIAS DE RELLENO EN LAS ESCUELAS?
Al preguntarles a estudiantes sobre sus planes de estudio, la mayoría contestó que algunas materias son de relleno y otras deberían tener mayor importancia. Asimismo, mencionan la falta de compromiso de docentes y escuelas, así como la falta de talleres o cursos complementarios para enfrentarse a una vida laboral competitiva.
Para Mario Castro, quien trabaja en publicidad, una de las asignaturas que debió tener mayor importancia es ciberperiodismo porque está desfasada, razón por la cual tuvo que tomar un curso de gestoría de redes sociales.
Esta realidad, sobre todo en la educación pública, también recae en la visión de los maestros. Para el docente Martín —nombre al que contesta para quedar en anonimato—, quien imparte clases de Relaciones Internacionales en la UNAM e Historia 1 y 2 en el IPN, los planes de estudio deberían ser más audaces.
“Si bien hay una libertad de cátedra, muchas veces asignan una determinada materia sin saber o hacer valer que el profesor esté preparado para impartirla. Te la conceden porque ya tienes antigüedad o ‘eres mi conocido’. Sobre el programa de estudios, aquí imparto América Latina, pero se centra más en la historia que en el presente, entonces cómo estamos nutriendo al futuro internacionalista. Depende exclusivamente del tutor”, conversa con este medio desde su aula de clases.
LEER ARTÍCULOS ACTUALES
En ese sentido, agrega que, si al alumno le entregan una bibliografía atrasada, “se va a queda con esa idea”. En cambio, si lo animas a leer artículos actuales, noticias, libros y demás material, “ya es una ganancia frente a un sistema obsoleto”. Para Martín, a nivel superior ya todos los estudiantes deberían llegar con un idioma dominado al 100 por ciento para aprender otro durante toda su estancia universitaria, una situación muy alejada de la realidad.
“Llegan y apenas balbucean el idioma. A nivel medio superior, los problemas son más notorios. En el Politécnico están las unidades de aprendizaje, donde las materias se asignan indiscriminadamente. Un ejemplo, odontólogos impartiendo Entornos socioeconómicos de México; biólogos impartiendo Historia. Hay varios motivos, uno de ellos es que, con cubrir un examen de oposición, se legitima para impartir cualquier materia de humanísticas, aunque el sustentante a ese examen sea de Ciencias. Otra sería el tráfico de influencias, favoritismos, compadrazgos, etcétera”, critica.
Aunque va en contra de ello, dice, en algún momento esta verdad lo alcanzó: “Ahí es cuando nos damos cuenta de que estamos engañando al alumno”. La materia fue Expresión Oral y Escrita. En palabras del docente, esa asignatura debe impartirla un licenciado en Letras Hispánicas o Modernas y no un historiador. Ante esa realidad, dice que todo el sistema educativo del país debería cambiar, pero también como estudiantes tendría que existir un compromiso mayor, pues siguen vigentes los vicios de la educación. “Hoy destaca la memorización sobre el entendimiento y la crítica”, concluye. N