Desde su modesto hogar en la bloqueada Franja de Gaza, Amina al Dabai recuerda el mundo tan distinto en el que creció hace más de siete décadas, antes de la creación de Israel.
Nacida en 1934, Dabai era una adolescente cuando se proclamó el Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948. Ahora es una de los 5.9 millones de refugiados palestinos que viven en Cisjordania, la Franja de Gaza, Jordania, Líbano y Siria, según datos de Naciones Unidas.
Son descendientes de los más de 760,000 palestinos que huyeron o fueron expulsados de sus casas hace 75 años. El suceso se conoce entre los palestinos como la Nakba, la “catástrofe”, en la que más de 600 comunidades fueron destruidas o despobladas por las fuerzas judías, según la organización israelí Zochrot. El recuerdo de la Nakba, que se conmemora el 15 de mayo, se ha convertido en plataforma para las reivindicaciones de un Estado palestino.
Ocurre un día después del aniversario de la proclamación del Estado de Israel, en 1948, que desencadenó una invasión de cinco ejércitos árabes que la joven nación consiguió aplacar. Antes del aniversario, la AFP habló con palestinos octogenarios y nonagenarios que se exiliaron durante la Nakba en la Franja de Gaza.
DEPORTACIÓN O ÉXODO VOLUNTARIO
Dabai recuerda el día en que “soldados judíos disfrazados” llegaron a su lugar natal en Lydda, ahora conocida como Lod, en el centro de Israel. Como los soldados llevaban el rostro cubierto con kufiyas, un pañuelo que se ha convertido en símbolo de la lucha palestina, los habitantes pensaban que eran refuerzos enviados desde Jordania.
La población estaba tan contenta que “corrió hacia la fuente” del centro del pueblo para celebrar. Pero al darse cuenta de que eran soldados judíos, “huyeron a la mezquita y a sus casas”. “Ellos atacaron la mezquita y mataron a todos los que estaban dentro”, explica. “Era joven y lo vi con mis propios ojos”, continúa.
¿Deportación planificada, expulsión o éxodo voluntario? ¿Una masacre de cientos de civiles y combatientes desarmados en los que ambas partes fueron culpables de atrocidades? Los eventos del 12 y 13 de julio de 1948 durante la captura de Lod por parte de las fuerzas israelíes son todavía objeto de debate e intensa controversia.
Una cosa parece cierta: casi de un día a otro, la localidad se vacío de sus 30,000 vecinos árabes. Después de la guerra, Cisjordania cayó bajo poder jordano y Gaza pasó a estar controlada por Egipto.
“Vivíamos cómodamente” hasta ese momento, rememora Dabai, que recuerda niños jugando en columpios, el mercado central y el goteo de agua de una gran fuente rodeada por tiendas.
“LAS FUTURAS GENERACIONES LIBERARÁN EL PAÍS”, DICE PALESTINA
En ella perdura el resentimiento por lo perdido: “Éramos un país débil y no teníamos armas poderosas”. El día después de llegar por primera vez, los soldados israelíes volvieron con órdenes claras: marchen de Lod o morirán, afirma la anciana.
“Dijimos que no queríamos marchar. Ellos dijeron que nos matarían. Así que todos los pobres marchamos, y nosotros estábamos entre ellos”, explica.
La familia huyó a pie, caminando durante varios días hasta llegar a la localidad cristiana de Bir Zeit, cerca de Ramala, en Cisjordania, y luego siguieron hacia Egipto. Pero el trayecto era demasiado caro y la familia terminó instalándose en Gaza. Como muchos, pensaban que pronto iban a volver.
Solo después de que los Acuerdos de Oslo establecieran la Autoridad Palestina en los 1990, Dabai pudo obtener un permiso para visitar su antiguo hogar en Lod. “Puse mi mano en la pared de nuestra casa y dije: ‘mi amor, la casa de mi abuelo, está destruida, y las casas de nuestros vecinos están habitadas por judíos'”, explica.
La mujer asegura a la AFP que no aceptaría ninguna compensación por la pérdida de su hogar pero confía en que, aunque ella ya no espere regresar, “las futuras generaciones liberarán el país y volverán”.
“Nadie grababa las masacres y lo que estaba ocurriendo como se hace hoy”, añade con la voz quebrada.
ISRAEL ASEDIÓ EL PUEBLO DESDE EL LADO ORIENTAL
Umm Jaber Wishah nació en 1932 en la aldea de Beit Affa, cerca de Ascalón, en lo que ahora es el sur de Israel. Décadas después, con su pelo canoso cubierto con un chal blanco, relata con dolor la convivencia pacífica inicial.
Cuando los judíos llegaron primero a la zona del pueblo, “no nos hicieron daño y nosotros tampoco a ellos”, dice a la AFP desde su casa en el campo de refugiados de Bureij, en el centro de la Franja de Gaza. “Los árabes trabajaban para ellos sin problemas, con seguridad”, añade. Sin embargo, esa convivencia no duró demasiado. La mujer todavía recuerda con emoción el día de 1948 en que se hizo añicos.
“Estaba horneando pan y ellos rodearon la ciudad”, explica intentando contener las lágrimas. Los soldados israelíes “empezaron a asediar el pueblo desde el lado oriental y nos refugiamos de los disparos hasta el día siguiente”, cuenta.
“Los hombres fueron atados y tomados como prisioneros, los niños gritaban”, relata.
Según Zochrot, Beit Affa fue capturada por las fuerzas judías en julio de 1948 durante varios días. En ese periodo huyeron habitantes de todo tipo antes de la captura definitiva de la localidad más adelante ese año.
Como en muchos campos de refugiados en la región, Bureij ha cambiado las tiendas temporales por estructuras más permanentes de ladrillo y madera. Pero muchos viven todavía en la pobreza. Wishah asegura que su casa en Bureij “no significa nada”. “Incluso si me dan toda la Franja de Gaza a cambio de mi hogar, no lo aceptaría. Mi pueblo es Beit Affa”, afirma.
LAS GRANDES TRANSFORMACIONES SOCIALES DE ISRAEL
Israel ha vivido en sus 75 años de existencia grandes transformaciones sociales ligadas a su turbulenta historia, y actualmente se enfrenta a divisiones cada vez más profundas.
El kibutz Yiron, en el norte, ilustra la evolución del país desde que fue creado. Los kibutz, comunidades agrícolas basadas en el colectivismo, jugaron “un papel clave en la construcción del país”, explica el sociólogo Yuval Achouch, investigador del Colegio Académico de Galilea Occidental, en la ciudad de Acre (norte).
Su imagen se sigue vinculando a la de Israel en el extranjero, pero sus residentes solo representaron un 7.5 por ciento de la población judía del país. Y hoy representan incluso menos del 2 por ciento, según Achouch.
Yiron se creó en 1949 a pocos kilómetros de la frontera con Líbano y sobre las ruinas de un pueblo palestino destruido por las fuerzas judías en la primera guerra árabe-israelí (1948-1949). La crisis económica de los años 1980 y la caída del comunismo en la Unión Soviética contribuyeron a socavar el modelo cooperativo del kibutz.
Y la aparición de nuevos valores individualistas y familiares a principios del siglo XXI también acabó convirtiendo a mayoría de estos pueblos en liberales, explica Achouch.
CASI EL 80 POR CIENTO SON JUDÍOS
La población de Israel es una de las que más rápido crece en el mundo y se multiplicó por 12 desde 1948.
El país cuenta hoy con 9.7 millones de habitantes, de los que 7.1 millones son judíos (73.5 por ciento) y 2 millones, árabes (21 por ciento), según la Oficina Central de Estadísticas de Israel. El resto son inmigrantes no judíos.
El rápido crecimiento demográfico de Israel puede atribuirse en gran medida a la emigración judía procedente de todas las regiones del mundo, aunque un número significativo llegó de la antigua Unión Soviética, a principios de los años 1990.
La identidad nacional se forjó en parte en el servicio militar obligatorio, aunque una parte de la población se vio exenta de realizarlo, como la minoría árabe y la casi totalidad de los judíos ultraortodoxos, que representan el 12 por ciento de la población.
En un discurso pronunciado en 2015, el entonces presidente Reuven Rivlin había identificado cuatro “tribus” para definir a la sociedad israelí. Tres de ellas eran judías —laicos, religiosos nacionalistas y ultraortodoxos— y una árabe. Rivlin lamentó que los cuatro no se mezclaran ni convivieran, leyendo periódicos distintos y acudiendo a escuelas distintas.
NECESARIO DEFINIR LA IDENTIDAD DEL PAÍS
Avner Ben-Zaken, historiador y presidente del Institute for Israeli Thought (IIT), un centro de investigación con sede en Tel Aviv, considera que “no es la presencia de estos distintos grupos la que supone un problema, sino la estructura misma del Estado”.
Las elecciones, sostiene, se rigen por un sistema de representación proporcional que, según él, se presta al clientelismo y a la competencia entre distintos grupos sociales que llegan a “odiarse”. Ben-Zaken también critica el hecho de que no haya Constitución. “No sabemos qué es este Estado”, alerta.
Para él, es necesario “definir la identidad del país como israelí”, y no solo como judía y democrática, en el marco de una Constitución pues es “el punto en común” que tienen todos los grupos. N
(Con información de AFP)